Reinaldo Arenas
En estos momentos en que casi
todos los países comunistas marchan hacia un proceso democrático, Fidel Castro
se ha puesto en la picota de la opinión pública por negarse a aceptar ningún
tipo de cambio, ni nada que huela a perestroika o a
democracia. Yo, tal vez por mi espíritu de contradicción, en vez de criticar al
"Máximo Líder", voy a hacer aquí un breve recuento de sus virtudes.
Político calculador y
astuto, cuando tomó el poder en 1959 tenía tres alternativas: 1) la
democracia, con la cual hubiese ganado las elecciones en esa fecha, pero
hubiese disfrutado de un poder efímero y compartido con la oposición. 2) La
tiranía de derecha o convencional, que nunca ofrece una seguridad absoluta ni
un poder ilimitado. 3) La tiranía comunista, que en aquel momento, además de
cubrirlo de gloria, parecía asegurarle un poder vitalicio. Hábil, Castro optó
por esta alternativa.
Profundo filósofo, les
ha hecho comprender de una u otra manera a sus súbditos que la vida material es
cosa baladí, a tal punto que en Cuba no existen casi cosas materiales y el
índice de suicidios, según serios informes de las Naciones Unidas, es el
primero en América Latina.
Intelectual lúcido, comprendió
que la mayoría de los artistas son víctimas de un ego hipertrofiado. Desde 1959
comenzó a invitar a destacados escritores, atendiéndolos personalmente y
mostrándoles lo que él quería que vieran. Castro ha creado premios literarios
internacionales y ha promovido a algunos intelectuales fieles hasta las
cúspides del Premio Nobel, como es el caso de Gabriel García Márquez.
Economista
inteligentísimo, ha implantado desde hace casi treinta años la libreta
de racionamiento con la cual evita la inflación económica en su país, ya que el
pueblo prácticamente no puede consumir nada. Además, se dedica, a través de sus
más distinguidos generales y con la participación de Raúl Castro (como consta
en documentos publicados), al tráfico internacional de drogas, lo cual se
revierte en una entrada de dinero fuerte que le puede servir para costear su
aparato propagandístico en el exterior y estimular la subversión armada en
América Latina.
Sexólogo experto, ha
preparado unos magníficos ejércitos juveniles que funcionan como guías de
turismo y traductores y que complacen gentilmente tanto a las damas como a los
caballeros invitados.
Ganadero y agricultor de
nota, logró que una vaca (Ubre Blanca) diera todos
los días más de cien litros de leche. El pobre animalito reventó y la leche
sigue racionada en Cuba; pero el recuerdo de Ubre Blanca permanece
en la prensa de la época y Castro mandó modelar numerosas copias de este
extraordinario ejemplar vacuno. En 1970, Castro dijo que produciría diez
millones de toneladas de azúcar y "ni una libra menos" y se equivocó
sólo en dos millones menos de toneladas.
Alumno aplicado y fiel a su
maestro, ha seguido con intachable ortodoxia las lecciones de Stalin:
por una u otra vía se ha desembarazado de sus contrincantes políticos o de los
personajes que podían ensombrecer su gloria, desde Huber Matos hasta Carlos
Franqui, desde Camilo Cienfuegos hasta Ernesto Guevara. Creó desde 1961 los
campos de confinamiento para disidentes de todo tipo y los oficializó en 1966
bajo el ingenuo título de UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción).
Ha trasladado pueblos completos, situados donde había focos de guerrilleros
anticastristas, hacia nuevas ciudades perfectamente vigiladas. Como hizo con
muchos campesinos que vivían en la provincia de Las Villas, los cuales tuvieron
que irse a vivir a una ciudad prefabricada en Pinar del Río, llamada Ciudad
Sandino. También desde hace casi treinta años, Castro pone en práctica las
purgas políticas y las retractaciones públicas. En esos actos, el acusado,
luego de varias semanas o meses en las celdas de la Seguridad del Estado,
confiesa haber cometido todo tipo de crimen, ser un miserable y un traidor
contrarrevolucionario y, desde luego, un infiel a Castro. Ejemplos: el juicio
público de Marcos Rodríguez (fusilado en 1964), el juicio del general Arnaldo
Ochoa (fusilado en 1989) o la confesión de Heberto Padilla, donde delataba
además a sus amigos más íntimos y a su propia esposa, en 1971. Fiel a su
política de "bloque monolítico", Fidel Castro aprobó públicamente la
invasión soviética a Checoslovaquia, la invasión a Afganistán y la masacre del
ejército chino a los estudiantes en la plaza de Tiananmen.
Estadista sagaz, Castro
sabe perfectamente que un dictador no debe nunca realizar un plebiscito, pues
perdería el poder. De ahí sus furias, desde su punto de vista justificadas,
contra todos los intelectuales (incluyendo seis premios Nobel) que le han
enviado una carta abierta solicitándole civilizadamente que celebre elecciones
libres. Castro hábilmente rechazó la consulta popular, que otros dictadores
menos taimados, pensando que iban a ganar, celebraron. Véanse las dramáticas
derrotas del general Augusto Pinochet y del comandante Daniel Ortega.
Nada nos puede sorprender en la
actual actitud de Fidel Castro. A lo largo de más de treinta y un años en el
poder absoluto ha sido siempre fiel a sí mismo, gobernando con tan maquiavélica
habilidad que hoy por hoy es uno de los únicos herederos de Stalin que se
mantiene en el trono.
A los pocos que aún siguen
arrobados con la imagen "reivindicadora" y hasta "heroica"
del Comandante en Jefe que no se hagan ilusiones. El mismo Castro a través de
su ejército ha dicho que "no cederá ni un milímetro en su ideología"
y ha declarado que "prefiere que la isla se hunda en el mar antes de
renunciar a sus principios políticos"... Claro que le toca al pueblo
cubano decidir si quiere esa zambullida apocalíptica o si prefiere vivir en paz
y con libertad como afortunadamente lo hace ahora gran parte de la humanidad.
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