Mario Quintana
El viejo Lev Tolstoi huyó de casa
y fue a morir a la estación de Astapovo.
Seguramente se sentó en un viejo banco
uno de esos viejos bancos abrillantados por el uso
que existen en las pequeñas estaciones del mundo
contra una pared desnuda.
Se sentó y sonrió amargamente
pensando que
en toda su vida
apenas quedaba de Gloria
esa ridícula matraca llena de cascabeles y cintas de
colores
en las manos esclerosadas de un anciano decrépito.
Y entonces la Muerte
al verlo tan solo a aquella hora en la estación desierta
al verlo tan solo a aquella hora en la estación desierta
consideró que él estaba allí a su espera
cuando solo se había sentado a descansar un poco.
La Muerte llegó en su antigua locomotora
(siempre llega puntualmente en la hora incierta…)
Aunque tal vez no pensó en nada de eso, el gran Viejo
y quién sabe si hasta murió feliz: él huyó…
él huyó de casa…
él huyó de casa a los ochenta años de edad…
¡No todos realizan los viejos sueños de la infancia!
Traducción Pedro Marqués de Armas
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