jueves, 28 de enero de 2021

Una lección de absurdo



Caridad Atencio

 

Puede un libro al mismo tiempo ser sarcástico y profundamente humano? En esto pensaba cuando leía y releía Tundra[i], el poemario que Dolores Labarcena (Santiago de Cuba, 1972) recientemente ha publicado, donde se habla, sin duda, de una germinación, pero en un sitio que su razón de ser es impedirla, de brotes frágiles, en que su gracia es ser poco resistentes: efímeros o superficiales. Los personajes y vivencias que allí pugnan por ser, como los de Bernhard o Sangüinetti, producen una enorme destemplanza en el lector y, a la vez, un reconocimiento de la fuerte humanidad que manifiestan, pues la ironía del destino es recorrida aquí por la ironía de la mirada, la ironía de la mirada es sostenida por la ironía del destino:

Esperar forma parte de la fiesta, pero partir es menos tedioso que habituarse al paisaje. Y aunque el frío raspara, (en ese reducto llamado Polheim) cruzó la frontera como quien corta un huevo duro ¡Bravo por Amundsen!, no murió de escorbuto, o por lo menos en esa ocasión. Se alimentó de mejunjes y trozos de carne cruda; un verdadero estratega. Tarde o temprano caería precipitadamente y no entre copitos de nieve. Sus restos siguieron de largo por el Mar de Barents: He ahí la guinda del pastel.[ii]

En estos textos, que denotan el continuado cultivo de la narrativa por parte de la autora, se bordea el sentido o el sinsentido de la vida humana echando mano a la historia y sus figuras, de existencias azarosas, superpuestas, o mal conocidas, en los que podemos atisbar la veladura de lo político:

Dogal/arreo (o si prefieres cabestro) es una pieza que se ata alrededor de la cabeza. Lo calzan las bestias ‒decías‒ firmes, o insospechadamente vulnerables. También hablabas de isla… ciertas fotografías para no olvidar o desbocarnos.[iii]

En ellos lo político es como un barniz que el brillo propio de las cosas lo hacen parecer invisible, pero indeleble al fin.[iv] Pese al afán diacrónico del texto, de alusiones borradas y limpiadas, se adivina en él el fracaso, la frustración, un mundo dejado atrás: digamos que el fundamento del exilio, de la precariedad de lo que se dejó y del ansia de lo nuevo y la aventura, que todo lo supera. En tal sentido la autora explora el tema del absurdo en la vida y en los sentimientos humanos, y crea pequeños retratos donde se afana, desde su punto de vista de «narrador omnisciente», en presentarlos como efímeros, sin importancia, en los que se filtra o traspasa el líquido gris de los gestos inevitables y de las constantes de la historia. En estos poemas ocurre una cosa rara: hay una introspección en lo humano, despojado de identidades nacionales, a través de una exteriorización de la perspectiva, de una atomización a la hora de concebir el todo, el universo:

También he visto cosas sorprendentes, por ejemplo: una máquina fotográfica de los años treinta. Barcos a vapor en piezas pequeñas y coleccionables. Un niño prematuro en una caja de zapatos. Algunas obras de Bacon. Imitaciones de la orfebrería Ming. Un montón de ciconias en un poste eléctrico. Hundir los hombros en gesto de resignación. Lo que llega a cubrir la escayola y chsss, aquí no se discute de ética. Una rusa que cantaba como Dios. Mendigos, funámbulos, saltimbanquis… Una ciudad entera en un cascarón de huevo.[v]

En la descripción entusiasta de las menudencias cotidianas se evapora el todo, el sentido del todo, su consecuencia y trascendencia. Pues estamos ante «un repaso al terreno síquico ‒humano, frágil‒ de la historia».[vi] Entonces se vuelven inútiles la causa y la consecuencia cuando el azar es el destino, y se teje y describe con sorna y frialdad un mundo que aparece a los ojos del yo lírico como bazar. Entonces desdibujar el poema dibuja el poema. Es un lenguaje seco que esconde la emoción y la devuelve hecha historia, anécdota, azar aparentemente intrascendente.[vii] Aunque hay algo que se ama oblicuamente, pese al tono y la apariencia y una gran falta de fe que viene a coronar estos irónicos escarceos de inevitable sombra humana, y a pesar de que el sentido de las cosas guarda también una especie de destino irónico que viene a coronarlas. Quizá por ello, estos textos, abundantes en lances elípticos, escogen lo descriptivo y reflexivo apegado a la historia, viendo lo humano en las fallas, azares o actos efímeros de sus «personajes». Y los azares dejan un dibujo, incluso hermoso sobre el vacío. Así una ironía devela una vida fútil, mil vidas fútiles que conforman el mundo que te rodea inevitablemente. Por momentos vemos moverse a un individuo tipo que prepara un jolgorio de su falta de fe. Observamos los límites o los ángulos de un individuo reinsertado que hace de sus móviles lo nimio, que hace de lo nimio el resultado.[viii] Entonces ser una jodida persona común se vuelve inevitable, incluso, hasta tolerable, una persona fija en un paisaje como su decorado.

Sumidos en este marco, los textos que tratan del universo de la pareja se ven tan vivos y llenos de autenticidad, que llegan a dar fe de algo que se proyecta contra lo femenino, y, en su absurdo, es ridiculizado. Es también la vida que persigue un aliciente, pero sin emoción, valor y necesidad al fin, escamoteados dentro de un lenguaje económico. Un asunto de naturaleza económica también las relaciones humanas. Una cuestión de comercio en un alarde de la naturaleza de las cosas dentro de sarcástica parábola:

Tras un fallo al que solo se puede llamar técnico, fracasó. Debían colocar unos asuntos que al accionar la palanca aplastarían irremediablemente a la dormida, que por esta vez escapó. Y esto supuso grandes conflictos, para su pensamiento de gacela: Qué hago… osa contradecirme. En otra ocasión, pérfido, capaz de mirarle a los ojos sin pestañear, sin traicionarle siquiera la barbilla, la montó en una chalupa y abur, lista para partirla en dos, así de simple como se parte un carboncillo. No obstante y más allá de todo pronóstico fue óptima nadadora, y casi en apnea ganó la orilla. Pues ¡mátenla! Ordenó. Durante largo rato acarició el cadáver y se ovilló ante ella, la aparente inmortalidad. Luego el banquete. De esto sí que habló Séneca, quien se deshizo en halagos por la incólume y blanca mantelería.[ix]

Y qué si marchó de puro aburrimiento. Sin su presencia todo seguiría igual. Al ídolo de la vendimia no le faltaron ofrendas; los pretendientes y el granero a tope. Para acicalarse, se bañaba en leche de cabra con ungüentos importados de China. «Sigo en la flor». Las veladas transcurrían previsiblemente, y como es natural, a veces se caldeaban los ánimos. Desde luego, la expectativa no era el retorno ni la prolongada demora, sino el precio y la demanda. Pero con pericia la zorra iba tirando. ¿Recuerdas la actriz, desnuda sobre el felpudo mirándolo con total desprecio? Quizás la historia fue así, sin idilio. Al fondo un mar asfixiante y ninguna barca.[x]

Y a estas alturas nos preguntamos: ¿En realidad tiene peso lo trivial en el poemario, o es una manera para caracterizar la estupidez humana y el carácter efímero de la existencia? ¿El libro es irónico porque es amargo, o es amargo porque es irónico? No nos apasionan las respuestas, sólo el hecho de recordar lo que este libro esgrime a manera de luminosa valla: No hay tragedia, por grande que sea, que supere el milagro de la vida.

 


[i]– Dolores Labarcena. Tundra. Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2018.

[ii] – Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 27.

[iii] –  Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 10.

[iv]– Véase los poemas «Las agarré una por una…», p. 33, «Random: nombre inglés…», p. 19, y «Variación de Flaubert», p. 43. En el libro es apreciable el sarcástico desprecio por los engranajes aviesos que conforman lo político y lo social.

[v] –  Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 15.

[vi] Javier L. Mora. «Un dolmen, un desierto» en Matar al gato ruso y otros ensayos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2018, p. 69.

[vii] -Cuando el discurso debe girar a la emoción lo domina con la certeza, con una idea o pensamiento sacado en claro, con un engendro de la experiencia sin frágiles derivaciones.

[viii] – Véase el texto «¿Has leído a Hobbes?», p. 35. Martí en un arranque cenital afirmaba: «La mitad de los hombres pasó dormido sobre la faz de la tierra, comieron y bebieron, pero no supieron de sí».

[ix] -Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 42.

[x] –Dolores Labarcena. Ob. cit., p. 47

 


Tomado de Cubaliteraria, 24 de enero, 2021.



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