Rogelio Saunders
visto en el reina sofía
07.03.2016
las pausas negras (qué sino lo
abismo) va(n) sajando lo figurativo.
vacío–oscuridad: es ello
quien crea realmente la obra.
la perspectiva (la
tridimensionalidad) es sustituida por la bipolaridad
[o mejor: la oscilación o enjeu] ser–no ser.
(probablemente la de Picasso sea una pintura del no-ser [o: [de] este Trauma
del no-ser, del no-sentido],
en la medida en que la nada está presente en ella de parte a parte como gravitación,
como aquello que la origina desde un exceso
(la ausencia del sentido), haciéndola teratomorfa e inconclusa
el fort-da, entonces: ser – no ser
el sentido, pero como
formulación del no-sentido, como mise-en-abîme [también en sentido
literal: como puesta-en-abismo], como interrogación poético-filosófica
auto-reconocimiento y
descarnalización de[l] gesto de] la representación pictórica [enfrentado a una
realidad sin forma (o a la realidad de la aforma)], que, así, deviene lenguaje en el sentido más profundo),
subvirtiendo (transformando) el mecanismo de la representación de un modo mucho
más radical que en el surrealismo y en el cubismo. || lo simbólico no está
presente sino ausente, en la medida en que toda significación es puesta
en duda por la conminación de la oscuridad (el advenimiento a la representación
de lo que no-es, mucho más que el de lo que es). todo es succionado como
desde atrás (desde el antecomienzo). lo que vemos es el momento falsamente
estético de un proceso de anéantissement. (lo que no vemos, pues,
es lo verdaderamente importante.)
obra necesariamente inconclusa, porque lo que
quiere expresar la excede en mucho, desdoblándola primariamente en representación
y vacío.
no es posible reconstruir las
figuras (ni tampoco reificar las aparentes mutilaciones), puesto que lo que se
escenifica es el gesto imposible de hacer visible un desconocido más poderoso
que toda representación [que succiona, retira, vacía, anonada, sin
explicación]. de ahí la serie (pero la revelación no puede sino ser una
borradura: el fulgoneo de un escenario cuyo horror está en la ausencia
de lo que podría decir, expresar: “mudo-horror” no como pérdida
momentánea del habla, sino como no-boca, no-ojos, no-imagen,
no-lenguaje — lo indecible como la imposibilidad de decir por ausencia
de lo que podría decir; y lo que perdura aún, desorbitado, es sólo el momento
y su ilusión [la serie continuaría hasta la desaparición del cuadro y
del pintor, pues es esto lo que ha devenido el movimiento antes característico
de las figuras: espasmo de la desaparición, de la des-existencia]:
todo parece detenido porque todo des-aparece. [vértigo y centelleo de la
succión]
el poeta quiere dar cuenta de la
tragedia, pero la tragedia es sólo la veladura de la boca de abismo. éste,
entonces, avanza y nos mira.
(un gesto casi inocente ha iniciado el vértigo)
cuadro mal situado en el museo,
pero que (al contrario de las meninas) no necesita ser visto de cerca.
la representación, aquí, es más independiente del medio físico
[más aún: se comprende mucho
mejor la inevitabilidad de esta grisalla nada “íngrica” (cuya radicalidad
apenas se ha comprendido) cuando se contemplan las fases o estados de la obra,
y puede verificarse el avance de la oscuridad en unos como hachazos que van
suprimiendo la representación y estableciendo el mecanismo de lo indecible, lo
monstruoso, lo inconcluso, lo inexplicable.
la historia
del cuadro (de la obra) es la obra en
la medida en que, más que el devenir de la representación, es un venir
del vacío, de la Negación que está, no en el acto bárbaro del bombardeo sobre
una población civil, sino en la insustancialidad misma de la existencia humana:
de ahí lo intenso de la interrogación
la
teratomorfosis picassiana
valoración
del ser y el no-ser
límite del
sueño y sueño del límite
sequedad y no onirismo [el sueño como resta]
casi diría: “realismo”, si no
estuviéramos en el ámbito de la falta
pintura llevada al extremo [del]
lenguaje
en
que el medio [la representación pictórica] muestra su desnudo, seco [noyau]
[vocabulario] lógico-filosófico
[P.S.: Agrego aquí que las dos
obras de Picasso que me han impresionado más (Las meninas y Guernica,
por el orden en que las he visto) tienen dos rasgos en común: el de haber sido
pintadas en una especie de grisalla, y el de ser el momento neurálgico de una
[especie de] serie].
Trauma por
excelencia del arte moderno.
Escenificación
de la imposibilidad de la representación. Ya no hay felicidad posible en la
representación (entendiendo aquí felicidad como el poder de hacer algo), pues el querer representar (la expresión) ha
sido imposibilitado por esa falla o beánce en que desaparece todo significado.
El cuadro Las
meninas [de Picasso] no ha sido reproducido en realidad, ni pueden serlo en
el estado actual de la tecnología. Es un cuadro que necesita ser visto,
y visto de cerca. Sólo así puede apreciarse el gesto del pintor
(el sajo en la tela) que, en él, es fundamental.