Bruno Schulz
Sin el aplauso del mundo, trabaja
(en Drohonycz) con una ensimismada y serena pasión benedictina un extraño
artista, enamorado de las leyendas de siglos pasados, que estudia los antiguos
documentos, escruta los archivos de la alcaldía e investiga los amarillecidos
papeles de la parroquia; se trata del señor Lachawicz, que hace revivir el
pasado de nuestra ciudad.
El señor Lachawicz, estudiando
con ejemplar esmero los antiguos misales, los libros sagrados y códices,
penetró tan a fondo en el estilo de esas obras del arte iluminista que lo
conoce al dedillo. El señor Lachawicz tiene un exquisito gusto decorativo. Al
parecer –sin ningún esfuerzo e instintivamente- sabe armonizar texto, ornamento
e imagen. Como si este artista hubiese descubierto una riquísima vena inventiva
que apenas puede controlar. Sin duda alguna, nos encontramos ante un
extraordinario fenómeno de epigonismo o atavismo artístico, una reencarnación
del antiguo arte iluminista y su traslación a los tiempos modernos.
En esta época agitada y
transitoria representa un caso excepcional.
El señor Lachawicz debería ser
más conocido en el ámbito de la gráfica contemporánea, puesto que parece no
tener competencia. Confiamos que los gestores de nuestra ciudad no dejen
escapar la posibilidad de adquirir ese excepcional trabajo de un artista que ha
sabido convocar a través de su obra la memoria de Drohobycz.
Primera edición: Przeglad Podkarpacia,
Nº 12, 1934
Reimpresión: Jerzy Ficowski, Oklolice…p. 40.
Tomado de Ensayos críticos, 2004.
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