Jorge Carrión
Recuerde este nombre, porque es
el nombre de un genio: Stafford Beer (1926-2002). El padre de la cibernética de
gestión dijo: “Un sistema autoorganizado debe estar siempre vivo, no
finalizado, ya que finalización es un sinónimo de muerte”. El proyecto Cybersyn
–digno de una serie de J. J. Abrams– estuvo muy vivo durante 1972 y 1973, nunca
se acabó de definir y murió tras el golpe contra otro genio, este sí conocido,
Salvador Allende, a manos de ese antigenio absoluto y genocida llamado Augusto
Pinochet.
Solamente 10 años después de que
el Departamento de Defensa de Estados Unidos alumbrara Arpanet, que es
considerado como el primer protointernet, Cybersyn (sinergia cibernética) o
Synco (sistema de información y control) llegó a controlar información
económica proveniente de todos los rincones del país andino, gracias a una red
tecnológica llamada Cybernet. Todas las empresas chilenas nacionalizadas
remitían sus cifras de consumo y producción por télex a un centro ubicado en
Santiago. La foto que documenta la sala de control podría pertenecer perfectamente
a 2001: Una odisea del espacio. Muestra siete butacas blancas, con teclados en
los apoyabrazos, encaradas hacia las grandes pantallas en las paredes. Todo
tapizado, plástico y moqueta, estampa pop.
Esa habitación hexagonal “se creó
para ayudar a Allende a implementar su visión del cambio socialista”, leemos en
Revolucionarios cibernéticos: Tecnología y política en el Chile de
Salvador Allende (LOM Ediciones), de Eden Medina. “Sus creadores
esperaban que los más importantes miembros del Gobierno la utilizaran para
tomar decisiones rápidas basadas en datos en tiempo real y en una visión
macroscópica de la actividad económica nacional”. Fue el resultado del
encuentro entre la política y la ciencia, entre Fernando Flores (hombre de
confianza del nuevo presidente) y Stafford Beer, el visionario británico que no
dudó en subirse a un avión para atravesar el Atlántico e irse a diseñar,
cablear y pixelar la utopía.
El
programa llegó a controlar información económica proveniente de todos los
rincones del país andino, gracias a una red llamada Cybernet
Aunque fuera sin duda un intento
de Internet socialista, de Big Brother o Big Data utópico, ni militar ni
capitalista, lo cierto es que la información llegaba como electricidad pero se
procesaba manualmente: cuatro diseñadoras gráficas preparaban las diapositivas
con los gráficos que se proyectaban en esas pantallas dignas del porvenir. Lo
analógico era tan o más importante que lo digital, porque el proyecto no tuvo
tiempo de alcanzar la maduración necesaria para ser realmente efectivo. El 10
de septiembre de 1973 se tomaron medidas para instalar la sala de control en el
Palacio de la Moneda; pero al día siguiente se acabó todo.
Beer se propuso, en sus propias
palabras, “implantar un sistema nervioso electrónico en la sociedad chilena”;
pero tanto él como el presidente estaban de acuerdo en una cuestión
fundamental: no era ético espiar a los ciudadanos. Por eso no pudieron prever
el golpe. ¿Qué debieron pensar los soldados de Pinochet cuando se encontraron
la sala de control y la máquina de télex? Ellos provenían del pasado, de la
Edad Media, de la noche oscura de los oscuros tiempos, y se topaban de pronto,
sin transición ni analgésico, con un futuro que no podían ni querían entender:
condenado a nunca ser. Así que destruyeron la maquinaria y apagaron la luz.
Tomado de El País, 30 DIC 2014
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