martes, 16 de marzo de 2021

Lindbergh: un novelón aéreo

 


Pedro Marqués de Armas


El revuelo que generó en medio mundo el viaje sin escala de Lindbergh entre Nueva York y París, no se hizo sentir menos en Cuba, país que contaba con el mayor número de periódicos por habitantes de América Latina.

Ese 20 de mayo de 1927 la gente se lanzó hacia las redacciones en espera de noticias, en lo que, más que una masa, parecía un público transnacional.

El alboroto tuvo, entre sus connotaciones, la de poner al descubierto que una nación es siempre porosa a menos que se le aplique un recorte a lo albanés.

Algunas crónicas testimonian que nunca salió tanta gente a la calle y que jamás se vio a tantos cubanos rodeando agencias de prensa y estaciones de radio.

Así que la Fiesta Nacional con motivo del aniversario de la República Cubana se vio opacada. 

Los ciudadanos mostraron estar más puestos para la moderna odisea del aire, con todo su suspense, que para lo que ofertaba la tarima patriótica en esa ocasión.

Como las comparsas estaban prohibidas, y los discursos y la recitadera a tres trozos, no hubo mejor festejo que aquel novelón aéreo.

Tras el pionero viaje trasatlántico se sucederían los vuelos de Lindbergh como enviado del progreso y la paz entre las naciones.

Antes de volar a La Habana en febrero de 1928 invitado a la VI Conferencia Panamericana, ya había recorrido México y varios países de Centroamérica, con especial resonancia Nicaragua.

También Colombia, Venezuela, República Dominicana, Puerto Rico e Islas Vírgenes.

A Cuba voló desde Haití.

Cuando el célebre aeroplano aterrizó en el campamento de Columbia tuvo lugar una escena penosa. Como el piloto demoraba en salir de la nave, que llevaba rato en tierra, la prensa y algunos curiosos sospecharon lo peor: que Lindbergh se había estampado contra el periscope.  

La gente comenzó a rodear al Espíritu de St. Luis y en breve la molotera se convirtió en avalancha en lo que la policía reprimía a trocha y mocha, llevándose los periodistas los mejores porrazos.

El asunto era que Lindbergh tenía por costumbre acicalarse para bajar arreglado, es decir, al gusto civil. A fin de cuentas, además de piloto, era un alto representante interamericano.  

Días más tarde se pondría el traje nuevamente para pasear a Machado sobre La Habana. El paseo duró 24 minutos. El presidente llevaba sus habituales gafas redondas que le daban aspecto de piloto, unos lentes fondo de botella para corregir su pronunciada miopía.

Parecían instructor y alumno, como puede apreciarse en una fotografía donde se ve al presidente señalando la ruta a seguir.  

No faltaron buenas crónicas sobre la estancia habanera de Lindbergh, entre ellas una de Ramón Vasconcelos y otra del desopilante Miguel de Marcos.

El retrato del humorista resultó tan logrado, que no se equivocó José Manuel Carbonell al incluirlo en el tomo La Prosa en Cuba de su monumental Historial de la Cultura Cubana.

El Lindbergh de Marcos era un muñeco que no sabía hilar dos frases seguidas, un timorato acosado por la prensa y por los voraces besos que le enviaban sus ardientes fans desde medio planeta. Este Lindbergh edípico, de mejillas rosáceas, no conocía y no pretendía conocer más amor que el amor de madre.

Los poetas, claro está, hicieron del vuelo el símbolo de los nuevos tiempos.

Algunos, como el venezolano Andrés Eloy Blanco, captaron el lado cómico de asunto: 

Y el Águila voló. Cuando volaba,

desde su altura oyó que el Bagre hablaba

y detuvo su vuelo triunfador.

Y sólo oyó que el Bagre murmuraba:

              

        —¡Eso es valor!


Bagre: eso eres tú,

allí,

aquí,

allá:

Ujú.

Ijí.

Ajá.

Otros, como Pellicer –quien estuvo entre las siete personas que empujaron el aeroplano hacia su hangar en París- se hicieron mejores aviadores tanto en vida como en poesía.

Huidobro, por su parte, voló más alto a partir de ese acontecimiento, dedicándole a Lindbergh un extenso poema que no es sino el embrión de Altazor.  

Pero hubo, en general, más arrebato que eficacia.

Mariblanca Sabás Alomá, que se hacía llamar la bolchevique cubana, echó mano de aviador para confeccionar una receta destinada a los poetas latinoamericanos. A su juicio estos debían dejarse de tanta “estridencia cascabelera para asustar a los burgueses”, y hacerse de un “ojo avizor que descubra mayor poesía en el vuelo de Lindbergh que tras las celosías orientales donde se oculta una amada hipotética.”

Sostenía que Huidobro era artífice de lo nuevo pero le echaba en falta una actitud combativa. Lo llamo esteta, no apto para el “vuelo revolucionario”. Sin embargo, no traspasó ella el verso aburguesado. Marxista al fin, no le acudieron alas.


viernes, 26 de febrero de 2021

viernes, 5 de febrero de 2021

Elogio a Fidel Castro




Reinaldo Arenas


En estos momentos en que casi todos los países comunistas marchan hacia un proceso democrático, Fidel Castro se ha puesto en la picota de la opinión pública por negarse a aceptar ningún tipo de cambio, ni nada que huela a perestroika o a democracia. Yo, tal vez por mi espíritu de contradicción, en vez de criticar al "Máximo Líder", voy a hacer aquí un breve recuento de sus virtudes.

Político calculador y astuto, cuando tomó el poder en 1959 tenía tres alternativas: 1) la democracia, con la cual hubiese ganado las elecciones en esa fecha, pero hubiese disfrutado de un poder efímero y compartido con la oposición. 2) La tiranía de derecha o convencional, que nunca ofrece una seguridad absoluta ni un poder ilimitado. 3) La tiranía comunista, que en aquel momento, además de cubrirlo de gloria, parecía asegurarle un poder vitalicio. Hábil, Castro optó por esta alternativa.

Profundo filósofo, les ha hecho comprender de una u otra manera a sus súbditos que la vida material es cosa baladí, a tal punto que en Cuba no existen casi cosas materiales y el índice de suicidios, según serios informes de las Naciones Unidas, es el primero en América Latina.

Intelectual lúcido, comprendió que la mayoría de los artistas son víctimas de un ego hipertrofiado. Desde 1959 comenzó a invitar a destacados escritores, atendiéndolos personalmente y mostrándoles lo que él quería que vieran. Castro ha creado premios literarios internacionales y ha promovido a algunos intelectuales fieles hasta las cúspides del Premio Nobel, como es el caso de Gabriel García Márquez.

Economista inteligentísimo, ha implantado desde hace casi treinta años la libreta de racionamiento con la cual evita la inflación económica en su país, ya que el pueblo prácticamente no puede consumir nada. Además, se dedica, a través de sus más distinguidos generales y con la participación de Raúl Castro (como consta en documentos publicados), al tráfico internacional de drogas, lo cual se revierte en una entrada de dinero fuerte que le puede servir para costear su aparato propagandístico en el exterior y estimular la subversión armada en América Latina.

Sexólogo experto, ha preparado unos magníficos ejércitos juveniles que funcionan como guías de turismo y traductores y que complacen gentilmente tanto a las damas como a los caballeros invitados.

Ganadero y agricultor de nota, logró que una vaca (Ubre Blanca) diera todos los días más de cien litros de leche. El pobre animalito reventó y la leche sigue racionada en Cuba; pero el recuerdo de Ubre Blanca permanece en la prensa de la época y Castro mandó modelar numerosas copias de este extraordinario ejemplar vacuno. En 1970, Castro dijo que produciría diez millones de toneladas de azúcar y "ni una libra menos" y se equivocó sólo en dos millones menos de toneladas.

Alumno aplicado y fiel a su maestro, ha seguido con intachable ortodoxia las lecciones de Stalin: por una u otra vía se ha desembarazado de sus contrincantes políticos o de los personajes que podían ensombrecer su gloria, desde Huber Matos hasta Carlos Franqui, desde Camilo Cienfuegos hasta Ernesto Guevara. Creó desde 1961 los campos de confinamiento para disidentes de todo tipo y los oficializó en 1966 bajo el ingenuo título de UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Ha trasladado pueblos completos, situados donde había focos de guerrilleros anticastristas, hacia nuevas ciudades perfectamente vigiladas. Como hizo con muchos campesinos que vivían en la provincia de Las Villas, los cuales tuvieron que irse a vivir a una ciudad prefabricada en Pinar del Río, llamada Ciudad Sandino. También desde hace casi treinta años, Castro pone en práctica las purgas políticas y las retractaciones públicas. En esos actos, el acusado, luego de varias semanas o meses en las celdas de la Seguridad del Estado, confiesa haber cometido todo tipo de crimen, ser un miserable y un traidor contrarrevolucionario y, desde luego, un infiel a Castro. Ejemplos: el juicio público de Marcos Rodríguez (fusilado en 1964), el juicio del general Arnaldo Ochoa (fusilado en 1989) o la confesión de Heberto Padilla, donde delataba además a sus amigos más íntimos y a su propia esposa, en 1971. Fiel a su política de "bloque monolítico", Fidel Castro aprobó públicamente la invasión soviética a Checoslovaquia, la invasión a Afganistán y la masacre del ejército chino a los estudiantes en la plaza de Tiananmen.

Estadista sagaz, Castro sabe perfectamente que un dictador no debe nunca realizar un plebiscito, pues perdería el poder. De ahí sus furias, desde su punto de vista justificadas, contra todos los intelectuales (incluyendo seis premios Nobel) que le han enviado una carta abierta solicitándole civilizadamente que celebre elecciones libres. Castro hábilmente rechazó la consulta popular, que otros dictadores menos taimados, pensando que iban a ganar, celebraron. Véanse las dramáticas derrotas del general Augusto Pinochet y del comandante Daniel Ortega.

Nada nos puede sorprender en la actual actitud de Fidel Castro. A lo largo de más de treinta y un años en el poder absoluto ha sido siempre fiel a sí mismo, gobernando con tan maquiavélica habilidad que hoy por hoy es uno de los únicos herederos de Stalin que se mantiene en el trono.

A los pocos que aún siguen arrobados con la imagen "reivindicadora" y hasta "heroica" del Comandante en Jefe que no se hagan ilusiones. El mismo Castro a través de su ejército ha dicho que "no cederá ni un milímetro en su ideología" y ha declarado que "prefiere que la isla se hunda en el mar antes de renunciar a sus principios políticos"... Claro que le toca al pueblo cubano decidir si quiere esa zambullida apocalíptica o si prefiere vivir en paz y con libertad como afortunadamente lo hace ahora gran parte de la humanidad.

 


El País, 7 de agosto de 2006. 


sábado, 30 de enero de 2021

El abrazo del oso




Fernando Savater


Dice la voz popular que en la turbia luz del crepúsculo todos los gatos son pardos. También en el lento crepúsculo de las dictaduras, que a veces dura décadas y siempre dura demasiado, los últimos burócratas que se aferran al poder tratan de legitimarse secuestrando para su causa a quienes la padecieron y se resistieron a ella. O sea, haciendo ver que ya son también pardos, como el resto de los gatos domésticos sobre los que siempre ejercieron su control. De modo que intentan echar el lazo a escritores y artistas relevantes de la disidencia: si aún viven exiliados, les ofrecen un regreso honroso a la patria, pero honroso sobre todo para quienes les acogen después de haberles exiliado; si han muerto en su rebeldía, fingen un reconocimiento tardío a sus méritos ensalzando sus logros creativos para mejor difuminar su oposición al régimen, que queda soslayado como algo circunstancial y menor.

Tal es la operación que pretenden hoy llevar a cabo los gestores del castrismo casi póstumo con la figura intelectual del autor que de modo más duradero, insobornable y consciente encarnó la denuncia de la dictadura caribeña: Guillermo Cabrera Infante. Una instancia oficial, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, edita un estudio sobre su obra que abarca los primeros años del escritor hasta su alejamiento definitivo del régimen y su abandono del país sojuzgado. En él se da a la palabra a intelectuales que viven en la isla o fuera de ella para que cuenten recuerdos e impresiones sobre GCI. Como no he leído todo el libro no me atrevo a opinar, aunque en los fragmentos que conozco hay cosas digamos...pintorescas.

Pero lo más chocante no son las presencias, sino una gran ausencia de esas páginas. Falta la voz esencial de la compañera constante y más íntima colaboradora del escritor, Miriam Gómez. Cuantos conocimos a Guillermo no podemos recordarlo ni imaginarlo siquiera sin Miriam. Fue la primera lectora de todas y cada una de sus páginas, la destinataria de muchas y la mecanógrafa que puso en limpio la mayoría. Ahora es ella quien se encarga con amoroso cuidado de preparar para la edición sus obras póstumas, así como de gestionar el resto de sus escritos, tras haber rechazado ofertas sospechosamente generosas del oficialismo cubano, probablemente más deseoso de enterrar esos libros que le comprometen que de sacarlos a la luz. La ausencia de Miriam de esa tesis es más significativa, más devastadoramente significativa sobre ella que todos los testimonios recogidos allí.

Se quiere presentar la pieza académica como la reconciliación de Cuba con GCI. Pero eso es un gran fraude, porque Guillermo jamás estuvo enfrentado ni enemistado con Cuba ni con los cubanos. Todo lo contrario, nunca la isla ni sobre todo La Habana fueron literariamente celebradas con mayor amor, con más desgarradora nostalgia y con mejor conocimiento. Y nadie vivió como él tan pendiente de la libertad secuestrada y los padecimientos de los cubanos en la isla o en el exilio. No hay que reconciliar a GCI con Cuba, con su Cuba: pero es el caso que con quien quieren "reconciliarle" a título póstumo es con el castrismo, porque son los castristas quienes consideran a sus enemigos "anticubanos" lo mismo que los franquistas llamaban a los opositores del régimen "la anti-España". Y esa reconciliación mientras la dictadura sigue machacando a los cubanos jamás la hubiera consentido Guillermo.

Este es el abrazo del oso, el abrazo doloso que el castrismo agonizante quiere dar a su incansable opositor para aprovecharse de su nombre. En cambio, quienes deseen recordar de otro modo al verdadero GCI pueden leer el número de homenaje que la revista ARS Magazine le dedica, gracias a los desvelos de Zoé Valdés (el ejemplar se consigue en http://arsatelier.magcloud.com). No sólo excelente por las colaboraciones, sino por las fotografías realmente únicas que las acompañan: Guillermo puro, sin indeseables aditivos ni colorantes.



El País, 13 de septiembre de 2011.



jueves, 28 de enero de 2021

Una lección de absurdo



Caridad Atencio

 

Puede un libro al mismo tiempo ser sarcástico y profundamente humano? En esto pensaba cuando leía y releía Tundra[i], el poemario que Dolores Labarcena (Santiago de Cuba, 1972) recientemente ha publicado, donde se habla, sin duda, de una germinación, pero en un sitio que su razón de ser es impedirla, de brotes frágiles, en que su gracia es ser poco resistentes: efímeros o superficiales. Los personajes y vivencias que allí pugnan por ser, como los de Bernhard o Sangüinetti, producen una enorme destemplanza en el lector y, a la vez, un reconocimiento de la fuerte humanidad que manifiestan, pues la ironía del destino es recorrida aquí por la ironía de la mirada, la ironía de la mirada es sostenida por la ironía del destino:

Esperar forma parte de la fiesta, pero partir es menos tedioso que habituarse al paisaje. Y aunque el frío raspara, (en ese reducto llamado Polheim) cruzó la frontera como quien corta un huevo duro ¡Bravo por Amundsen!, no murió de escorbuto, o por lo menos en esa ocasión. Se alimentó de mejunjes y trozos de carne cruda; un verdadero estratega. Tarde o temprano caería precipitadamente y no entre copitos de nieve. Sus restos siguieron de largo por el Mar de Barents: He ahí la guinda del pastel.[ii]

En estos textos, que denotan el continuado cultivo de la narrativa por parte de la autora, se bordea el sentido o el sinsentido de la vida humana echando mano a la historia y sus figuras, de existencias azarosas, superpuestas, o mal conocidas, en los que podemos atisbar la veladura de lo político:

Dogal/arreo (o si prefieres cabestro) es una pieza que se ata alrededor de la cabeza. Lo calzan las bestias ‒decías‒ firmes, o insospechadamente vulnerables. También hablabas de isla… ciertas fotografías para no olvidar o desbocarnos.[iii]

En ellos lo político es como un barniz que el brillo propio de las cosas lo hacen parecer invisible, pero indeleble al fin.[iv] Pese al afán diacrónico del texto, de alusiones borradas y limpiadas, se adivina en él el fracaso, la frustración, un mundo dejado atrás: digamos que el fundamento del exilio, de la precariedad de lo que se dejó y del ansia de lo nuevo y la aventura, que todo lo supera. En tal sentido la autora explora el tema del absurdo en la vida y en los sentimientos humanos, y crea pequeños retratos donde se afana, desde su punto de vista de «narrador omnisciente», en presentarlos como efímeros, sin importancia, en los que se filtra o traspasa el líquido gris de los gestos inevitables y de las constantes de la historia. En estos poemas ocurre una cosa rara: hay una introspección en lo humano, despojado de identidades nacionales, a través de una exteriorización de la perspectiva, de una atomización a la hora de concebir el todo, el universo:

También he visto cosas sorprendentes, por ejemplo: una máquina fotográfica de los años treinta. Barcos a vapor en piezas pequeñas y coleccionables. Un niño prematuro en una caja de zapatos. Algunas obras de Bacon. Imitaciones de la orfebrería Ming. Un montón de ciconias en un poste eléctrico. Hundir los hombros en gesto de resignación. Lo que llega a cubrir la escayola y chsss, aquí no se discute de ética. Una rusa que cantaba como Dios. Mendigos, funámbulos, saltimbanquis… Una ciudad entera en un cascarón de huevo.[v]

En la descripción entusiasta de las menudencias cotidianas se evapora el todo, el sentido del todo, su consecuencia y trascendencia. Pues estamos ante «un repaso al terreno síquico ‒humano, frágil‒ de la historia».[vi] Entonces se vuelven inútiles la causa y la consecuencia cuando el azar es el destino, y se teje y describe con sorna y frialdad un mundo que aparece a los ojos del yo lírico como bazar. Entonces desdibujar el poema dibuja el poema. Es un lenguaje seco que esconde la emoción y la devuelve hecha historia, anécdota, azar aparentemente intrascendente.[vii] Aunque hay algo que se ama oblicuamente, pese al tono y la apariencia y una gran falta de fe que viene a coronar estos irónicos escarceos de inevitable sombra humana, y a pesar de que el sentido de las cosas guarda también una especie de destino irónico que viene a coronarlas. Quizá por ello, estos textos, abundantes en lances elípticos, escogen lo descriptivo y reflexivo apegado a la historia, viendo lo humano en las fallas, azares o actos efímeros de sus «personajes». Y los azares dejan un dibujo, incluso hermoso sobre el vacío. Así una ironía devela una vida fútil, mil vidas fútiles que conforman el mundo que te rodea inevitablemente. Por momentos vemos moverse a un individuo tipo que prepara un jolgorio de su falta de fe. Observamos los límites o los ángulos de un individuo reinsertado que hace de sus móviles lo nimio, que hace de lo nimio el resultado.[viii] Entonces ser una jodida persona común se vuelve inevitable, incluso, hasta tolerable, una persona fija en un paisaje como su decorado.

Sumidos en este marco, los textos que tratan del universo de la pareja se ven tan vivos y llenos de autenticidad, que llegan a dar fe de algo que se proyecta contra lo femenino, y, en su absurdo, es ridiculizado. Es también la vida que persigue un aliciente, pero sin emoción, valor y necesidad al fin, escamoteados dentro de un lenguaje económico. Un asunto de naturaleza económica también las relaciones humanas. Una cuestión de comercio en un alarde de la naturaleza de las cosas dentro de sarcástica parábola:

Tras un fallo al que solo se puede llamar técnico, fracasó. Debían colocar unos asuntos que al accionar la palanca aplastarían irremediablemente a la dormida, que por esta vez escapó. Y esto supuso grandes conflictos, para su pensamiento de gacela: Qué hago… osa contradecirme. En otra ocasión, pérfido, capaz de mirarle a los ojos sin pestañear, sin traicionarle siquiera la barbilla, la montó en una chalupa y abur, lista para partirla en dos, así de simple como se parte un carboncillo. No obstante y más allá de todo pronóstico fue óptima nadadora, y casi en apnea ganó la orilla. Pues ¡mátenla! Ordenó. Durante largo rato acarició el cadáver y se ovilló ante ella, la aparente inmortalidad. Luego el banquete. De esto sí que habló Séneca, quien se deshizo en halagos por la incólume y blanca mantelería.[ix]

Y qué si marchó de puro aburrimiento. Sin su presencia todo seguiría igual. Al ídolo de la vendimia no le faltaron ofrendas; los pretendientes y el granero a tope. Para acicalarse, se bañaba en leche de cabra con ungüentos importados de China. «Sigo en la flor». Las veladas transcurrían previsiblemente, y como es natural, a veces se caldeaban los ánimos. Desde luego, la expectativa no era el retorno ni la prolongada demora, sino el precio y la demanda. Pero con pericia la zorra iba tirando. ¿Recuerdas la actriz, desnuda sobre el felpudo mirándolo con total desprecio? Quizás la historia fue así, sin idilio. Al fondo un mar asfixiante y ninguna barca.[x]

Y a estas alturas nos preguntamos: ¿En realidad tiene peso lo trivial en el poemario, o es una manera para caracterizar la estupidez humana y el carácter efímero de la existencia? ¿El libro es irónico porque es amargo, o es amargo porque es irónico? No nos apasionan las respuestas, sólo el hecho de recordar lo que este libro esgrime a manera de luminosa valla: No hay tragedia, por grande que sea, que supere el milagro de la vida.

 


[i]– Dolores Labarcena. Tundra. Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2018.

[ii] – Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 27.

[iii] –  Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 10.

[iv]– Véase los poemas «Las agarré una por una…», p. 33, «Random: nombre inglés…», p. 19, y «Variación de Flaubert», p. 43. En el libro es apreciable el sarcástico desprecio por los engranajes aviesos que conforman lo político y lo social.

[v] –  Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 15.

[vi] Javier L. Mora. «Un dolmen, un desierto» en Matar al gato ruso y otros ensayos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2018, p. 69.

[vii] -Cuando el discurso debe girar a la emoción lo domina con la certeza, con una idea o pensamiento sacado en claro, con un engendro de la experiencia sin frágiles derivaciones.

[viii] – Véase el texto «¿Has leído a Hobbes?», p. 35. Martí en un arranque cenital afirmaba: «La mitad de los hombres pasó dormido sobre la faz de la tierra, comieron y bebieron, pero no supieron de sí».

[ix] -Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 42.

[x] –Dolores Labarcena. Ob. cit., p. 47

 


Tomado de Cubaliteraria, 24 de enero, 2021.