lunes, 12 de octubre de 2020

Dejar las letras

 



Juan L. Ortiz

 

Deja las letras y deja la ciudad...

Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...

Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas

en la azucena del azul...

Yo quiero ser, amigo,

uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal...

o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume...

No estás tú también

un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?

 

Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadilla

de las calles extremas, hacia la gracia de las huellas...

Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,

ya hace, por aquí, flotar a la pesadilla

en celeste de agua...

Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,

invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz...

Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubias

que suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,

apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas...

El sol ha bebido sus propias perlas

y hay apenas de ellas una memoria por secarse...

No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas...

Viste alguna vez la melodía de los brillos?

La viste ondular, todavía de gasa,

desde tus pies al cielo, sobre el río?

Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blanca

con unos silencios amatistas...

Y ahora, ahora, torna la vista alrededor...

Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,

capaces, sin embargo, de atraer hacia sí

a las abejas todas del día

y de volver de margaritas a la melancolía más flotante...

No las sientes curvarse bajo un amor transparente

en un hálito de alas?

O es sólo la cortesía más misteriosa

entre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,

ante algo que al parecer es la respiración de un dios?

Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:

qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,

sobre un rastreo de tases, serpentino?

Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:

pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos...

Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,

pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla...

Y ah, a las más sin nombre que se van

con los alambres libres

en una fuga preciosa de piedritas...

Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,

increíblemente miniado de sol en primores casi íntimos

pero que extenúan a la brisa...

Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:

oh, la más dulce sangre labrada por los misterios

para los misterios de las hierbas.. .

Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigos

mas que blasonan, del mismo modo, todo el aire...

Y a esos recuerdos de la luna,

aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejo

que se busca, a su vez, en su infinito todavía...

Pero no olvidemos, mi amigo,

a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,

delante no se sabe qué sacramento etéreo:

no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos...

Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisales

con su "pasión" de cielo sobre el susurro trepador:

rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?

Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..

Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del beso

que van estrellando, se diría, todos los minutos

con todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?

 

Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?

Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizo

con su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazmines

sobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,

con las navecillas de cita. ..

Y los laberintos de los taludes, aún con su sin fin

de pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,

dando no sé qué números de no sé qué otra noche

o qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo...

 

Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?

Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,

se deshace dulcemente?

O qué llamado para el sacrificio, di

de campanillas de humo?

Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azar

es el mismo amor que no teme perderse

como la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo de corolas...

Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más allá

de las lianas que tejiera para vencer su abismo,

asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?

Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra flor

o el otro lado de esa flor,

llama, serena llama, que viviría de su sombra...

Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?

Aquí, lo que llamamos "horror", o lo que llamamos "amenaza",

sonriendo desde la semilla, se diría,

o equilibrando a las mariposas, si quieres,

con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre...

Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,

algo como los honores de un ángel...

 

Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,

terriblemente dividida, y expedida a la ventura...

Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?

Allí y aquí, a la vez, la condena "de la rueda",

desde las madres del río y desde las madres de las zanjas...

 

Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..

Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?

Hay que perder a veces "la ciudad" y hay que perder a veces "las letras"

para reencontrarlas sobre el vértigo, más puras

en las relaciones de los orígenes...

O más ligeras, si prefieres, como en ese domingo

y en esa fantasía que serán...

Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidad

para que el poema, deseablemente anónimo,

siga a la florecilla que no firma, no, su perfección

en la armonía que la excede...

O para ser el arpa de Lungmen

eligiendo ella sola los temas de su música,

lejos de los tañedores que se cantan a sí mismos

o que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramas

ni lo que dice el viento...

ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..

Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,

con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..

Y el rostro de Ella no escrito,

oh, recién nacido, con unos signos por hallar

y que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esencia

como las mismas, las mismas letras de tu alma...

Pero la viste a Ella,

amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,

Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,

virgen profunda ésta toda aún de cabellos?


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