domingo, 11 de enero de 2015

El beso de la muerte y del exilio





Josefina Ludmer


Este homenaje –In memoriam Puig: Sarduy‐ lleva un título literario que forma un espejo con los dos puntos entre los dos escritores. Ese espejo de nombres se refiere también a las escrituras de Puig y Sarduy, acosadas de dobles y reflejos. El título trasciende las inquietudes literarias al presentarlo como un homenaje a la memoria de dos escritores latinoamericanos que no solo cambiaron la representación en América latina, sino que además murieron de sida y en el exilio.

Quisiera unirme a homenaje y al título en espejo del congreso con algunos recuerdos personales de estos escritores que se asocian para mí con el espíritu de los ’60 y los ’70, con la transgresión y la revolución de los ’60 y los ’70. O sea con la modernización literaria en América latina. Con Puig fuimos bastante amigos a principios de los ’70: cultivábamos lo viejo y salíamos a vagar de noche por las zonas viejas de Buenos Aires, y veíamos películas viejas y fuimos juntos a brujos y tarotistas. Vivía con sus padres. Las paredes de su cuarto estaban tapizadas de fotos de estrellas y eso me fascinaba y me hacía revivir mis 13 años. Nunca hablábamos de literatura, sino de nuestros nombres o nuestra presencia pública en la sección literatura. Puig pudo ver claramente la relación directa entre los medios y la literatura que se abrió en América latina en ese mismo momento. Escribía de mañana, iba todos los mediodías al correo y a la tarde visitaba sistemáticamente, cada dos o tres días, a los amigos de las redacciones de los diarios y revistas de moda en aquellos años. Les llevaba su foto estilo Tyrone Power y alguna novedad sobre su obra.

En Buenos Aires, en esos años, Puig era no solo el escritor de vanguardia, sino también “el pesado” de las redacciones.



Unos años más tarde bailé tangos con Sarduy en la Boca, que es el viejo barrio napolitano y proletario de Buenos Aires transformado en lugar kitsch, turístico y pintoresco. El había dado ese día una conferencia donde enunció el ranking literario definitivo. Dijo Sarduy: “Primero Góngora, segundo Lezama, tercero yo”.

Puig y Sarduy no hablaron conmigo de literatura sino de su presencia material en la literatura. Por eso, y por su literatura, los ubicaría en la vanguardia de uno de los momentos más importantes de modernización cultural de América latina en este siglo. Representaron esa modernización desde su vanguardia, y por lo tanto no dejaron de representar la transgresión. En los ’60 se elaboró la equivalencia metafórica entre la violación de los tabúes sexuales y la violación de las normas discursivas que hoy asociamos con la teoría de la textualidad. La transgresión en literatura, las representaciones de la transgresión, casi siempre acompañan los movimientos de modernidad textual y cultural en América latina.

Puig y Sarduy fueron los escritores que representaron la transgresión en todas sus formas: transgresión discursiva, erótica, subversión cultural, literaria y política. Fueron escritores escandalosos, pero yo los reivindicaría hoy como escritores políticos. Fueron acosados por la censura latinoamericana. En el caso de Puig (que es el que más conozco) desde el comienzo mismo de su escritura: La traición fue censurada en España y en la Argentina. Triunfó en Francia, con la edición de Gallimard. En 1973, The Buenos Aires Affair fue secuestrada por la censura porque se representaba allí la masturbación de una mujer. El beso de la mujer araña, prohibida en 1976 por la dictadura militar, ganó en 1982 en Italia el premio a la mejor novela latinoamericana. Allí se representa directamente, sexualmente, la relación transgresiva entre dos revoluciones y sus discursos y cuerpos. La revolución política, la revolución, tenía que unirse íntimamente con la revolución sexual y literaria.

Puig y Sarduy, con sus transgresiones, no solo muestran la nueva relación entre la literatura latinoamericana y los medios, sino toda una configuración literaria nueva, un nuevo modo de representación, y o que eso significó en la cultura latinoamericana, un cambio total, una revolución literaria.

Escribieron textos sobre los signos y la circulación, y también inventaron nuevos tonos y ritmos literarios. Experimentaron con géneros diferentes, y también inventaron nuevos modos de narrar y nuevas subjetividades. Trabajaron con la cultura popular, con su mezcla de localismos y de imperialismos. Y experimentaron con las fronteras y el espacio, con temporalidades múltiples que coexisten, con barbaries o minorías, nacionalidades y voces diversas, posiciones dominantes, márgenes, resistencias y enfrentamientos, exilios y diásporas.



Texto leído en In Memoriam‐ Puig: Sarduy First Yale University Graduate Conference on Spanish and Portuguese Literatures Saturday, February 26, 1994, Clarín, Buenos Aires, jueves 21 de abril de 1994. 



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