viernes, 16 de agosto de 2019

Baquero: palabras de un mago


Juan Luis Panero


El acto [lectura de poemas en el Instituto de Cultura Hispánica] se celebró en noviembre de 1966 y asistió bastante gente. Me imagino que en gran parte por la curiosidad de oír al hijo de Leopoldo Panero. A la salida, Brines me presentó a Gastón Baquero, y así empezó una relación que fue para mi memorable. Cuando año y medio después se publicó A través del tiempo, Baquero lo presentó.

Gastón era una persona de una simpatía y una gracia extraordinaria, tenía un sentido del humor y una inteligencia fuera de lo común. Es uno de los escritores que más me ha deslumbrado. Entre 1966 y 1973 (mi último año en Madrid) nos vimos con frecuencia. Él sabía de todo y, además, sin pedantería. En cuanto a la poesía, su libro Memorial de un testigo (1966), lo considero una obra fundamental de la poesía contemporánea. El hecho de que fuera gusano, cosa muy mal vista en la época en la que todo el mundo posaba de castrista, y además negro y homosexual, le generaba una serie de marginaciones especialmente injustas.

Gastón era un hombre que vivía en unas condiciones difíciles. Tenía un puesto en la revista Mundo Hispánico, que editaba el Instituto de Cultura Hispánica, y hacía algunas colaboraciones para el departamento de exterior de Radio Nacional de España. A pesar de ir malviviendo, era un hombre de una generosidad extraordinaria. Recuerdo que le ofrecí que escribiese un artículo para la revista Selecciones, y el día que le llevé el dinero me invitó a cenar a uno de los restaurantes más caros de Madrid, y se gastó casi entero el pago de la colaboración.

Años después, Marina y yo le invitamos a comer a casa y Marina preparó una comida excelente, regada con buenos vinos, pero él ya se había presentado con una botella de Grand Marnier, una cesta de frutas tropicales y una primera edición de Juan Ramón Jiménez, de regalo.

Aunque no lo sé seguro, tengo la sensación de que El desencanto no le gustó. Él había mantenido una buena amistad con mi padre en La Habana y guardaba un buen recuerdo de él, e incluso escribió un estudio sobre su obra, que formó parte de un interesante libro, Darío, Cernuda y otros temas poéticos.

Nuestro último encuentro tuvo lugar en Madrid en 1992, cuando me invitaron a la semana de autor dedicada a Álvaro Mutis. Allí, después de tantos años, casi veinte sin verlo, me encontré con un hombre viejo y cansado, una penosa sombra de lo que había sido. 


Sin rumbo cierto. Memorias conversadas con Fernando Valls, Barcelona, TusQuets Editores, 2000, pp. 75-76. 


jueves, 15 de agosto de 2019

Dialogar con la muerte



Juan Luis Panero 


En medio de un sueño entrecortado, 
sudor y calmantes, las destempladas horas de un hospital, 
escucho una voz que anuncia: 
El poeta cubano Gastón Baquero ha muerto. 
Y sigue el sueño inquieto, luces y sombras, 
«Por todas partes llegan noticias de la muerte». 
Al día siguiente en el periódico las frases rituales, 
tristes tópicos para llenar el vacío. 
Sin embargo, en la cama, mirando el blanco techo, 
sin más oficio que dialogar con la muerte, 
no son llantos ni pésames los que me llegan 
sino tus carcajadas, las risas de otro tiempo. 
No hay lugar para el dolor, ni siquiera sorpresa, 
sólo el mundo de magia donde siempre habitaste 
y que nos regalabas, generoso con todos. 
«El alambrista recorre de lado a lado lo más alto del circo 
y aplaude la multitud», 
y también yo te aplaudo y la bella Nefertiti 
y el mendigo en la noche vienesa 
y los gitanos y el viento de Trieste 
(que repetía extrañas canciones al amanecer) 
y Marcel Proust y Manuela Sáenz, 
todos aplaudimos tu respirada alegría, 
la deslumbrante soledad que te acompañaba: 
«Parece que estoy solo, 
pero llevo en derredor un mundo de fantasmas». 
Ahora ya has encontrado, por fin, a tus fantasmas 
y «el frío de la tumba recién cavada», 
y tantas otras cosas que nos seguirás contando 
cada vez que alguien abra tus páginas 
como hago yo esta tarde y tenga entre sus manos 
rosas y cenizas, artificio y pasión, 
en la cárcel del tiempo las palabras de un mago. 



Quimera, núm. 178, marzo de 1999, pp. 65-67; Enigmas y despedidas, Barcelona, TusQuets Editores, 1999, p. 34. 


sábado, 10 de agosto de 2019

Después de muerto



Pedro Marqués de Armas

                                                      A Julio Ramos

En avícola granja de Isla de Pinos
donde por mal comportamiento
te destinaron –oh música mala–
las gallinas cacareaban tu nombre
al amanecer

Oh Nicolás
                   Oh Nicolás
                                      Oh Nicol
                                                     hazzz

Y se quedaban tan panchas

Por eso te dio por quemar(las)
con querosene del que engorda
el pico

Te desquiciaron, sí,
te demolieron, sin miramiento
–tramoyistas, simples asistentes,
gente de cine, en fin, los blanqui-
renegridos
enfermeros de Mazorra

Solo el sol matérico picando duro,
sonando seco sobre los del baile,
cegando (a los deslumbrados
metalúrgicos)
redime un
tan

Aunque mirar(lo)
de frente
nadie pueda
(La Rochefoucauld)

Sol extensible de un cabo al otro
de la Rampa hasta Buey Arriba
hasta el Tao (sic) y la Liga
contra la Ceguera

Sol portátil sobre los “umbracos”
en la ciudad invadida de café y paja
el año de la Gran Derrota

A la propaganda opusiste
la vieja publicidad, ironía y orgullo
a destiempo con lo que se volvía
más que nunca
cuestión de Estado

Pero ya suena el cencerro
y el punzón
en la lápida

Que no hay sintaxis ¡no!
como no hubo sino un regreso
tardo al Moloch (de la Barba)
escoltado (aún) por la tonada boba
que casi lo deja
lampiño

Captaste el movimiento del gentío:
baile rápido para conjurar la milicia
y lento, para calar cuán enfermo
estamos

Eros así, jamás se bailó

Por si te quieres
por el pico
divertir

                             2017


Publicado en la antología bilingüe (ver aquí): Make It True Meets Medusario, Edited by José Kozer, Paul E. Nelson & Thomas Walton, (y acá): Pleasure Boat Studio: A Literary Press, 2019.