Alberto
Savinio
El punto débil de la Revolución Francesa, es
que es una revolución francesa. Con
esta frase de aire frívolo, simplemente queremos decir que
todo lo que sucede en tierra de Francia son hechos cuyo valor
"aparente" supera con creces el valor "real". Los franceses
son maestros en el arte de crear el affaire.
¿Y qué es la revolución de 1789 si no un affaire,
y el más grande de todos?
Se ha hablado mucho sobre la ejecución de Luis
XVI. Pero esta trágica novela fue compilada por emigrantes monárquicos, por
personas que no tenían voz ni voto en la revolución: no era de su competencia.
Además de esto, esta trágica novela ha sido alimentada por las largas
tergiversaciones que precedieron inútilmente a la muerte del rey, y por el
patético encarcelamiento de la familia real en el Temple, y por el misterio que
hábilmente llegó a rodear el destino del Delfín. Todo para mostrar que la muerte
de Luis XVI no tiene si no una importancia romántica. En cuanto a la importancia
política, es parte de las prácticas administrativas ordinarias. Una vez que se
admitió el hecho revolucionario, la persona del rey debía desaparecer de
inmediato. ¿Y qué desaparición más radical que la obtenida mediante el dispositivo del afamado Guillotin? Es absurdo que Luis XVI haya logrado sobrevivir bajo
la dictadura de la Carmañola. Es absurdo que haya usado tantos subterfugios para
evitar la solución fatal, entre los cuales, el más lamentable, haber aceptado
el estatus civil del "ciudadano Capeto".
Asomado a un entrepiso en la rue de Ricbelieu, Chateaubriand ve avanzar
desde el final de la calle una multitud. Marcha en la vanguardia una
especie de sansculotte. Este, que en
lo alto de una pértiga sostiene una cabeza cortada, la levanta hacia el
entrepiso del "vizconde" y lo invita a participar de la fiesta.
Este episodio de Memorias de Ultratumba ilustra mejor que cualquier disquisición
histórica el verdadero carácter de la revolución francesa. Hecho histórico, sí,
pero lleno de horror y sangre, más que de resultados prácticos. Es cierto que a
fines del siglo XVIII, el arte de la revolución todavía estaba en pañales. Más
que a la técnica de la nueva ideología, estaba dirigida a la degollina.
Revolución plebeya, revolución mal hecha. A tal punto que, al cabo de unos
años, eso que debía ser el fruto de la revolución, desaparece en medio del
imperialismo más pomposo. No en vano, en la edificación de París, la plaza de
la Bastilla es tan pequeña en comparación con la Plaza de la Estrella.
En nuestro dibujo, las cabezas -cabezas y no
más altezas- de Luis y de Maria Antonieta, han caído como frutos demasiado
maduros del árbol de la guillotina. Este dibujo es una naturaleza muerta. Los ojos
de los soberanos se levantan de la muerte. Sin embargo, puede ser que recurran
a esa Providencia, a ese Derecho Divino que es el padre y el cuidador de los
gobernantes. Y en sus labios florece esa sonrisa "monárquica", que a
falta de cualidad más corpórea, era el máximo decoro, la gracia suprema de
aquel rey, de aquella reina.
Versión M. Varón de Mena
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