Entre paréntesis
¿Miedo de qué?
¿De la Bestia
que -según el Conde- “infesta
el Campo”?
Miedo
-más bien- de mi no tener miedo,
yo, perdido en el Bosque.
Ella
La bestia leoneante
Reptileante.
La bestia
que mientras la mente precipita
en pedazos,
volante
o arrastrante resbala
y en sí misma se oculta.
La bestia
dragoneante.
La bestia
amebeante…
Es ella.
Única e inequívocamente
ella, la Bestia
(la ónona) que nada
detiene.
La ónoma
La ónoma no deja horma.
Es pura gramática.
Bestia por eso sin
forma.
Inasiblemente
errática.
[....]
La más vana
La bestia viscoseante.
Amujereante.
La bestia
que -capturada-
permanece
por siempre distante.
La bestia de todas
(quizá)
la más vana.
(Quizá.)
Al amigo que acecha
Presta buen oído,
amigo, a lo que te digo.
Apuntas contra un espejo.
Te disparas a ti mismo.
Suposición
Un golpe…
Una sacudida
en el follaje
Un susurro
de alma en fuga…
Yo
que -ileso-
desastrosamente
me enrollo, ¿invierto
el movimiento?...
El estoico moloso
Se lambiaba el muslo
desgarrado. Daba
impresión.
En los ojos, ninguna
angustia.
Solo un poco de
aprensión.
Casi una cabaletta
¿Nadie escuchó
mi disparo?
Un silencio
térreo siguió
al último eco.
El dedo
todavía en el gatillo,
anhelante.
No me lo podía creer.
No encontraba reparo
al desengaño.
A la señal
convenida, ¿por qué
todo permaneció en
silencio,
fuera de razón?
Me sentí traicionado.
Amenazado, casi…
Caí precipitado
desde mi altura
Jamás,
jamás golpeó en mí
con tal hielo
el invierno del miedo.
En el pórtico
Escapé.
Me refugié
en el pórtico de la
catedral.
Traté de rezar.
Intenté
ordenar la mente.
11 de agosto.
Me ardía
la frente.
El monte
entero tenía sobre
la espalda.
Un plomo.
Comencé a seguir el sendero
con la mirada -la
pista
recta, serpenteante,
donde oscurece la vista.
La presa pasó en un instante
ante los ojos.
Rubia.
Negra.
Sin dejar huella.
Ni siquiera tuve tiempo
de volver la escopeta.
Me sentí impotente.
Vil.
Traté -pero en vano- de rezar
de nuevo en el pórtico
de la Catedral.
(¿En
el pórtico, quizá,
de la propia Presa?
¿De un Nombre?
¿Un Numen?
¿Quizá
de cualquier animal?...)
[...]
Perplejidad
de la Curias
No, la "dulce
Lombardía"
no es el Gévaudan.
Debía pues
saberlo,
el Conde.
Un Jean
Chastel, ¿cómo puede, aquí,
tener semilla?
¿Cómo
encontrarlo, aquí,
donde nunca se vio
el granito ni el esquisto,
el ruido liberador
que fulminó “LA BESTIO:
la terreur du país”?
El Ducado no
es
el Lozère.
Las Curias
están perplejas.
¿Bastan
-sin ánimo de liberación-
“cincuenta lentejuelas reales”
para reemplazar la pasión?
[...]
La
víbora
´
Es cobarde pero mortífera.
Le basta, por trampa, una piedra.
Por más cauto que sea tu paso
-¡atento!- puede ser mortal.
La
vida
Seduce pero es
mortífera.
Le basta, por trampa, una piedra.
Por más cauto que sea tu paso,
¡resígnate! Será mortal.
El
flagelo
Sobre
una intervención
de
Ginevra Biompani
I
En perpetua
carrera.
Ninguno había
logrado nunca
observarla de cerca.
De ella, se
sabía solo
que arrasaba en los campos.
Pero, ¿quién no
arrasaba,
-cada día- en los campos?
¿Y qué
voracidad
podía tener, una cierva,
para crear un flagelo?
En el sol se vieron relámpagos
fugaces.
“Tiene cuernos”,
alguien
gritó.
Y bastó
ese fulgurar de cuernos
(en una fémina) –ese rutilante
destello
en la sombra
del bosque- para hacerla
(fuera de la precisa consigna
del Conde) la única
presa digna.
II
Aparecía.
Escapaba.
Encerrados en
casa, los labradores
espiaban tras las puertas.
Languidecían de
las ganas
de perseguirla, como
-en la tormenta- una hoja
persigue a la otra.
A regañadientes,
se contenían.
Para ellos
nada había más bello
que poderla seguir.
Arrojarse.
En un despliegue neto.
Lanzarse.
Como del tamburello
a la pelota, en el Esferisterio.
Venir de una
buena vez,
con ella, a la corte.
¿Es esto –quizá- el flagelo?
¿Perseguir el
deseo?
¿Perseguir la
muerte?
III
Languidecían.
Encerrados en casa
espiaban, tras las puertas.
Sólo él (el cazador
principal) sabía.
Inútil, para salvarlos,
disparar a la muerte.
Otro debía ser el objetivo.
Mil
veces más astuto.
Capturar –¡pero vivo!-
el Deseo de Muerte.
Devolver el
flagelo
a Morgana (un día
rocoso), a su castillo
sin vía de retorno.
Traducción: Pedro Marqués de Armas
No hay comentarios:
Publicar un comentario