Magdalena Duany
Motín
del 47
Aún se conservan documentos,
cartas, certificados de defunción de ambos bandos. Julio Cesar Cordero de León,
biógrafo oficial de Cordia, da fe de ello en Un Líder, un camino: que fue Cordia y no Echemendía quien incitó a
los barequianos a lanzar cócteles molotov en cines, fábricas y hoteles y, a asaltar
por último la radio y la televisión. El hecho se conoció en Barequia como La Revolución
de los Colonios.
Sobre el carácter de los colonios
Aunque recelosos y un tanto
nostálgicos, los colonios son resistentes
a las inclemencias del tiempo; taimados y a la vez pachangueros, aman
empedernidamente el arroz, la tuberina (especie de ñame azul o violáceo) y las bebidas
destiladas. Tienen aptitudes extraordinarias para camuflarse, aprender lenguas, improvisar
discursos, cantar y bailar. Pero no para
trabajar la tierra, tal vez por lo fácil que resulta.
¿No
es verdad que suena bonito?
“Todos los hombres son iguales
y tienen los mismos derechos”. En esta cita se apoyó Cordia cuando instauró
penas como la ejecución por apaleamiento, la horca express y el paredón... Léase
Suplicio en las Islas de Tawanda Dawn.
Quinto
Tratado de la Era de la Rectificación
(Puntos decisivos)
1-Habiendo venido a nuestra
tierra con intenciones divisionistas, oscuras y mercenarias, cumpliremos el
protocolo internacional de enjuiciamiento por alta traición.
2- No habrá linchamientos ni
arbitrariedades por parte de colonios sin rango militar. Ofreceremos al enemigo
todas las garantías legales.
3-La pena capital será
ejecutada en hora y lugar reservados sin presencia de testigos ni prensa.
4- Los cuerpos de los
ajusticiados no tendrán derecho a sepultura. Sus restos no mancillarán a
nuestros sagrados y honoríficos muertos.
Particularidades
de los Fosos del Silencio
Después de la invasión de Playa
Caguao, donde los muertos pacían en las cunetas, Colon Cordia firmó un decreto que
llamó “Derechos del invasor a sepultura en suelo nacional”. En la misma especificaba
que pasadas las 24 horas de exposición a la intemperie, y con el fin de no
comprometer la higiene ni el erario público, el cadáver debía ser trasladado a los Fosos del Silencio.
De estos Fosos hay de sobra en todo lo largo y ancho de Barequia. Solo
alrededor de Ciudad Barequia, la antigua capital de los barequianos, ahora
Coloni Sur, existen veintinueve. Lugar encantador, rodeado de aguas y de una vegetación
lujuriante, dispone de plazas, efigies de próceres, plataformas de observación,
rampas para misiles y tanques de guerra.
Los Fosos del Silencio están
escoltados por espléndidos jardines que los turistas pueden apreciar desde la
terraza de la Torre Cordia, la más emblemática de Barequia. Allí se alza, a 68
años de la liberación, el Fuego de la Libertad.
Pero los Fosos no son otra cosa
que inmensos macizos de hormigón armado, cuya misión es desafiar el rigor del
tiempo. Todos revestidos de una capa de cal que se retoca de tanto en tanto. La
profundidad de dichas construcciones, de aspecto piramidal, varía entre los cincuenta
metros a cien de diámetro, por quince a treinta de alto. Según Stvenson Kent, no
hay tumbas ni osarios en su interior, sino un pozo circular al que se lanzan
los despojos humanos.
La putrefacción no es problema
para nadie, ya que al no tener cubierta, esto es, techos, las legiones de buitres hacen su labor
de higienización.
Todo en Barequia es comedidamente
planificado. Por lo que señala el autor de Rebelión o política en las postrimerías del siglo XX: “Cada Foso del Silencio está resguardado por parapetos de veinte metros de
altura que impiden la vista de aquel formidable y repugnante interior. Y aunque aseguran que no hay un solo nativo traidor, allí se
acumulan, como por ensalmo, generaciones y generaciones de barequianos o
colonios convertidos en montañas de hueso y pelo. No obstante lo arcaico que
pueda parecer el Cordianismo en la Era de la globalización, Colon Cordia tiene el mérito de haber sido el primer
mandatario del hemisferio en erradicar la pena de muerte por garrote vil,
sustituyéndola por otras más expeditas o modernas”.
Magdalena Duany (Quito, 1981). Doctora en Antropología. Profesora adjunta del American Samoa Community College, donde desarrolla un proyecto sobre eco-economía sostenible y biodiversidad. Radica en Samoa desde 2014.
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