D. H. Lawrence
En los pantanos
una cierva surgió del campo
y se perdió en la colina
abandonando a su cría.
Desde la ladera
se dio vuelta a mirar:
delgada mancha negra
contra el cielo.
La contemplé, sintiendo
que su mirada
me volvía extraño.
Pero tenía derecho
a estar allí con ella todavía.
Su sombra ágil trotaba
a contraluz, echando atrás
la equilibrada y fina
cabeza. Y la reconocí.
¿No pesa, masculina, cargada de astas, mi cabeza?
¿No son mis patas ligeras?
¿No corrimos juntos en el mismo viento?
¿Mi miedo, acaso, no cubrió su pavor?
Traducción de Juan José Saer
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