Fernando Savater
Dice la voz popular que en la
turbia luz del crepúsculo todos los gatos son pardos. También en el lento
crepúsculo de las dictaduras, que a veces dura décadas y siempre dura
demasiado, los últimos burócratas que se aferran al poder tratan de legitimarse
secuestrando para su causa a quienes la padecieron y se resistieron a ella. O
sea, haciendo ver que ya son también pardos, como el resto de los gatos
domésticos sobre los que siempre ejercieron su control. De modo que intentan
echar el lazo a escritores y artistas relevantes de la disidencia: si aún viven
exiliados, les ofrecen un regreso honroso a la patria, pero honroso sobre todo
para quienes les acogen después de haberles exiliado; si han muerto en su
rebeldía, fingen un reconocimiento tardío a sus méritos ensalzando sus logros
creativos para mejor difuminar su oposición al régimen, que queda soslayado
como algo circunstancial y menor.
Tal es la operación que pretenden
hoy llevar a cabo los gestores del castrismo casi póstumo con la figura
intelectual del autor que de modo más duradero, insobornable y consciente
encarnó la denuncia de la dictadura caribeña: Guillermo Cabrera Infante. Una
instancia oficial, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, edita un
estudio sobre su obra que abarca los primeros años del escritor hasta su
alejamiento definitivo del régimen y su abandono del país sojuzgado. En él se
da a la palabra a intelectuales que viven en la isla o fuera de ella para que
cuenten recuerdos e impresiones sobre GCI. Como no he leído todo el libro no me
atrevo a opinar, aunque en los fragmentos que conozco hay cosas
digamos...pintorescas.
Pero lo más chocante no son las
presencias, sino una gran ausencia de esas páginas. Falta la voz esencial de la
compañera constante y más íntima colaboradora del escritor, Miriam Gómez. Cuantos
conocimos a Guillermo no podemos recordarlo ni imaginarlo siquiera sin Miriam.
Fue la primera lectora de todas y cada una de sus páginas, la destinataria de
muchas y la mecanógrafa que puso en limpio la mayoría. Ahora es ella quien se
encarga con amoroso cuidado de preparar para la edición sus obras póstumas, así
como de gestionar el resto de sus escritos, tras haber rechazado ofertas
sospechosamente generosas del oficialismo cubano, probablemente más deseoso de
enterrar esos libros que le comprometen que de sacarlos a la luz. La ausencia
de Miriam de esa tesis es más significativa, más devastadoramente significativa
sobre ella que todos los testimonios recogidos allí.
Se quiere presentar la pieza
académica como la reconciliación de Cuba con GCI. Pero eso es un gran fraude,
porque Guillermo jamás estuvo enfrentado ni enemistado con Cuba ni con los
cubanos. Todo lo contrario, nunca la isla ni sobre todo La Habana fueron
literariamente celebradas con mayor amor, con más desgarradora nostalgia y con
mejor conocimiento. Y nadie vivió como él tan pendiente de la libertad
secuestrada y los padecimientos de los cubanos en la isla o en el exilio. No
hay que reconciliar a GCI con Cuba, con su Cuba: pero es el caso que con quien
quieren "reconciliarle" a título póstumo es con el castrismo, porque
son los castristas quienes consideran a sus enemigos "anticubanos" lo
mismo que los franquistas llamaban a los opositores del régimen "la
anti-España". Y esa reconciliación mientras la dictadura sigue machacando
a los cubanos jamás la hubiera consentido Guillermo.
Este es el abrazo del oso, el
abrazo doloso que el castrismo agonizante quiere dar a su incansable opositor
para aprovecharse de su nombre. En cambio, quienes deseen recordar de otro modo
al verdadero GCI pueden leer el número de homenaje que la revista ARS
Magazine le dedica, gracias a los desvelos de Zoé Valdés (el ejemplar
se consigue en http://arsatelier.magcloud.com). No sólo excelente por las
colaboraciones, sino por las fotografías realmente únicas que las acompañan:
Guillermo puro, sin indeseables aditivos ni colorantes.
El País, 13 de septiembre de 2011.
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