martes, 4 de junio de 2024
Gastón Baquero: el nombre y los seudónimos
sábado, 1 de junio de 2024
Gastón Baquero: poeta periodista en cinco actos
Bien temprano, y desde antes, el
jefe de redacción del más importante diario de la isla supo que los cañones
estarían enfilados hacia él. Víctima de la rebambaramba de expropiaciones, pudo
serlo del fusilamiento. En su defensa aparecen embajadores que le ofrecen
asilo. El embajador de Ecuador le avisa de que piensan lincharlo. Sus
compatriotas, “sus amigos”, brillaron por su ausencia. Ni una palmadita en el
hombro, ni una palabra de sosiego, ¡palos y vituperios! Quien pudo, aunque no
comulgara, se camufló con el decorado de las carrozas. El mulato había
ascendido demasiado rápido. El negro, como le decían sotto voce algunos
iscariotes literarios, viajaba, ganaba dinero, tenía propiedades. ¿Acaso podía
perdonársele todos esos triunfos viniendo de abajo?
Dolores Labarcena
Ensayo completo: Aquí
jueves, 30 de mayo de 2024
En la muerte de Rubén Darío
Rufino Blanco Fombona
Mirad cómo un
hombre de raza apolínea,
ebrio de canto y
sol,
recoge la ofrenda,
fragante y virgínea,
del viejo solar
español.
Del viejo solar
donde el árbol de vida
reverdece a
futuros de amor,
y oculta en la
copa garrida
la pluma de la
oropéndola y el nido del ruiseñor.
Cuando el
apolonida recoge el haz superno,
el haz florido de
emoción,
como si en cada
brizna palpitase un fraterno
y dolorido
corazón;
el árbol solariego
todo es aleo, cántico,
miserere,
querellas,
porque murió el
divino poeta trasatlántico,
Rubén Darío,
espigador de estrellas.
sábado, 25 de mayo de 2024
Huidobro de repente
Gonzalo Rojas
Increíble que el poeta más joven que nos haya nacido -paradigma del espíritu nuevo entre nosotros- este cumpliendo los cien años.
Ninguno más diáfano que él, más libre y seductor, para confirmar el non omnis moriar (no me moriré del todo) del viejo Horacio, ese otro hiperlúcido de hace dos milenios.
Las efemérides no cuenta en el caso del portentoso innovador, recién ido, Darío. En efecto, cuando este último vino a morir, el dieciséis en su Nicaragua natal, el planeta empezaba a dar vueltas a una velocidad nunca sonada y los poetas mismos saltaron fuera de órbita, de un antes a un después. Justo ese 1916 Vicente Huidobro -en ese juego oscuro de pasarse la centella- público en Buenos Aires otras claves para su poeta de fundación:
-Que el verso sea como una llave que
abra mil puertas-
en su primer viaje a Paris. No fue el único, por supuesto, en la germinación de nuestra verdadera autonomía poética. Ahí la Mistral, Vallejo, Neruda, para decir tres nombres: estallaban los volcanes.
Pero no se piense que este 1993 a medio alumbrar sea el año por excelencia de Vicente Huidobro -aunque se escriba de él un rio de alabanzas-, pues ya desde esas fechas de la Primera Guerra Mundial todos los años son los años de Vicente Huidobro en nuestra lengua. Personalmente vivo un dialogo con su espejo por lo menos desde 1933 -cuando empecé a leerlo casi niño-, unos cuatro años antes de conocerlo en persona en su departamento de la cuadra 23 de la Alameda en aquel Santiago placido y remoto.
Una y otra vez, a lo largo de medio siglo, he reconocido mi filiación con el espíritu convulso y lúcido a la vez del binomio 1938-1939, con sacudón de parto hasta en el orden geológico, sin olvidar el impacto estremecedor de la Guerra Civil española entre nosotros, que nos permitió ver de veras a la madre desde su rostro ensangrentado. Sin patetismo y a favor del distanciamiento, se me aparece así ese 38 fantasmal, ano critico de su propia Utopía, distante ya de aquel otro ciclo movedizo de 1920 cuando Chile empezó a ser más Chile y el epicentro de la mudanza en lo poético fue sin duda Huidobro, antipoeta y mago por derecho propio.
Pero la imantación huidobriana llego a su plenitud en el proceso del 38 y casi todos los poetas jóvenes de esos días registramos su influjo, y fuimos literalmente atrapados por una relación dialéctica con su persona y con su obra.
Por mi parte, me enganché con el proyecto parasurrealista de Mandragora sin mayor fascinación por el experimento y por ahí entre a la casa de Huidobro sin frecuentarla demasiado, remiso como soy a los círculos de adherentes ortodoxos.
Tampoco lo fue nunca él y cuando me aparte del equipo mandragórico entendió como nadie la disidencia anarca.
Déjenlo, le dijo a uno de mis detractores, si cabe el termino, a propósito de mi intraexilio del 42 en la cordillera de Atacama. Gonzalo es un loco que necesita cumbre.
Pocos como él supieron del riesgo y el desamparo y -visto ahora desde aquí, desde este cierre del siglo- ninguno como él fue cumbre más airosa y sembró más libertad en nuestra cabeza de muchachos.
Sin Huidobro no hubiera habido acaso ninguno de nosotros; ni un Anguita ni un Lihn, por nombrar a los invisibles de repente.
Atenea. Ciencia Arte y Literatura, núm. 467, 1993, pp. 64-66.
domingo, 5 de mayo de 2024
Soneto CXLVI
William Shakespeare
¡Pobre Alma mía! de mi barro centro,
del Tentador que te vistió burlada
¿por qué te afliges de escasez adentro
para ornar en tal lujo tu fachada?
Con tan breve alquiler ¿por qué tal gasto
haces en tu mansión que se derrumba?
gusanos la tendrán, será su pasto,
bien sabes que tu cuerpo va a la tumba.
¡Ay, Alma! él es tu siervo, su ruina
tu ganancia ha de ser. La pasajera
sombra da en precio de la luz divina;
sáciate adentro, sé muy pobre afuera
y a quien nos come comerás, de suerte
que acabará el morir, muerta la Muerte.
Traducción de Gabriel de Zéndegui