sábado, 23 de diciembre de 2023

Escrito a ciegas

 


Martín Adán 

                             

                        (Carta a Celia Paschero)

 

¿Quieres tú saber de mi vida?

Yo sólo sé de mi paso,

De mi peso,

De mi tristeza y de mi zapato.

¿Por qué preguntas quién soy,

Adónde voy?... Porque sabes harto

Lo del Poeta, el duro

Y sensible volumen de ser mi humano,

Que es cuerpo y vocación,

Sin embargo.

 

Si nací, lo recuerda el Año

Aquel de quien no me acuerdo,

Por que vivo, porque me mato.

 

Mi Ángel no es el de la Guarda.

Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo,

Que me lleva sin término,

Tropezando, siempre tropezando,

En esta sombra deslumbrante

Que es la Vida, y su engaño y su encanto.

 

Cuando lo sepas todo...

Cuando sepas no preguntar...

Sino roerte la uña de mortal.

Entonces te diré mi vida,

Que no es más que una palabra más...

La toda tuya vida es como cada ola:

Saber matar.

Saber morir.

Y no saber retener su caudal,

Y no saber discurrir y volver a su principio,

Y no saber contenerse en su afán...

 

Si quieres saber de mi vida,

Vete a mirar al Mar.

¿Por qué me la pides, Literata?

¿Ignoras acaso que en el Mundo,

Todo de nadas acumuladas,

De desengrandar infinitudes,

No si no un trasgo

Eterno, sombra apenas de apetito de algo?

 

La cosa real, si la pretendes,

No es aprehenderla sino imaginarla.

Lo real no se le coge: se le sigue,

Y para eso son el sueño y la palabra.

¡Cuídate de su atajo!

¡Cuídate de su distancia!

¡Cuídate de su despeñadero!

¡Cuídate de su cabaña!

 

¿Quién soy? Soy mi qué,

Inefable e innumerable

Figura y alma de la ira.

No, eso fue al fin... y era el principio,

Antes de donde el principio principia.

Soy un cuerpo de espíritu de furia

Asentada de aceda ironía.

No, no soy el que busca

El poema, ni siquiera la vida...

Soy un animal acosado por su ser

Que es una verdad y una mentira.

 

¡Es tan simple mi ser, y tal ahogo,

Con punzada de nervio y carne!...

Yo buscaba otro ser,

Y ése ha sido mi buscarme.

Yo no quería ni quiero ya ser yo,

Sino otro que se salvara o que se salve,

No el del Instinto, que se pierde,

Ni el del Entendimiento, que se retrae.

 

Mi día es otro día,

Algún no sé dónde estarme,

A dónde no sé ir en mi selva

Entre mis reptiles y mis árboles,

Libros y cementos

Y estrellas de neón,

Mujeres que se me juntan como la pared

 -   y como nadie... o como madre,

Y el recién nacido que sobre mí llora,

Y por la calle

Toda las ruedas

Reales y originales.

Así es mi vida cabal,

Hasta la última tarde.

 

El Otro, el Prójimo, es un fantasma.

¿Existe el aire,

Donde te asfixias y recreas

Respirando, tu cuerpo inane?

¡No, nada es sino la sorpresa

Eterna de tu mismo reencontrarte

Siempre tú los mismos entre los mismos muros.

 

De las distancias y de las calles!

¡Y de los cielos estos techos

Que nunca me ultiman porque nunca caen!

 

Y no alcancé al furor de lo divino,

Ni a la simpatía de lo humano.

Lo soy y no lo siento ni así me siento.

 

Soy en el Día el Solitario

Y el absoluto en la Zoología si pienso,

O como carnívoro feroz si agarro.

¿Soy la Creatura o el Creador?

¿Soy la Materia o el Milagro?

¡Qué mía y qué ajena tu pregunta!...

¿Quién soy? ¿Lo sé yo acaso?

 

¡Pero no, el Otro no es!

¡Sólo yo en mi terror o en mi orgasmo!

 

¡Y con todos mis sueños resoñados,

Y con toda la moneda recogida,

Y con todo mi cuerpo, resurrecto

Tras cada coito, ciego, vano, sin pupila!...

 

¡Cuando no seas nada más que ser,

Si llegas a la edad de la agonía!...

¡Cuando sepas, verdaderamente,

Que es ayuntamiento de muerte y vida!...

¡Entonces te diré quién soy,

Seguro, sí, que ya sin voz, Amiga!

 

Que se curan con hierbas eficaces

Los puros animales que te hablan

Allá, entre piedras inmateriales

El mundo real y la ciencia humana,

Donde, con una pelota

Los muchachos aparentes hediondos gozaban.

Sí, la vida es un delirio así, y sin embargo,

En esa vida no estuvo mi nada,

Ninguna, pero real, pero celeste o volcánica.

 

¡Qué tarde llega el Tiempo

A su punto de olvido o de sensibilidad!

Viene arrastrando, como el aluvión,

De cúmulo, de suelo, de humanidad.

 

Que se curan con hierbas eficaces

¡Cuán inesperado y desesperado cualquier ya,

Todo yo que cae con el Tiempo

Desde nunca siempre y para siempre jamás!

¡Qué madrugada eterna no dormida

Lo del revolverme en el hacer y en el pensar!

 

La Soledad es una roca dura

Contra la que arroja el Aire.

Está en cada pared de la Ciudad,

Cómplice, disimulándose.

Me arrojo o me arrojo, sin cesar

Yo soy mi impedimento y mi crearme.

 

La Poesía es, Amiga,

Inagotable, incorregible, ínsita.

Es el río infinito

Todo de sangre,

Todo de meandro, todo de ruina y

 arrastre de vivido...

¿Qué es la Palabra

Sino vario y vano grito?

¿Qué es la imagen de la Poética

Sino un veloz leño bajo un gato írrito?

Todo es aluvión. Si no lo fuera,

Nada sería lo real, lo mismo.

 

El Amor no sabía

Sino tragarse su substancia

 

Y así la Creación se renovaba.

Todo me era de ayer, pero yo vivo;

Y a veces creo, y a la Vez me amamanta.

 

No soy ninguno que sabe.

Soy el uno que ya no cree

Ni en el hombre,

Ni en la mujer,

Ni en la casa de un solo piso,

Ni en el panqueque con miel.

 

No soy más que una palabra

Volada de la sien,

Y que procura compadecerse

Y anidar en algún alto tal vez

 

De la primavera lóbrega

Del Ser

No me preguntes más,

Que ya no sé...

 

Supe que no era lo que no era, no sé cómo,

   - y toda era

Hasta la cosa de mi nada.

Y fui uno no sé cuándo,

Persiguiendo, por entre numen y maraña

Dentro de ella, yo, nacido y flaco, ya con

 todas las armas,

Yo por todo paso que me hacía,

A ello persiguiendo... a la palabra

A cualquiera,

A la madriguera o a la que salta.

 

Si mi vida no es esto

¿Qué será la vida?... ¿Adivinanza?...

Que me dé tiempo el Tiempo, a más del suyo,

Y yo me reharé mi eternidad;

Lo que me falta,

Porque la eché... me estuvo un momento demás.

¿Sabes de los puertos encallados,

Del furor y del desembarcar,

Y del cetáceo con mojadísimo uniforme,

Que no nada y cae ya?

¿Sabes de la ciudad tanta,

Que no parece ciudad,

Sino cadáver disgregado,

Innumerable e infinitesimal?

 

Tú no sabes nada;

Tú no sabes sino preguntar,

Tú no sabes sino sabiduría

Pero sabiduría no.es estar

Sin noción de nada, sino proseguir o seguir

A pie hacia el ya.



miércoles, 20 de diciembre de 2023

Paola Udovic



J. Rodolfo Wilcock


Paola Udovic es la imagen del sufrimiento, pero no hay que imaginarla como una mujer que tiene como rostro la máscara de la tragedia o algo parecido: Paola Udovic fue mucho más allá en la tragedia, y ahora sólo se la puede comparar a una pila de trapos en lenta combustión, a una maraña de dolor sin forma, a una esponja embebida en atrocidades abandonada en el desierto dentro de una cuenca de arena árida, de la que se desprenden filamentos de angustia, súbitos temblores de desesperación, náuseas como regueros de lava, gritos inaudibles y convulsos, horrores hirvientes. Acercársele se ha vuelto casi imposible, ya de lejos algo nos cierra la garganta, luego las lágrimas nos brotan de los ojos, aros de hierro ardiente sujetan nuestros miembros, no se puede sino huir de ese centro de congoja, de ese núcleo de pena que es la pobre Paola. ¿Y qué consuelo podría dársele a semejante, vertiginoso desconsuelo? Así como a cada uno de nosotros, además del dolor, nos acecha su castigo que es la soledad, Paola Udovic, que reúne en sí todos los sufrimientos, está indescriptiblemente, cósmicamente sola. Aunque parezca extraño, en su soledad canta; aunque parezca extraño, su canto es dulcísimo, purísimo: que semejante melodía pueda elevarse de ese amasijo de restos en fermentación, sorprende: que la congoja haya transformado a una mujer particularmente poco dotada como Paola Udovic en una fuente siempre renovada de éxtasis canoro, sorprende aun más. Pero lo más sorprendente de todo es esta transmutación del dolor en regocijo de los sentidos y del espíritu, como si la mísera carne humana fuese el vehículo de algo inefable que extrae mayor fuerza expresiva de su mortificación, y de su muerte, vida. ¿Sabrá Paola Udovic que es portadora de una manifestación tan sublime? Y si lo sabe, ¿cómo no se siente supremamente dichosa?


Traducción Ernesto Montequín


El libro de los monstruos, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1978. 


martes, 5 de diciembre de 2023

Tocando el ukelele


Malcolm Lowry


Epitafio

Malcolm Lowry
Difunto de Bowery
Su prosa era florida
Y a veces reñía
Vivió, de noche, bebió, de día,
Y murió Tocando el ukelele.

 

Rilke y Yeats

Ayudadme a escribir.
Mostradme las puertas
Donde las reglas están,
Y la jaula que
Mi alma mira atentamente,
Donde mi valor
Ruge entre las rejas.

 

Extraña tipografía

Yo escribí: “en la oscura caverna de nuestro nacimiento”.
El impresor puso “taberna”, lo que parecía mejor:
Pero en eso reside el motivo de nuestra risa,
Dado que en la página siguiente “muerte” aparece como “suerte”.
También puede ser que la palabra de Dios sea “distracción”
Y en nuestra extraña tipografía aparezca “destrucción”,
Lo que es cruel.

 

Tras la publicación de “Bajo El Volcán”

El éxito es como un terrible desastre
Peor que tu casa ardiendo, los ruidos del derribo
Cuando las vigas caen cada vez más deprisa
Mientras tú sigues allí, testigo desesperado de tu condenación.

La fama como un borracho consume la casa del alma
Revelando que sólo has trabajado para eso-
¡Ah!, si yo no hubiese sufrido su traidor beso
Y hubiese permanecido en la oscuridad para siempre, hundido y fracasado.

 

Traducción de Mariano Antolín Rato

 

domingo, 26 de noviembre de 2023

Como quien ríe al final

 



Pedro Marqués de Armas


Escribía cartas a Radio Francia Internacional

(o Radio Exterior de España) con la ilusión

de que fueran leídas por aquellas “amables

presentadoras” para él tan familiares

que se convirtieron

en su último solaz

 

A veces cuando más lo esperaba

saltaban su nombre pero ¡qué alegría!

si acusaban recibo y enviaban saludos

al oyente fiel que las instruía con historias

(un tanto) anómalas que sin embargo

enderezaba al trasladar a ese estilo suyo

ordenado y convencional

 

La muerte repentina de Voisin poco antes

de su última conferencia en La Habana

el curioso destino de unas piezas de Gundlach

extraviadas del museo de Segunda Enseñanza

la ruta de los últimos auténticos manatíes

por los cayos del norte el secreto 

(amor) de Enriqueta Faber

y tantas otras

de valor local

 

Aunque no acusaran recibo

se sentaba

oyente fiel

a su hora

esperando señal

 

Un verano y otro

qué agrado el suyo

o qué largo silencio

si pasaban

de él

 

En esa su hora

nada podía

sacarlo

de ahí

 

Ni mi madre bailando el San Vito

ni el motor de aspas del El Bosque

ni el trasiego ruidoso de escrip

(tores) con ganas de hablar

de Derrida.

 

Un día le vi meter literal

mente la cabeza en la radio

y el oído

en el dial

 

Fundido a su Zenith

riente (de 1933) él

tan íntimo

adquirió un aspecto Un

–Heimlich

sonreía como el Hombre de Arenas

como el avestruz que me sonrió

en Italia –una vez– como todo

lo que sonríe

a sabiendas

 


domingo, 19 de noviembre de 2023

Ajedrez

 



Rosario Castellanos


Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;

quizá para añadir otro interés

a los muchos que ya nos obligaban

decidimos jugar juegos de inteligencia.

 

Pusimos un tablero enfrente de nosotros:

equitativo en piezas, en valores,

en posibilidad de movimientos.

 

Aprendimos las reglas, les juramos respeto

y empezó la partida.

 

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando

encarnizadamente

cómo dar el zarpazo último que aniquile

de modo inapelable y, para siempre, al otro.



domingo, 22 de octubre de 2023

Es sólo un vicio

 


Eugenio Montale


Bufones travestidos de poetas,

arrogantes burócratas, 

pedantes pregoneros,

son ustedes los abanderados:

portadores de enseñas desvaídas. 

Ser poeta no es para tanto. 

Es sólo un vicio innato. 

Un peso que se lleva 

con pavor. 



E solo un vizio


Fliaci travestiti da poeti

burocrati arroganti,

pedanti imbonitori

siete voi i vessilliferi:

portatori d'insegne sbiadite.

L'esser poeti non è un vanto.

E' solo un vizio di natura.

Un peso che s'ingroppa

con paura. 



Versión Pedro Marqués de Armas



lunes, 9 de octubre de 2023

Me gusta esa montaña

 


Vladimir Nabokov 

 

Me gusta esa montaña en su negra pelliza

de bosques de abeto; pues

en la penumbra de una ignota región montañosa

estoy más cerca de mi hogar.

 

¿Cómo no conocer esas densas agujas,

y cómo no perder la cabeza

ante la mera visión de esa baya en la turbera

que muestra en mi camino el azul?

 

Cuanto más alto las oscuras y húmedas

veredas serpentean ascendentes, más claros

se tornan los senderos, desde la niñez atesorados,

de mi llanura septentrional.

 

¿No escalaremos así

las laderas del paraíso, cuando la muerte llegue,

encontrando todas las cosas amadas

que en la vida nos elevaron?

 

                                                         Feldberg, 1925 

 

 

Traducción: Javier Marías


miércoles, 27 de septiembre de 2023

Anti Soneto

 

Carlos Queiroz 


                                                                                    A Mário Saa

 

Nuestro drama de portugueses,

nuestro mayor drama entre los mayores

de los dramas portugueses

es este apego hereditario a la Forma:

Al modo de decir, a los puntitos en las ii,

a las comas correctas, a las cuartetas perfectas,

a la estilística, a la estética, a la bombástica,

a la llave de oro del soneto vacío

que pone blanduras de esclavitud

dentro de lo que pensamos

de lo que sentimos

de lo que escribimos

de lo que hacemos

de lo que mentimos.
 

 

Anti-Soneto

                                                                                     Ao Mário Saa

 

O nosso drama de portugueses,

O nosso maior drama entre os maiores

Dos dramas portugueses,

É este apego hereditário à Forma:

Ao modo de dizer, aos pontinhos nos ii,

Às vírgulas certas, às quadras perfeitas,

À estilística, à estética, à bombástica,

À chave de ouro do soneto vazio

– Que põe molezas de escravatura

Por dentro do que pensamos

Do que sentimos

Do que escrevemos

Do que fazemos

Do que mentimos.

 


Versión Pedro Marqués de Armas 

 


domingo, 17 de septiembre de 2023

Un motete muy adulto

 


Gerardo Deniz



Ítem la vocación,

recordemos que, salvo en la adolescencia, todo animal se

entristece después del poema, y abstengámonos.

Los péndulos de Foucault, la monja Hroswitha, los

magdaleones, la imbecilidad crónica de aquel jansenista:

cualquier tema es riesgo a estas alturas.

Con diecisiete años se sabe mucho pero da vergüenza

(es lo que me pasaba tanto en el cincuenta y uno). Luego

llega la genuina consciencia, con una ese intercalada

para mayor claridad,

y ahí nos hallan, bebiendo brandy en la noche negra,

teniendo ya en cuenta casi todo.



miércoles, 6 de septiembre de 2023

Rezar con los pies



 Dolores Labarcena


Sin capa, esclavina, bordón ni zurrón, ni siquiera sandalias, como alude el Códice Calixtino en lo relativo a la vestimenta y complementos indispensables para realizar el Camino de Santiago. ¿Nosotros? Fieles a nuestro tiempo. Como todo peregrino del siglo XXI, adquirimos nuestra indumentaria gracias a blogs y webs especializados en turismo espiritual. Todos -a excepción de algunos excéntricos- recomiendan apertrecharse en Amazon y Decathlon. Y así lo hicimos. Compramos mochilas, jerséis, chubasqueros, camisetas, calcetines, gorras, botellas de agua de acero inoxidable, etc.

Luego de las gestiones terrenales: pasajes y reservas de hoteles, emprendimos nuestro camino por Vigo. Es decir, el Camino Portugués de la Costa. Mar. Bateas de acuicultores. Azul intenso. Según Nietzsche, “solo tienen valor los pensamientos que nos vienen mientras andamos”. Esta frase se hizo presente cuando sufrí un pequeño percance que casi me deja fuera del camino. Irónicamente, cuando fuimos a buscar las credenciales que nos servirían para obtener la Compostela -o Compostelana como se le conoce- rodé escaleras abajo desde el pórtico de la iglesia de Santiago el Mayor hasta la acera (a una altura poco menor de un metro). Y el pensamiento que me vino después de esa caída fue andar para pensar. O pensar para andar, pues tenía el firme propósito de seguir como Bretenaldo o santa Brígida de Suecia. Milagrosamente bastaron thrombocid y unos masajes.

Al partir P. colocó en el bolsillo exterior de su mochila Tipos de Agua de la Carson; mientras yo me decanté por Silencio, del ya desaparecido monje budista zen Thich Nhat Hanh. Confieso que dicha travesía se mostraba para ambos como un reto un tanto difícil de batir. Debíamos caminar 101 kilómetros en cuatro días para llegar a Santiago de Compostela. Detrás el Puente de Rande. Los primeros 25 kilómetros anduvimos como tocos blanquinegros en la Patagonia. Peregrinos avezados nos superaban como si se tratase de una maratón. Incluso hubo ciclistas que nos sermonearon por tomar rutas equivocadas, pues cómo íbamos a perdernos “lo auténtico”, como dijo uno de ellos mostrándonos sus poderosos gemelos. Todo está señalizado para que no te salgas del camino, porque ojo, ¡también existe la variante espiritual!, con guías y senderos para la contemplación. Un camino esencialmente para turigrinos. Peregrinos-turistas que cruzan en barca la bahía de Vigo y, a la par se deleitan con zamburiñas y vinos gallegos mientras disfrutan del atardecer y sus maletas ya están a buen recaudo en la casa rural que alquilaron por Booking.

En Redondela bares y souvenirs. Al principio de una pendiente inclinada, el gaitero. Le pregunto si tiene sello. Y me responde con una disyuntiva: ¿sello o gaita? Por avanzar lo más rápido en la cuesta escojo el sello. Él me dice que podía escoger ambos. Encuentro lógico lo del no decidirse por ninguno. No escogiendo, pensando en la Teoría del caos, te abres al infinito de posibilidades. Sin embargo, al pedirle que tocara la gaita y me timbrara la credencial, me dijo que no era un payaso. Que, si pagaba, tocaba la gaita, pues nadie es payaso de gratis. Y pagué. Conchas de vieira a dos euros; a uno los imanes con la cruz. Una peregrina avanza lenta y penosamente apoyada sobre bastones. Encomendaba con fervor al hijo de Zebedeo la cura de sus meniscos subiendo aquellas vías empedradas. Sol. Viento suave. Con paso animado una troupe de escolares canta Bizcochito de Rosalía. Llegamos a Arcade. Comimos un tentempié a orillas del río Verdugo.   

Un espécimen que no falta en el camino es el peregrino que hace del camino un modo de vida, como en los versos del Mío Cid: “Por necesidad cabalgo…”. Este peregrino -en honor a la verdad, es como la mosca en la leche, ya que por el camino pasan, y no todos repiten, millones de personas al año: católicos, budistas, ecologistas, hinduistas, gnósticos, ateos, gente variopinta en busca de sentido, en busca de silencio interior- encarna al pícaro que vive de la caridad. Y la caridad se muestra en cada albergue. Albergues muy bien gestionados tanto por instituciones religiosas como asociaciones altruistas -también los hay privados-, donde los peregrinos, si no están llenos -siempre hay overbooking en los albergues-, pernoctan por donativos voluntarios. En estos sitios ofrecen camas limpias, ducha caliente, wifi y, en ocasiones, desayuno gratis. En fuentes consultadas, los parroquianos de las diferentes rutas de España que conducen a la tumba de Santiago el Mayor, pensaban -esto siglos ha- que el peregrino era un sacrificado espiritual, y, por ende, debía dársele hospitalidad y ser tratado como el mismísimo Jesucristo. Por desgracia para el peregrino que hace del camino un modo de vida, pronto se le acabará el chollo. Esa idílica visión ha sufrido un cambio sustancial con el devenir de la globalización y la Era digital. El Camino de Santiago se ha convertido en un negocio que va viento en popa, un fenómeno transversal, donde confluyen la religión, la economía, la cultura, y la gastronomía de la región. Después de cenar zorza gallega y arroz con merluza, subimos a un mirador para observar en su gracia y extensión la bahía de Vigo.

De pasada vimos Pontevedra. Ciudad de luz donde sirven generosas tapas al pedir cervezas. Sellos en el Santuario de la Virgen Peregrina. Por un mal cálculo, ese día recorrimos 30 kilómetros. En cada casa un hórreo. En cada pueblo un cementerio. El ruido del agua y la sombra de los senderos nos estimularon de manera grata. Más tarde, y en una subida sin fin, casi a 5 kilómetros apartados del camino, llegamos, parafraseando al Quijote, a un lugar de Galicia de cuyo nombre no quiero acordarme.  Aquello parecía El discreto encanto de la burguesía, cuando los personajes entran en un restaurante y están velando al dueño. Nos quedamos absortos con el recibimiento. Nada menos que con una jarra de agua y par de toallas de playa para bañarnos en una piscina. ¡Esto a las seis de la tarde, con las mochilas que encorvaban nuestras espaldas y múltiples ampollas en los pies! Llevábamos caminando lo mínimo ocho horas. Y pregunté, con la ecuanimidad que adquiero, no sé por qué, en situaciones engorrosas: ¿ofrecen cena? Ella, la señora que nos alquiló la habitación en la supuesta casa rural -digo supuesta porque más bien era una casa en las afueras de una urbanización, allí no había monte, ni animales, menos servicio de bar, ¡agua y toallas de playa!  no precisamente a un precio módico- respondió inflexible, con un no taxativo, con un no tan sobredimensionado como su piscina, que ella, ¡Señor, aparta de mí este cáliz!, solo ofrecía desayuno.

P., extenuado, hizo visible su parte estoica y recorrió dos kilómetros o más, para comprar suministros y no morir por inanición. Este hecho, sin ansias de comparar nuestra nimia experiencia, me dio pie para sacar a colación un fragmento del diario de desventura de Jean Bonnecaze, quien partiera de Francia hacia Finisterre en 1748, ¡sin documentación ni dinero!, pero con fe inquebrantable y resistencia: “Al llegar a Viana, estaba muy débil por la sangre que había perdido y por la miseria que sufrí; como solo podía caminar despacio, mis camaradas estaban disgustados por esperarme; en esta pequeña ciudad, cada uno nos distribuimos para pedir limosna, quise esperarlos fuera de la ciudad, los esperé hasta la noche, nadie apareció. Dormí en este lugar y al día siguiente me fui solo y supe que habían tomado otra ruta a través de las montañas; me abandonaron”. En los años que llevamos P. y yo, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ninguno de los dos ha defraudado al otro. Es un pacto tácito. Siempre nos unimos ante la adversidad. En este caso la adversidad era de cariz gastronómico. Al otro día salimos repletos de energía, renovados por el sueño reparador, cada vez con más fuerzas para enfrentar el camino, ubicados en el aquí y el ahora, siguiendo los pasos de Thich Nhat Hanh. Inhalar y exhalar. Inhalar y exhalar. Inhalar y exhalar. Desayunamos en un bar muy chulo 10 kilómetros después, precisamente en Caldas de Reis.  

Dejado atrás el episodio buñueliano, seguimos hacia Padrón, quedándonos en Pontecesures, donde nos hospedamos en un hotel, que fuese la casa natal de Raimundo García Domínguez, más conocido como Borobó, escritor y periodista gallego. Habitación con decoración art déco y una imitación sobre el cabezal de la cama de El Beso de Klimt. Cervezas. Cena frugal. Casi al dormirnos, le hablo a P. del eremita Paio, quien descubriera la tumba de Santiago el Mayor.  P. en cambio me leyó “Muerte sin fin” de Gorostiza. Antes de partir café y tarta de almendras. 

Puente medieval. Río Ulla. Restos celtas. Vistas del amanecer. Un grupo de peregrinos nos pasa por delante. También nosotros les pasamos a otros, y así nos vamos alternando. Según P. el camino no tiene edad. Vimos jóvenes arrastrándose y octogenarios que volaban por la Vía Romana. ¿Quién adelanta a quién? Parafraseando a Meyer, peregrinar es rezar con los pies. Atravesamos viñedos. Comí uvas hasta saciarme. El jugo, como la sangre, se escurría entre mis dedos, imagen sacra y a la vez erótica que observé con atención plena. P. entretanto comía plátanos. Una furgoneta vende pescados a domicilio. Tractores. Caballos. Perros que ladran. Cielo ligeramente encapotado y luego una lluvia finísima. Nada es permanente. Cervezas, sellos y Coldplay de fondo en el quiosco donde nos guarecimos. Media hora más tarde, embutidos en los chubasqueros, volvimos al camino. Al mirarnos, una extraña euforia nos sobrecoge, hace temblar la tierra bajo nuestros pies. Nunca caminamos por caminar, más bien para descubrir quiénes somos. “¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo, ay, una ciega alegría, un hambre de consumir el aire que se respira…”. Sin capa, esclavina, bordón ni zurrón, llegamos a la catedral. A los pies de Santiago el Mayor dejé un cerillo y mis ansiadas peticiones. No vimos el botafumeiro, pero desandamos la ciudad entre gozosos y aturdidos. Terminamos en el Gato Negro. Bebimos Ribeiro de barril en taza.


 

                                                    28 de agosto-1 de septiembre de 2023