El
cabo que apuñaló a Arquímedes
De
intrépido impacto
mató
la tangente, el círculo
y
la intersección de líneas paralelas
en
el infinito.
Bajo
pena
de
descuartizamiento
prohibió
los números
del
tres para arriba.
En
Siracusa ahora
acaudilla
una escuela de filósofos,
lleva
dos milenios
sentado
en la alabarda
y
escribe:
un
dos
un
dos
un
dos
un
dos.
Mosca
Posada
en el tronco de un sauce
observaba
un
trozo de la batalla de Crécy,
rugidos,
resuellos,
gemidos,
taconazos
y caídas.
Durante
la decimocuarta carga
de
la caballería francesa
se
apareó con un mosco ojopardo
de
Vadincourt.
Se
frotaba las patas
a
los lomos de un caballo destripado,
reflexionando
sobre
la inmortabilidad de las moscas.
Se
posó, aliviada,
en
la lengua azul
del
duque de Clairvaux.
Cuando
hubo caído el silencio
y
sólo el susurro putrefacto
rodeaba
los cuerpos
y
un par de brazos y piernas,
respingando,
se
fajaban aún bajo un haya,
comenzó
a poner huevos
en
el único ojo
de
Johann Uhr,
armero
del rey.
Y
en esas
la
devoró un vencejo
que
huía
de
Estrées en llamas.
Traducción
de Carlos Cid Abasolo y Šárka Grauová
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