Gastón Baquero
De los varios octavios paz que hay en Octavio Paz me quedo con el poeta Octavio Paz. Multifacético como un poliedro polisémico, como un verso de Mallarmé, este mexicanísimo don Octavio encierra en su corpachón de hombre recio y bien plantado el proteísmo en vivo, el giraldillo de alma despierta en carne viva.
Tengo recuerdos personales de otros mexicanos
de mirada al mundo: José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet. De Octavio
paz tengo los recuerdos-cicatrices de sus grandes poemas de juventud y leídos a
su vez en mi juventud bulimiosa de poesía.
Leer Piedra
de sol es como ser invitado a un banquete donde el plato principal es alma
hispanoamericana cocida a fuego lento. Vocación y pasión del hombre
hispanoamericano es entremeterse en el Mundo, asistir a sus guerras y a sus
fiestas, a sus odios y a sus amores. Vallejo se entrecruza aquí con Neruda, y
Salomón de la selva se abraza con Porfirio Barba, y León de Greiff guiña el ojo
a Eliot y a Bretón al mismo tiempo. De Piedra de sol se viaja hacia Semillas
para un himno, viendo asomarse a la ventana A Vicente Huidobro. Luego el
atlético Octavio Paz pega un salto empujado por el surrealismo de traje
americano, que es dos veces surrealista. Se entra alucinadamente en la lectura
de la prosa de ¿Águila o sol? con sus aforismos finales, rodrigón
indispensable para seguir Octavio Paz adentro y disfrutar de Ladera este
o/y el prodigio de puro poema que es Blanco, un trabajo fulgurante que
lleva de la mano al Reino Poesía aun al más negado a descubrir cuánta belleza
hay en palpar lo que da del vacío y de la nada. Tantas “lecturas” tiene un
poema merecedor de su nombre.
La magnitud de la poesía de Octavio Paz se ve
como opacada por los otros resplandores de este creador incesante, el del proteísmo
alucinante. El ensayista Paz, el colaborador tenaz en periódicos y revistas, el
padre de Taller ayer y de Vuelta hoy, el conferenciante, está-en-todas-partes-Paz,
no dejan ver en su exacta dimensión la poesía de este gigante de gestos suaves
y palabras amables. Tantas cosas hace y es Octavio Paz, que literalmente puede
decirse que es la voz, la conciencia, la palpable y carnal presencia de México.
Para un poeta grande esto puede resultar -como ha resultado ya- en el caso
dañino para el conocimiento y el reconocimiento cabal de su poesía.
Insisto, en el momento de redactar este saludo
que quiere ser auspicioso en los ochenta años de Octavio Paz, en que no debemos
dejarnos distraer por los numerosos octavios paz de Octavio Paz, porque en
realidad él es un caso más, doloroso por cierto, del intelectual
hispanoamericano y español -pensemos en Ortega- triturado y torturado por las
obligaciones y servidumbres extrapoéticas.
A este poeta hay que rescatarlo, precisamente
ahora que estrena sus ochenta primaveras, de los cien otros quehaceres que estorban
al creador, que merman su libertad, aunque esta le fuese acordada “bajo palabra”.
Quien escribió los poemas de Octavio Paz, bien exento está de pelear en otros frentes. Cierto que Hispanoamérica está huérfana de Guías, pero ya está bien de sacrificar a sus mejores hijos ante el altar vacío de dioses y de luz. El poeta grande al castillo vigía de sus poemas. Quede lo demás, las batallas pequeñas, para quienes no tienen el don de la palabra liberadora. Al Moloch de la historia currente pidamos que nos devuelva el poeta. Que de los varios octavio paz nos quedemos -se queda el Mundo- con el egregio Octavio Paz, el Poeta.
Tomado de Gastón Baquero. Geografía literaria (1945-1996), ed. de Alberto Díaz-Díaz, Madrid, Huerga y Fierro Editores, S.L.U., 2010.
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