77 es el número de la germinación de la otra
Palabra, en lo efímero
de la vuelta
mortal
con tanto Octavio
todavía
por aprender del aire, con tanta ceiba
libre que uno pudiera ser, si uno pudiera
ser ceiba en la tormenta con exilio
y todo en la germinación del número
de esta América de sangre con ventisquero
y trópico y grandes ríos
de diamante, sin más tinta
que esta respiración para escribir tu nombre más allá de
las nubes
de México ciego hasta cómo decirlo
al otro México que somos todos cuando la aorta
del amanecer abre ritual el ritmo de las violetas
carnales de la Poesía, las muchachas de bronce que
marchaban
airosas al sacrificio
desnudas al matadero por nosotros antes de parirnos
altas en su doncellez hacia lo alto de los cóndores
desde donde jugamos mientras caemos páginas
tras página en este juego de adivinos
del siempre y el nunca de las estrellas y tú te llamas
por ejemplo
77 ángeles como Blake y yo mismo me llamo
77 especies de leopardos voladores porque es justo que el
aire
vuelva al aire del pensamiento y no muramos
de muerte y esto sea el principio Octavio
de otro principio y otro, y además no vinimos
aquí a esto.
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