sábado, 23 de diciembre de 2023

Escrito a ciegas

 


Martín Adán 

                             

                        (Carta a Celia Paschero)

 

¿Quieres tú saber de mi vida?

Yo sólo sé de mi paso,

De mi peso,

De mi tristeza y de mi zapato.

¿Por qué preguntas quién soy,

Adónde voy?... Porque sabes harto

Lo del Poeta, el duro

Y sensible volumen de ser mi humano,

Que es cuerpo y vocación,

Sin embargo.

 

Si nací, lo recuerda el Año

Aquel de quien no me acuerdo,

Por que vivo, porque me mato.

 

Mi Ángel no es el de la Guarda.

Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo,

Que me lleva sin término,

Tropezando, siempre tropezando,

En esta sombra deslumbrante

Que es la Vida, y su engaño y su encanto.

 

Cuando lo sepas todo...

Cuando sepas no preguntar...

Sino roerte la uña de mortal.

Entonces te diré mi vida,

Que no es más que una palabra más...

La toda tuya vida es como cada ola:

Saber matar.

Saber morir.

Y no saber retener su caudal,

Y no saber discurrir y volver a su principio,

Y no saber contenerse en su afán...

 

Si quieres saber de mi vida,

Vete a mirar al Mar.

¿Por qué me la pides, Literata?

¿Ignoras acaso que en el Mundo,

Todo de nadas acumuladas,

De desengrandar infinitudes,

No si no un trasgo

Eterno, sombra apenas de apetito de algo?

 

La cosa real, si la pretendes,

No es aprehenderla sino imaginarla.

Lo real no se le coge: se le sigue,

Y para eso son el sueño y la palabra.

¡Cuídate de su atajo!

¡Cuídate de su distancia!

¡Cuídate de su despeñadero!

¡Cuídate de su cabaña!

 

¿Quién soy? Soy mi qué,

Inefable e innumerable

Figura y alma de la ira.

No, eso fue al fin... y era el principio,

Antes de donde el principio principia.

Soy un cuerpo de espíritu de furia

Asentada de aceda ironía.

No, no soy el que busca

El poema, ni siquiera la vida...

Soy un animal acosado por su ser

Que es una verdad y una mentira.

 

¡Es tan simple mi ser, y tal ahogo,

Con punzada de nervio y carne!...

Yo buscaba otro ser,

Y ése ha sido mi buscarme.

Yo no quería ni quiero ya ser yo,

Sino otro que se salvara o que se salve,

No el del Instinto, que se pierde,

Ni el del Entendimiento, que se retrae.

 

Mi día es otro día,

Algún no sé dónde estarme,

A dónde no sé ir en mi selva

Entre mis reptiles y mis árboles,

Libros y cementos

Y estrellas de neón,

Mujeres que se me juntan como la pared

 -   y como nadie... o como madre,

Y el recién nacido que sobre mí llora,

Y por la calle

Toda las ruedas

Reales y originales.

Así es mi vida cabal,

Hasta la última tarde.

 

El Otro, el Prójimo, es un fantasma.

¿Existe el aire,

Donde te asfixias y recreas

Respirando, tu cuerpo inane?

¡No, nada es sino la sorpresa

Eterna de tu mismo reencontrarte

Siempre tú los mismos entre los mismos muros.

 

De las distancias y de las calles!

¡Y de los cielos estos techos

Que nunca me ultiman porque nunca caen!

 

Y no alcancé al furor de lo divino,

Ni a la simpatía de lo humano.

Lo soy y no lo siento ni así me siento.

 

Soy en el Día el Solitario

Y el absoluto en la Zoología si pienso,

O como carnívoro feroz si agarro.

¿Soy la Creatura o el Creador?

¿Soy la Materia o el Milagro?

¡Qué mía y qué ajena tu pregunta!...

¿Quién soy? ¿Lo sé yo acaso?

 

¡Pero no, el Otro no es!

¡Sólo yo en mi terror o en mi orgasmo!

 

¡Y con todos mis sueños resoñados,

Y con toda la moneda recogida,

Y con todo mi cuerpo, resurrecto

Tras cada coito, ciego, vano, sin pupila!...

 

¡Cuando no seas nada más que ser,

Si llegas a la edad de la agonía!...

¡Cuando sepas, verdaderamente,

Que es ayuntamiento de muerte y vida!...

¡Entonces te diré quién soy,

Seguro, sí, que ya sin voz, Amiga!

 

Que se curan con hierbas eficaces

Los puros animales que te hablan

Allá, entre piedras inmateriales

El mundo real y la ciencia humana,

Donde, con una pelota

Los muchachos aparentes hediondos gozaban.

Sí, la vida es un delirio así, y sin embargo,

En esa vida no estuvo mi nada,

Ninguna, pero real, pero celeste o volcánica.

 

¡Qué tarde llega el Tiempo

A su punto de olvido o de sensibilidad!

Viene arrastrando, como el aluvión,

De cúmulo, de suelo, de humanidad.

 

Que se curan con hierbas eficaces

¡Cuán inesperado y desesperado cualquier ya,

Todo yo que cae con el Tiempo

Desde nunca siempre y para siempre jamás!

¡Qué madrugada eterna no dormida

Lo del revolverme en el hacer y en el pensar!

 

La Soledad es una roca dura

Contra la que arroja el Aire.

Está en cada pared de la Ciudad,

Cómplice, disimulándose.

Me arrojo o me arrojo, sin cesar

Yo soy mi impedimento y mi crearme.

 

La Poesía es, Amiga,

Inagotable, incorregible, ínsita.

Es el río infinito

Todo de sangre,

Todo de meandro, todo de ruina y

 arrastre de vivido...

¿Qué es la Palabra

Sino vario y vano grito?

¿Qué es la imagen de la Poética

Sino un veloz leño bajo un gato írrito?

Todo es aluvión. Si no lo fuera,

Nada sería lo real, lo mismo.

 

El Amor no sabía

Sino tragarse su substancia

 

Y así la Creación se renovaba.

Todo me era de ayer, pero yo vivo;

Y a veces creo, y a la Vez me amamanta.

 

No soy ninguno que sabe.

Soy el uno que ya no cree

Ni en el hombre,

Ni en la mujer,

Ni en la casa de un solo piso,

Ni en el panqueque con miel.

 

No soy más que una palabra

Volada de la sien,

Y que procura compadecerse

Y anidar en algún alto tal vez

 

De la primavera lóbrega

Del Ser

No me preguntes más,

Que ya no sé...

 

Supe que no era lo que no era, no sé cómo,

   - y toda era

Hasta la cosa de mi nada.

Y fui uno no sé cuándo,

Persiguiendo, por entre numen y maraña

Dentro de ella, yo, nacido y flaco, ya con

 todas las armas,

Yo por todo paso que me hacía,

A ello persiguiendo... a la palabra

A cualquiera,

A la madriguera o a la que salta.

 

Si mi vida no es esto

¿Qué será la vida?... ¿Adivinanza?...

Que me dé tiempo el Tiempo, a más del suyo,

Y yo me reharé mi eternidad;

Lo que me falta,

Porque la eché... me estuvo un momento demás.

¿Sabes de los puertos encallados,

Del furor y del desembarcar,

Y del cetáceo con mojadísimo uniforme,

Que no nada y cae ya?

¿Sabes de la ciudad tanta,

Que no parece ciudad,

Sino cadáver disgregado,

Innumerable e infinitesimal?

 

Tú no sabes nada;

Tú no sabes sino preguntar,

Tú no sabes sino sabiduría

Pero sabiduría no.es estar

Sin noción de nada, sino proseguir o seguir

A pie hacia el ya.



miércoles, 20 de diciembre de 2023

Paola Udovic



J. Rodolfo Wilcock


Paola Udovic es la imagen del sufrimiento, pero no hay que imaginarla como una mujer que tiene como rostro la máscara de la tragedia o algo parecido: Paola Udovic fue mucho más allá en la tragedia, y ahora sólo se la puede comparar a una pila de trapos en lenta combustión, a una maraña de dolor sin forma, a una esponja embebida en atrocidades abandonada en el desierto dentro de una cuenca de arena árida, de la que se desprenden filamentos de angustia, súbitos temblores de desesperación, náuseas como regueros de lava, gritos inaudibles y convulsos, horrores hirvientes. Acercársele se ha vuelto casi imposible, ya de lejos algo nos cierra la garganta, luego las lágrimas nos brotan de los ojos, aros de hierro ardiente sujetan nuestros miembros, no se puede sino huir de ese centro de congoja, de ese núcleo de pena que es la pobre Paola. ¿Y qué consuelo podría dársele a semejante, vertiginoso desconsuelo? Así como a cada uno de nosotros, además del dolor, nos acecha su castigo que es la soledad, Paola Udovic, que reúne en sí todos los sufrimientos, está indescriptiblemente, cósmicamente sola. Aunque parezca extraño, en su soledad canta; aunque parezca extraño, su canto es dulcísimo, purísimo: que semejante melodía pueda elevarse de ese amasijo de restos en fermentación, sorprende: que la congoja haya transformado a una mujer particularmente poco dotada como Paola Udovic en una fuente siempre renovada de éxtasis canoro, sorprende aun más. Pero lo más sorprendente de todo es esta transmutación del dolor en regocijo de los sentidos y del espíritu, como si la mísera carne humana fuese el vehículo de algo inefable que extrae mayor fuerza expresiva de su mortificación, y de su muerte, vida. ¿Sabrá Paola Udovic que es portadora de una manifestación tan sublime? Y si lo sabe, ¿cómo no se siente supremamente dichosa?


Traducción Ernesto Montequín


El libro de los monstruos, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1978. 


martes, 5 de diciembre de 2023

Tocando el ukelele


Malcolm Lowry


Epitafio

Malcolm Lowry
Difunto de Bowery
Su prosa era florida
Y a veces reñía
Vivió, de noche, bebió, de día,
Y murió Tocando el ukelele.

 

Rilke y Yeats

Ayudadme a escribir.
Mostradme las puertas
Donde las reglas están,
Y la jaula que
Mi alma mira atentamente,
Donde mi valor
Ruge entre las rejas.

 

Extraña tipografía

Yo escribí: “en la oscura caverna de nuestro nacimiento”.
El impresor puso “taberna”, lo que parecía mejor:
Pero en eso reside el motivo de nuestra risa,
Dado que en la página siguiente “muerte” aparece como “suerte”.
También puede ser que la palabra de Dios sea “distracción”
Y en nuestra extraña tipografía aparezca “destrucción”,
Lo que es cruel.

 

Tras la publicación de “Bajo El Volcán”

El éxito es como un terrible desastre
Peor que tu casa ardiendo, los ruidos del derribo
Cuando las vigas caen cada vez más deprisa
Mientras tú sigues allí, testigo desesperado de tu condenación.

La fama como un borracho consume la casa del alma
Revelando que sólo has trabajado para eso-
¡Ah!, si yo no hubiese sufrido su traidor beso
Y hubiese permanecido en la oscuridad para siempre, hundido y fracasado.

 

Traducción de Mariano Antolín Rato