Bien temprano, y desde antes, el
jefe de redacción del más importante diario de la isla supo que los cañones
estarían enfilados hacia él. Víctima de la rebambaramba de expropiaciones, pudo
serlo del fusilamiento. En su defensa aparecen embajadores que le ofrecen
asilo. El embajador de Ecuador le avisa de que piensan lincharlo. Sus
compatriotas, “sus amigos”, brillaron por su ausencia. Ni una palmadita en el
hombro, ni una palabra de sosiego, ¡palos y vituperios! Quien pudo, aunque no
comulgara, se camufló con el decorado de las carrozas. El mulato había
ascendido demasiado rápido. El negro, como le decían sotto voce algunos
iscariotes literarios, viajaba, ganaba dinero, tenía propiedades. ¿Acaso podía
perdonársele todos esos triunfos viniendo de abajo?
Dolores Labarcena
Ensayo completo: Aquí
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