Antonio Armenteros Álvarez
“Puede afirmarse tanto la certidumbre
del futuro como caos y destrucción, como la posibilidad del porvenir como un
dialogo armonioso entre Poesía e Historia…”
Enrique Saínz
Fuerzo la cabeza y cada vez arriban
con más impulso anécdotas absurdas, cercanas, donde él es el protagonista
principal y me río tanto que esperé casi cuatro años, a que pasaran esos
momentos eufóricos, divertidos, increíbles, choteadores, irónicos para leer con
la seriedad que merece Sinalectas (Editorial
Casa Vacía, 2016), volumen de Javier Marimón (Matanzas, 1975). Prosas reflexivas,
ilustradas por el artista plástico Filio Gálvez envuelto en una sobriedad que
se agradece. Javier Marimón, bueno, Javier es Javier, por esta circunstancia se
regala el lujo de expresar cual tiro directo a la frente del lector, antes de
la Pandemia, pero presagiándola: “… Si muchos cayeran se moverían a otras
soluciones: realistas”. [2] O sea, la cosa va por ahí, lo real/verdadero de los
sueños de un poeta, a la manera filosófica del próximo universo. El que poseíamos
colapsó de forma trepidante, con más de un virus emporedado/expectante/reinante
[3] y nuestras risitas de jugadores empedernidos a las casitas rotas,
rectificadas o echadas a la mierda, al mismo mojón que Marimón
(d)escribe/(re)escribe en la página 63, ahora sin el apoyo de la hierba.
Cierto que no nos hallamos en
1929, sino en 2019-2020, envueltos en otra crisis política, económica,
geopolítica y sanitaria. Fleming, sí, Alexander Fleming (1881-1955), el
descubridor de la penicilina, no lo duden en su tiempo las enfermedades que
atacó las bacterias u hongos del doctor Fleming como la tuberculosis eran letales.
Marimón juega jocosamente con la segunda esposa de Fleming la doctora griega
Voureka [4] Tal vez Javier nos está regalando otra oportunidad, y Fleming
recusaría con levedad a su doctora griega que no aparece, a pesar de los
inventos, las vacunas y los llamados urgentes a las salas, las salas de
cuidados intensivos. ¿Lo ven, ven lo qué digo? Javier se adelanta cuatro años a
mi interpretación de los hechos/actos líricos, se apresura en mi máquina
personal del tiempo, en mi maldita estrangulación de datos. Lo dijo primero un
cantautor por estos lares: “Somos números”. Las estadísticas nos saturan los
ojos y los aplausos. [5] Vuelvo a los volúmenes poéticos de Javier, libros a
los cuales me acerqué en su momento y expresé juicios neutros, certeros sobre
todo relacionados con: Formas de llamar
desde Los Pinos (2000), El gatito
Vasia –cómo engañé al súbito (2002)
[6], y mi preferido: Himnos Urbanos (2002). Marimón con su estilo propio realizó una reconstrucción/limpieza
profunda de la literatura cubana de su momento.
Apoyándose en una crueldad sin
límites, casi que patológica. Ahora vuelve a parecer socarrón, juguetón,
maldito pero también más maduro y lo demuestra el hecho de que aquella noche me
obsequió –con la promesa de pasárselo a todos– su libro de dramaturgia, de la
misma Editorial Casa Vacía, 2017, que contiene dos obras teatrales de su
autoría, experimentales e interesantes: Nunca
la deja y La Carpa (El engaño de R). Con palabras de contracubierta
del dramaturgo matancero, su coterráneo, Rubén Darío Salazar. Ya lo sabemos, no
constituye un secreto para nadie que, la Atenas de Cuba resulta una urbe intensamente
teatral.
Parece redactado para definir
los versos de Javier el siguiente juicio del italiano Claudio Magris (1939)
extraído de su revelador ensayo: Utopía y desencanto (historias, esperanzas e
ilusiones de la modernidad), donde nos explica: “La Literatura que dice la
verdad más radical sobre la condición existencial e histórica es aquella del
rechazado y la negación, que pone el acento sobre el malestar de la
civilización; sobre la misma laceración del yo individual, ya no más Su
Majestad, el yo que emite actos gubernamentales, sino un yo cada vez más escindido
y fragmentado, reducido a un efímero y oscilante punto de encuentro de sucesos y
sensaciones, poco más que ese sedimento dejado por una tradición y una historia
evaporada…” Javier Marimón lo complace cuando con ferocidad postmoderna razona
un tanto lacónico [7]: “Toca timbre y ladra perro aunque no siempre: hay que
volver a tocar. Cada vez se avanza un poco más en la noticia. Mejor esperar el
ladrido final para finalmente decir que hay que matarlo, por no ladrar siempre”. [8] Lo prefieren más efectivo, más arriesgado líricamente.
Lo referí, contengo un rosario
de anécdotas personales, sobre el sujeto literario y humano, debo incluir las
mismas características primigenias: guasón, satírico, crítico, cínico, real que
es en definitiva Javier Marimón. La poesía –como a todos– lo habita y
sobrepasa; pero aquella tarde en el lobby del Centro Hispanoamericano de
Cultura, todavía regentado por la Unión Europea. No sé si el poeta o el diablo
tomó la mochila simple de Marimón donde empezaron a entrechocar, tintineando
las copas de vino sustraídas, viajando en aquella mochila hacia otras
ficciones/funciones de la noche, hacia otros eventos que me explicaban lo que
vendría después: otras Sinalectas (2016)
del autor y solo me dije para mí mismo: “Promete no confesar la extensión de su
dolor”. [9]
Tomamos el malecón rumbo al
Vedado, la noche/nada inspiradora, agobiante de aquellos días de perro, de
laceraciones profundas, de hambre absurda. Perdóname el muchacho que fui, aquel
que podía recorrer el destino del poeta y asombrarse. A estas historias
fulgurantes, sumergidas invito a los lectores del nuevo, futuro mundo. [10]
Embill y julio de 2020
[1] Título tomado literalmente
del poema: Siloqueva a decirconmueve...,
en la página 43.
[2] Texto de la página 45: “El
techo…”.
[3] Para refrescar las mentes,
los enumero: el cólera, el ébola, el VIH/sida y la coronavirus-19 en sus
mutaciones y variantes A, B y C; otras cepas de transformaciones más rápidas y
más resistentes, por ahora.
[4] Ver poema de la página 41,
de título: “Allí colabora joven griega…”
[5] En Cuba, en días de la
pandemia se utiliza las 9 de la mañana para informar a la población, a través
de partes estadísticos leídos por el mediático epidemiólogo doctor Francisco
Durán García (194), y los aplausos que a partir de las 9 de la noche reconocen
el heroísmo de todos aquellos que de una manera u otra lucharon contra el
virus, al punto de que no sé, sí en la normalidad futura de nuestras
existencias sustituya al tradicional cañonazo de las 9 de la noche, habanero.
[6] Existen zonas del Gatico… que las suelo recitar de memoria
frente al espejo, claro.
[7] Un laconismo cortante,
originario que condensa el idioma hasta retorcerlo con ironía.
[8] Texto parco que aparece en
la página 75, con el nombre de: “Toca timbre y ladra perro…”
[9] Poema nombrado: “Casi
biólogo…”, folio 9.
[10] Con Javier en Cuba, entre
nosotros, cada vez que un burócrata, o tecnócrata, un ministrante encopetado
trataba de encauzarnos por los terrenos del kitsch más genuino le dábamos
espacio a Javier que comenzaba a desgranar –con seriedad ensayada, dramática-
las joyas de su texto desacralizador: La pinga inquietante. Aquello era como
decía mi difunta abuela: ¡El acábose!
Fotografía: Oleg Oprisco