sábado, 15 de diciembre de 2018

Peán de honor y muerte al poeta Eliseo Diego:




Carlos Martínez Rivas


Nadie  cantó  a  sus  gatos,  como   
en tu  libro,  A TRAVÉS DE MI ESPEJO.

Aquél  que,  mientras  se  lame, 
muerde su garra y te ignora y no puedes
llamarlo  amigo  nunca  aun  sabiéndolo
contiguo  y  contigo  y  en  tu  casa  siempre.
Porque  —¡ay!—  no  hay  quien
disimule su  ser  mejor  que  él.

Sólo  a  ti  Poeta  Eliseo  Diego  sólo  a  ti
pudo  hacer  reflexionar  trascendentalmente
en  Budismo  Zen  ese
gatito  sentado  tan  solemne
en  el  crepúsculo  del  jardín.

Sólo    lo  contemplaste  como  principio  y  fin.
Yo  evoco  a  mi  POE,  perdido  en  orfandad  de  afecto,
errando  en  un  túnel  sin  vislumbre  (es  el  Averno
de  los  gatos,  los  túneles);  también  tú,  Eliseo
Diego,  supiste  del  pesar,  del  desconsuelo
por  el  GATO QUE NO VOLVIÓ.  Al  que  ya  no  verías
durmiendo  a  gracia  suelta,  pero  lo  recobrarías:
su pelaje, la noche, las blancas nubes sus manchas.

Su  silla  preferida
y  el  silencio,  te  lo  nombrarán  a  sus  anchas.


Sábado  5  Marzo  1994
Altamirano  D’Este  #  8


Tomado de TIEMPO 32 ARCHIPIÉLAGO

domingo, 2 de diciembre de 2018

Con más exactitud




Pedro Marqués de Armas


Fue en un filme llamado Revolución (creo), rodado en 1959, que vi con toda claridad y enorme sorpresa, la cámara avanzando si mal no recuerdo en ángulo, toma brevísima: la esquina de Amargura y Aguiar.

Cine Cervantes, circa 1971, sólo retengo otra imagen pero en este caso brumosa: la de unos rebeldes que preparan, en botellas de leche, sus cócteles incendiarios.

Si lo viera otra vez, sería no más para ver aquella esquina, la cámara rozando la capilla (aún no derruida) del convento de San Agustín y abalanzándose sobre el edificio de escuetos balcones de la Compañía Tres Rosas.

Paisaje en otro tiempo diario (¿cómo probarlo?), ahora esa calle (con más exactitud, esa esquina) es el recuerdo del recuerdo de un filme, fundido en un solo y vago pasaje.




domingo, 25 de noviembre de 2018

Los ratos libres




Adília Lopes


Fedra está enamorada
de Hipólito
Hipólito no está enamorado
de Fedra
Fedra se ahorca
Hipólito muere
en un accidente

Dido está enamorada
de Eneas
Eneas no está enamorado
de Dido
Dido ofrece una espada
a Eneas
Eneas olvida la espada
al marcharse
Dido se suicida
con la espada olvidada
por Eneas

Un disgusto de amor
me arrojó a un
curso de mecanografía
me consuela
escribir automáticamente
lo peor son los ratos libres

                                                                       

Fedra está apaixonada
por Hipólito
Hipólito não está apaixonado
por Fedra
Fedra enforca-se
Hipólito morre
num acidente

Dido está apaixonada
por Eneias
Eneias não está apaixonado
por Dido
Dido oferece uma espada
a Eneias
Eneias esquece-se da espada
quando se vai embora
Dido suicida-se
com a espada esquecida
por Eneias

Um desgosto de amor
atirou-me para um
curso de dactilografia
consolo-me
a escrever automaticamente
o pior são os tempos libres




viernes, 16 de noviembre de 2018

Los rostros náufragos


Luis Miguel Nava

La sustancia del desierto es la del mar, que difiere de él apenas por el grado de aclaramiento. El mar surge al término de un proceso en el que el desierto es una de las fases o, más concretamente, su cristalización. Si se atiende a que el lugar donde ese aclaramiento se produce es nuestro espíritu, no puede causar ninguna extrañeza hechos como, por ejemplo, el que la presencia del desierto sea advertida por quien, como los marineros, tenga un íntimo contacto con el mar.

Lo que yo conozco del mar lo debo, sin embargo, más que a cualquier otra experiencia, a cuerpos donde la nitidez de las aguas sobrepasa muchas veces la de los propios rasgos fisionómicos; no es raro, basta una breve caricia, u otro contacto aún más discreto, para sentir como son de avasalladoras esas aguas, a la superficie de las cuales parecen a punto de hundirse los rostros náufragos.

No obstante, también yo me he dado cuenta de la clandestina presencia del desierto, lo que me lleva a compararlo a aquella ropa que persiste en irrumpir en la piel de quien por eso nunca logra desnudarse por completo.


Os rostros náufragos 

A substância do deserto é o mar, que dele difere apenas pelo grau de apuramento. O mar surge no termo dum processo em que o deserto é uma das fases ou, mais concretamente, a sua cristalização. Se se atender a que o lugar onde esse apuramento se produz é o nosso espírito, não poderão causar qualquer estranheza factos como, por exemplo, o de a presença do deserto ser notada por quem, como os marinheiros, tenha um íntimo contacto com o mar. 

O que eu do mar conheço, devo-o contudo, mais do que qualquer outra experiência, a corpos onde a nitidez das águas ultrapassa muitas vezes a dos próprios traços fisionômicos; não raro, basta uma breve carícia, ou outro contacto ainda mais discreto, para sentir como são avassaladoras essas águas, à superfície das quais parecem prestes a afundar-se os rostos náufragos.

Não obstante, também já eu me apercebi da clandestina presença do deserto, o que me leva a compará-lo àquela roupa que persiste em irromper na pele de quem por isso nunca por completo se consegue desnudar. 


Traducción Pedro Marqués de Armas 


miércoles, 14 de noviembre de 2018

Tarde con sol



Nuno Júdice

Las cosas simples se dicen de prisa; tan de prisa
que no logramos que las oigan. Las cosas
simples se murmuran; un murmullo
tan bajo que no llega a oídos de nadie.
Las cosas simples se escurren por los estantes
de la tienda; tan leves que nadie
las compra. Las cosas simples fluctúan
con el viento; tan alto, que no se ven.

Así son las cosas simples: tan simples
como el sol que golpea en tus ojos, para
que los cierres, y las cosas simples pasen
como sombra sobre tus párpados.


Tarde com sol

As coisas simples dizem-se depressa; tão depressa
que nem conseguimos que as ouçam. As coisas
simples murmuram-se; um murmúrio
tão baixo que não chega aos ouvidos de ninguém.
As coisas simples escorrem pela prateleira
da loja; tão ao de leve que ninguém
as compra. As coisas simples flutuam com
o vento; tão alto, que não se vêm.
  
São assim as coisas simples: tão simples
como o sol que bate nos teus olhos, para
que os feches, e as coisas simples passem
como sombra sobre as tuas pálpebras.


Traducción Pedro Marqués de Armas, Alquitrave, 31 de junio 2007.