Dolores Labarcena
“Sus conocimientos sobre el
mundo exterior son muy rudimentarios. No obstante, podemos afirmar que los
pobladores de las islas Utu-Palinos tienen una percepción de la existencia y lo
sagrado que no dista mucho de la de un neozelandés, un europeo o un mongol”,
señala Kimba Mangarla en una de las páginas de Oceania, hell or
paradise? En 1980 esta antropóloga australiana sacó a la luz un libro
apocalíptico sobre las causas y consecuencias de las tasas de criminalidad en
Utu-Palinos (obra que le valió veinte años de ostracismo académico). Pionera en
el estudio de las tribus caníbales de Oceanía, en 1974 la CEAB, Cátedra de
Etnología Adolf Bastian con sede en Kontaka, le encargó que recopilara, con el
apoyo de Jackson Poll, fotógrafo, escritor, psicoanalista, y gran conocedor de
las lenguas de los aborígenes, todo lo concerniente a cultura, política,
religión y economía de esa zona geográfica.
Cuando en 2013 fui invitada al ashram de Osho en Pune, tuve la oportunidad de conocer a varios gurús de renombre internacional, entre los que se encontraba Waku Phamafuta. Le ahorro al lector los detalles del retiro y los hilos que moví para que me presentasen al líder espiritual de los mecherewamchere. Dos meses más tarde, y llena de expectativas, por fin visité las Utu-Palinos. Sin embargo, mi mayor interés (esto se lo debo a Kimba Mangarla) residía en la visión un tanto excéntrica, por exceso o por defecto, que me había formado de los nativos de Isla de las Culebras o Chilum Bachowopsa en lengua mechere cuando leí Oceania, hell or paradise? Paul Jones, vicepresidente de AACSO, Asociación de Alternativas, Convivencia y Sostenibilidad de Oceanía, me acompañó en el viaje.
“Los árboles son frondosos,
de un verde intenso. Hay cocodrilos, petauros del azúcar, casuarios de Ceram.
Con todo, cuestión que no deja de asombrarme, los mecherewamchere no comen otra
cosa que no sea culebras y minga. La minga es una especie de musgo marrón. De acuerdo con Andrew Jenkins, (primer australiano que pisó Chilum Bachowopsa a inicios
de los setenta y que hizo el cuento a través del diario, documento
imprescindible para la antropología que cayó en mis manos gracias a la
mediación de Jackson Poll y el líder espiritual de los mecherewamchere) su
sabor es parecido a la cañandonga. El promedio de vida de los mecherewamchere
es de treinta a cuarenta años. Las principales causas de mortalidad hasta la
fecha son los asesinatos entre tribus, la viruela y el canibalismo. Sus fuentes
de ingreso provienen del tráfico ilegal de madera, corales, y una especie
típica de Chilum Bachowopsa, el píndalo. Minuciosamente descrito por Andrew
Jenkins, “el píndalo es un marsupial familia
del quokka y el possum. Su tamaño no excede al de un gato doméstico. El pelaje
es gris; dorso, vientre, patas y cola de un rojo cobrizo. Posee un hocico en forma de cono y largos bigotes. Ojos grandes, oscuros. Ocho incisivos
coronan su mandíbula estrecha. La cola se parece a la de un zorro, la
diferencia radica en que es prensil. A pesar de que sus patas son cortas, el
píndalo es ágil. Usa las garras delanteras para protegerse y alimentarse.
Herbívoro, aunque de vez en cuando come hormigas, huevos y reptiles. Nidifica
en árboles, troncos caídos, agujeros de rocas. Animal poco sociable. Al
sentirse en peligro emite silbidos que no cesan. Por tal motivo los
mecherewamchere pueden cazarlo incluso de noche”. Muy cotizado en
Filipinas, además de sus fines gastronómicos del hígado de píndalo se extrae
un aceite muy peculiar que, entre otras cosas, sirve como afrodisiaco y para curar las almorranas.
Los mecherewamchere viven en
las copas de los árboles a una altura no menor de cuarenta metros. La choza se
fabrica con una técnica ancestral que garantiza la impermeabilidad durante los
periodos de lluvia. Sostenida por cayados y pilastras, sus muros son de fibra
vegetal y los techos de palma. El acceso a tan peculiar morada se realiza a
través de una escalera tallada en el tronco madre, o central. Este método de
construcción se concibió, ya que los mecherewamchere por siglos fueron
animistas, para protegerse de los malos espíritus, las inundaciones y los mosquitos.
Waku Phamafuta es el líder
espiritual de los mecherewamchere desde 1972. Se especula que fue él quien
introdujo el coffinismo en Chilum Bachowopsa. Esta doctrina nació en Punyab
cuando en el resto del mundo estaban en boga el nuwaubianismo o la cienciología.
Su ideólogo fue Edgar Coffin, un veterano del Ejército del Raj Británico que
después que un Bentley atropellara mortalmente a su esposa inválida en Nueva Delhi
llegó a la conclusión de que las religiones abrahámicas no eran el camino asfaltado por el Ser Superior para alcanzar el “moksha”. Esto lo llevó a tomar prestado del
zoroastrismo la figura de Ahura Mazda, del sintoísmo los kamis, y del sijismo,
la figura que representa a Dios en la tierra, el gurú.
El coffinismo pregona que
siempre ha existido y siempre existirá. Tal como asevera el Yanú, texto
escrito por Edgar Coffin: “Para fundirnos y confundirnos en uno solo, la
salvación individual pasa por la aceptación de que Ahura Mazda es el Creador
increado o arjé, principio de todo. Por lo tanto, es Ahura Mazda quien creó los
cinco kamis o espíritus de la naturaleza: madera, fuego, tierra, metal y agua.
Los kamis son los encargados de premiar o castigar al hombre. Las ceremonias
para reverenciar a los kamis incluyen purificación con yerbas, rezos, ofrendas y
danzas. La meditación en el coffinismo pretende llevar al alma a un estado
primigenio de libertad y goce infinitos. Los votos son la felicidad perenne, la
rectitud, la equidad entre castas y la no violencia. En el coffinismo el
representante por antonomasia de Ahura Mazda o Creador increado es el gurú, el
cual oficiará de líder espiritual hasta su total desmaterialización. El sucesor
es escogido por el propio gurú. Como identificación, los coffinistas portarán
un amuleto en el cuello que representa la lucha de un lobo y una oveja. Símbolo
de yuxtaposición entre la vida y la muerte, la luz y las tinieblas”. Con tales
fundamentos Edgar Coffi atrajo a hippies, shudrás, dalits e invisibles y abrió
un ashram al que bautizó Olxaatma. Al llegarle los rumores de la naciente doctrina, el joven Nayath Kumar, quien pertenecía a la casta de los parias, vio la luz después del túnel y escapó a Punyab. Muy pronto se convirtió en hijo adoptivo del gurú británico y, además, en el discípulo más
aventajado. Igualmente pronto el gurú británico lo
consagró como su único sucesor en el río Jhelum.
En 1967 Edgar Coffi y Nayath
Kumar abandonaron Olxaatma dejando a su libre albedrío dos vacas y ciento
treinta y siete bocas. El recorrido que hicieron es difícil de trazar. Se rumorea que peregrinaron por Sri Lanka y Manipur. La cuestión es que en 1972
desembarcaron en Chilum Bachowopsa. Al llegar, y esto lo narra el propio Nayath
Kumar, lo primero que vieron fue a una turba de nativos con cerbatanas
esperándolos en la orilla. Discípulo y maestro no sintieron temor. Al
contrario, para demostrarles a los mecherewamchere que venían con una Verdad
sanadora y trascendental, Edgar Coffi, que por entonces contaba ochenta y nueve
años y atestiguaba que esa sería su última reencarnación, se sentó en padmasana
con los ojos cerrados bajo el aire estremecido de un monzón de abril. Por su
parte Nayath Kumar dice que alzó un báculo con una tira verde y siete
cascabeles amarrados, lo agitó en el aire, y lo plantó en la arena. Esta escena
fue interpretada por los mecherewamchere como un obsequio de ultramar. Por lo
que, el destino de Edgar Coffi se reveló súbitamente acabando del mismo modo
que Andrew Jenkins, en una cazuela. El trato que le dieron a Nayath Kumar fue
diverso. Siendo hindú, con aquella piel cetrina, túnica blanca y barba hasta el
plexo solar, les hizo creer que era Yamma, espíritu de la lluvia.
El 15 de agosto, según el
calendario de Zoroastro, en Chilum Bachowopsa se celebra el año nuevo. Días
previos observé la dedicación de los mecherewamchere, los cuales desmontan sus
chozas al ritmo de un tambor monótono que va in crescendo a
medida que prospera el desguace. A propósito de mi curiosidad, Nayath Kumar,
rebautizado por los mecherewamchere como Waku Phamafuta, me aseguró que no
existen casos aislados de canibalismo. Que el canibalismo, junto al culto a
ídolos ajenos, forman parte del pasado. Por tanto, y porque la memoria es
traicionera, era tan importante dicha festividad. Asimismo, agregó que,
despojándose de lo viejo, es decir, de las viviendas construidas un año atrás,
con la depuración transformadora, los cinco kamis traerían paz mental y amor al
prójimo. Al indagar, pues comíamos puerco asado en púa y demás vituallas que
complacen estómagos golosos si la dieta de los mecherewamchere tenía que ver
con el coffinismo, Waku Phamafuta, con bonachona simpatía mientras espantaba
moscas chancleta en mano, respondió que "el coffinismo es
la doctrina más laxa que existe puesto que aúna todas las manifestaciones de la
Divinidad. Pese a ello, los mecherewamchere han sido castigados por los kamis por comer carne humana, que no es juego. Además del ayuno, medio eficaz para
alcanzar la iluminación y librarse de la rueda kármica, son totalmente libres
de comer lo que más abunda". ¿Y qué es lo que más abunda en Chilum Bachowopsa? Culebras y minga.
Desconozco cuándo los kamis o
espíritus de la naturaleza levantarán el veto a los mecherewamchere. También
desconozco las toneladas de madera que los mecherewamchere arrojaron a orillas
de la playa en presencia del vicepresidente de AACSO. Lo que sí sé es que, al
prenderle fuego, y estaba alejada de semejante columna ardiente lo mínimo
trescientos metros, o más, me pregunté si Kimba Mangarla había vivido una
experiencia tan traumática como esa, porque si la vivió, la omitió
intencionalmente en Oceania, hell or paradise? Las lenguas de
fuego subían, bajaban, se arremolinaban, daban fuete a diestra y siniestra.
Waku Phamafuta, que estaba sentado dentro de una grúa, se encargaba de eliminar
el mal con el mismo limpiaparabrisas que espantaba palos, chispas, y toda roña.
A dos youtubers austriacas, un ecologista chileno de origen armenio, Paul y a
mí nos ubicaron en un altar parecido a la silla de un árbitro de tenis,
debajo, un grupo de mecherewamchere ataviado con cerbatanas y caretas de
píndalo bailaba en torno a nosotros cambiando de dirección cada vez que el
mecherewamchere-guía soplaba algo semejante a un didyeridú. Más o menos a las cuatro de
la tarde del cielo comenzó a caer un polvo finísimo que nos hizo parecer, sin
exagerar, a los cuerpos petrificados de Pompeya. Al vernos con aquel color
grisáceo, Waku Phamafuta bajó el brazo de la grúa y soltó una balsa de agua
sobre la pira exánime. Fue entonces cuando derribaron nuestro altar y comenzó
la verdadera fiesta, la cual consistía, en medio del humo, la poca visibilidad
y el desorden imperante, en tirar cenizas a los convidados hasta sepultarlos
vivos. Concluyendo, y espero no herir sensibilidades, teniendo en cuenta la
campaña antiextinción que actualmente realiza la ONU para proteger y dar voz a
las minorías vulnerables del planeta, aún espero las declaraciones de la Asociación de
Alternativas, Convivencia y Sostenibilidad de Oceanía en lo tocante a la
integridad física de Paul Jones y Kevork Karapetyan González, desaparecidos en Utu-Palinos desde 2013.