Juan Perucho
Vindican un amor eterno e inmarchitable.
Detenidas en el tiempo, descienden a los parajes
que horrorizan a los humanos. Mas están ahí siempre
con sus estáticas sonrisas, seguras y anhelantes,
no como esta vida impura, que envejece y transforma.
«O mort, veiux capitaine, il est temps, levons l'ancre».
Pero estos labios
femeninos que suspiran inmóviles
no comunican lo siniestro de Carlota Corday
ni de la Belle
Heaulmiére que amó al poeta.
Un grito, el parpadeo, el gesto suave de esta mano,
todo queda ahora inmutable en su apariencia más profunda.
El crimen es esto sangrante; el amor, esta amarillenta
cera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario