viernes, 5 de noviembre de 2021

En principio sí

 

Patricio Pron


UNO. Un oyente llama a una cadena de radio de la antigua Unión Soviética y pregunta: “¿Es verdad que Grigori Grigoriewitsch Grigoriew ha ganado un automóvil en el campeonato de obreros de Moscú?” La respuesta oficial es “En principio sí; pero, primero, no fue Grigori Grigoriewitsch Grigoriew sino Wassili Wassiljewitsch Wassiljew; segundo, no fue en el campeonato de obreros de Moscú sino en el festival del deporte de la granja colectiva de Gamsatschiman; tercero, no fue un auto sino una bicicleta; y, cuarto, no es que la ganó sino que se la robaron.” A pesar de su brevedad, la historia caracteriza muy bien el divorcio entre las palabras y su significado, que es característico de los regímenes totalitarios, especialmente del paraíso de los trabajadores; también es particularmente representativa de un cierto tipo de humorismo soviético, cuyos materiales eran la desesperación y el cinismo, que gozó de una gran popularidad durante décadas. A ese humorismo soviético le debemos algunos grandes chistes (“¿Por qué se ha encarecido tanto la vida en la urss? Porque ha dejado de ser un artículo de primera necesidad”), pero también una muestra del tipo de descontento que inspiró a alguno de los grandes escritores satíricos del periodo. “Aquí tenemos sentido del humor, pero es que lo necesitamos mucho”, sostuvo un ciudadano soviético en cierta ocasión; de ese humor y de esa necesidad surge la obra de Sławomir Mrożek.

DOS. Mrożek nació en la localidad polaca de Borzecin en 1930 en el seno de una familia católica y su adolescencia transcurrió durante la Segunda Guerra Mundial; de acuerdo a su testimonio, estudió arquitectura durante seis meses, arte durante dos semanas y lenguas orientales durante un año, aunque solo para demorar su ingreso al ejército. A pesar de obtener cierto éxito como periodista y dibujante satírico, Mrożek decidió convertirse en escritor hacia finales de la década de 1950. En sus palabras, “mi sensación más importante en los años inmediatamente posteriores a la guerra era una de claustrofobia. Yo no estaba interesado en escribir historias así llamadas realistas y con una relación estrecha con la realidad y los hábitos locales. Yo anhelaba algo que estaba más allá”. En 1956 escribió su primera obra de teatro, El profesor, pero su prestigio internacional como dramaturgo se debe a obras posteriores como En alta marStrip-tease (ambas de 1961) y, especialmente, Tango (1965); excepto por estas tres, publicadas en 1968 en un solo volumen por Centro Editor de América Latina en Buenos Aires, la totalidad de sus 42 obras de teatro permanece inédita en español. Mejor suerte ha corrido su narrativa, que Acantilado viene publicando desde 2001 en volúmenes como Juego de azar (2001), La vida difícil (2002), Dos cartas (2003), El árbol (2003), El pequeño verano (2004), La mosca (2005), Huida hacia el sur (2008) y El elefante (2010, publicado originalmente por Seix Barral en 1969). Mrożek debió abandonar Polonia en 1963 y vivió en el extranjero hasta 1997. En 2003 le fue otorgada la Legión de Honor del gobierno francés. A fines de 2010 la editorial polaca Wydawnictwo Literackie publicó parte de su diario, más de dos mil páginas escritas entre 1962 y 1999 que se anuncian como una oportunidad única de acceder a una intimidad ya revelada parcialmente el año anterior con la publicación de su correspondencia del período comprendido entre 1963 y 1975. Mrożek vive actualmente en el sur de Francia.

TRES. “Existe algo humillante y restrictivo en un autor que hipoteca su creación solo porque hay alguien que le golpea y que le oprime”, afirmó el autor polaco en una ocasión. Sin embargo, buena parte de su obra parece funcionar como una reacción a esa opresión y tiene como tema el comportamiento humano bajo las condiciones de alienación y abuso de poder de los sistemas totalitarios. A pesar de que su obra es vinculada recurrentemente con el teatro del absurdo, cuyas principales características fueron enunciadas por el crítico teatral Martin Esslin en 1961, Mrożek nunca parece haberse sentido cómodo en la compañía de autores como Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Harold Pinter y Jean Genet; para el polaco, “el término se correspondía con cierta parte de la realidad del teatro de hace cuarenta años pero eso es todo. Por una parte, le estoy muy agradecido [a Esslin] por haberme incluido en su libro porque me hizo más conocido, o menos desconocido, en Europa Occidental; pero, al mismo tiempo, no me siento muy cómodo con él porque la suya es una etiqueta que se queda pegada para siempre. No importa donde haya estado en los últimos cuarenta años, cada entrevista ha comenzado con Martin Esslin, su libro ha sido leído en todas las universidades en todas partes del mundo y para todos los críticos, el término se ha convertido en un mantra […]. Así que supongo que para mí es bueno porque soy conocido de alguna manera gracias a él, pero malo porque no tiene ningún sentido: no hay ninguna obra que encaje exactamente en esa categoría”. 

CUATRO. A pesar de sus objeciones al término, sin embargo, las piezas que Mrożek escribió durante la década de 1960 parecen adherir fácilmente al teatro del absurdo, en el sentido de que los incidentes que narran carecen principalmente de lógica y no se integran a ninguna narrativa articulada, sus personajes no poseen motivaciones racionales y el mundo narrado tiene el carácter de una pesadilla. Un ejemplo de ello puede encontrarse en su pieza En alta mar, en la que tres hombres (Mały, Średni y Gruby; literalmente, el Pequeño, el Mediano y el Gordo), que han encontrado refugio en un bote tras un naufragio pero carecen de provisiones, discuten acerca de cuál de ellos debe ser comido por los otros dos; la absurda conversación que sostienen en torno a cuál es la solución más “justa” al problema, no solo sirve para demorar la misma sino también para revestirla de un supuesto carácter racional a pesar de no ser más que el resultado de la ley del más fuerte, que en este caso está del lado de Gruby, el Gordo. Aunque En alta mar recuerda a piezas clásicas del teatro del absurdo como Esperando a Godot (1952) y, por tanto, su adscripción al género parece indiscutible, el descontento de Mrożek con esa atribución parece provenir del hecho de que (como observa el crítico polaco Tadeusz Nyczek) el humorismo absurdo de su obra no  surge de una adhesión explícita al existencialismo sino de una reflexión personal en torno a las condiciones específicas de vida en Polonia durante el comunismo. “Polonia pertenece a los países en los que el balance entre el destino individual y el de la nación no se presenta equilibrado”, afirmó Mrożek en otra entrevista, justificando involuntariamente la  hipótesis de Nyczek, “Hay demasiada historia y muy poca felicidad”.

CINCO. En ese sentido, quizás el origen del humorismo absurdo de la obra, no solo dramática, del autor de En alta mar deba encontrarse en el hecho de que Mrożek comenzó su carrera como escritor en la redacción del periódico Dziennik Polski, para el que escribió, entre 1950 y 1954, artículos que solían conformar las demandas de un periodismo ideológicamente correcto y constructivo a tono con esos tiempos de construcción del socialismo. No está claro que Mrożek se haya sentido realmente cómodo con esa tarea, pero lo que sí está claro es que la obligación de disimular las carencias, no solo materiales, de la sociedad polaca de posguerra mediante un lenguaje monopolizado por el Estado, parece haber sido fundamental en la constitución de su estilo. La obra narrativa del escritor polaco tiene como tema subterráneo la existencia de contradicciones y opuestos que el Estado totalitario disimula mediante un hábil uso del lenguaje. Este uso subvierte los términos antitéticos de razón y sinrazón, cultura y naturaleza, tradición y progreso, orden y desorden, abundancia y carestía, progreso y atraso, ficción y realidad, adecuándolos a los fines de perpetuar el régimen que les da origen, y Mrożek tiende a hacer lo mismo con fines satíricos. Así, en su historia “La evolución del ciudadano”, el director de una estación meteorológica es reprendido por las autoridades, que lo acusan de “parcialidad”, “un tono pesimista” y “derrotismo” por informar de lluvias persistentes poco antes de la cosecha; al regresar a su casa decide adecuar sus informes a lo que se espera de él. “La lluvia ha cesado por completo, aunque, de hecho, lo que se dice llover nunca ha llovido”, escribe; a partir de ese momento, vende los aparatos de medición y se da a la bebida. En “De viaje”, las autoridades reemplazan el telégrafo por empleados que se gritan los despachos unos a otros a lo largo de kilómetros y kilómetros de carretera; de acuerdo a uno de los personajes, el sistema funciona: “No se avería con las tormentas y nos ahorramos la madera.” En “El elefante”, las autoridades del zoológico reemplazan al paquidermo (que no pueden adquirir) por tres mil conejos, pero después ponen “remedio a las deficiencias de forma planificada”, aunque recurriendo a la chapuza de un elefante hinchable.

SEIS. Un chiste muy popular en la Unión Soviética enumeraba los cinco preceptos a los que los escritores nativos debían atenerse: “No piense. Si piensa, no hable. Si piensa y habla, no escriba. Si piensa, habla y escribe, no firme. Si piensa, habla, escribe y firma, después no se queje.” Mrożek encontró en ese marco la posibilidad de escribir una literatura realmente política y a su vez eludir a la censura mediante el recurso de arrebatar al Estado totalitario su uso monopólico de la palabra; operando como un Estado productor de ficciones, Mrożek reveló que solo mediante una violencia brutal sobre el lenguaje podían disimularse los contrastes que presidían la vida cotidiana bajo el comunismo y las contradicciones evidentes entre las motivaciones internas y externas de los actos de los ciudadanos soviéticos (al respecto existe un gran chiste de la época: “El secretario del politburó pregunta a su subalterno en una reunión: ‘Camarada Rabinovich, ¿tiene usted alguna opinión en relación a este tema?’ ‘Tengo, pero no estoy de acuerdo con ella’, responde Rabinovich”). Mrożek demostró que los valores que presidían las acciones en el comunismo no tenían vinculación lógica con los fines que supuestamente legitimaban, y que su adopción por parte del Estado totalitario solo tenía como finalidad dificultar la creación de otros que supusiesen un alejamiento del camino ya trazado. Para Tadeusz Nyczek, “la estabilización de las zonas rurales, la guerra devastadora, la inspiración revolucionaria del comunismo y, finalmente, el escape del infierno de la ingenuidad: todo esto tuvo una influencia decisiva sobre la naturaleza de la creatividad de Mrożek. Al sentirse despedazado él mismo, Mrożek decidió convertirse en un espejo roto de la realidad fracturada del socialismo en Polonia. Este espejo roto empezó a reflejar la vida polaca en sus docenas de formas fragmentadas, en su lenguaje ridículo, en su comportamiento del revés y en el absurdo de vivir en un cubo de basura que la propaganda definía como la alegría de construir una patria socialista”.

SIETE. Uno de los mejores relatos de Mrożek es “La petición”. En él, un anciano indigente escribe una solicitud a las autoridades para que le otorguen poder sobre el mundo; lo absurdo de su pedido se ve aumentado por el puñado de argumentos ridículos con los que lo justifica y revela su impotencia física y mental, pero también expresa uno de los temas centrales en la obra de su autor: la disociación entre la realidad y lo que se dice y se piensa de ella que aparece en el “en principio sí” con el que comienzan muchos chistes soviéticos. En realidad, el anciano del relato no desea obtener un poder universal sino simplemente recuperar el control sobre su vida y sobre el lenguaje con el narrar su propia experiencia, que le ha sido arrebatado por el Estado al que ahora recurre. Al igual que en otros relatos del escritor polaco, el tema aquí es la inutilidad (al tiempo que la absoluta necesidad) de hacer algo para recuperar el control de nuestras vidas y nuestro derecho a narrar el mundo con unas palabras que nos pertenezcan. Aunque el Estado totalitario al que Sławomir Mrożek se opuso a lo largo de su vida ha caído hace algo más de veinte años, sus esfuerzos por restituir la palabra a quienes ni siquiera eso tienen poseen una actualidad desusada en los países del antiguo bloque socialista y en todos los otros. Al leer a Mrożek sentimos la tentación de reír, pero nuestra risa es una de ansiedad y amargura ante lo que un Estado totalitario puede hacer con sus ciudadanos, y en esa constatación hay un recuerdo pero también una advertencia para los tiempos por venir.

 

 

Tomado de Letras Libres, 31 de marzo de 2011.



viernes, 29 de octubre de 2021

El píndalo



 Dolores Labarcena


“Sus conocimientos sobre el mundo exterior son muy rudimentarios. No obstante, podemos afirmar que la percepción que tienen los pobladores de las islas Utu-Palinos sobre la existencia, la muerte y lo sagrado, no dista mucho de la de un neozelandés, un europeo o un mongol”, señala Kimba Mangarla en una de las páginas de Oceania, hell or paradise? En 1980 esta antropóloga australiana sacó a la luz un libro apocalíptico sobre las causas y consecuencias de las altas tasas de criminalidad en Utu-Palinos (obra que le valió veinte años de ostracismo académico). Pionera en el estudio de las tribus caníbales de Oceanía, en 1974 la CEAB, Cátedra de Etnología Adolf Bastian con sede en Kontaka, le encargó que recopilara, con el apoyo de Jackson Poll, fotógrafo, escritor, psicoanalista, y gran conocedor de las lenguas de los aborígenes, todo lo concerniente a historia, cultura, política, religión y economía de esa zona geográfica.

Cuando en 2013 fui invitada al ashram de Osho en Pune, tuve la oportunidad de conocer a varios gurús de renombre internacional, entre los que se encontraba Waku Phamafuta. Le ahorro al lector los detalles del retiro y los hilos que moví para que me presentasen al líder espiritual de los mecherewamchere. Dos meses más tarde, y llena de expectativas, por fin visité las Utu-Palinos. Sin embargo, mi mayor interés (esto se lo debo a Kimba Mangarla) residía en la visión un tanto excéntrica, por exceso o por defecto, que me había formado de los nativos de Isla de las Culebras (en lengua mechere Chilum Bachowopsa) cuando leí Oceania, hell or paradise? Paul Jones, vicepresidente de AACSO, Asociación de Alternativas, Convivencia y Sostenibilidad de Oceanía, me acompañó en el viaje.

Los árboles son frondosos, de un verde intenso. Hay cocodrilos, petauros del azúcar, casuarios de Ceram. Con todo, cuestión que no deja de asombrarme, los mecherewamchere no comen otra cosa que no sea culebras con minga. La minga es una especie de musgo marrón. De acuerdo con Andrew Jenkins, (primer australiano que pisó Chilum Bachowopsa a inicios de los setenta y que hizo el cuento a través del diario, documento imprescindible para la antropología al que tuve acceso a través de la Biblioteca Online de Nueva Gales del Sur, el cual se conservó gracias a la mediación de Jackson Poll) su sabor es parecido al de la cañandonga. El promedio de vida de los mecherewamchere es de treinta años. Las principales causas de mortalidad hasta la fecha son los asesinatos entre tribus, la viruela y supuestamente el canibalismo. Sus fuentes de ingreso provienen del tráfico ilegal de madera, corales y, una especie típica de Chilum Bachowopsa, el píndalo.

Minuciosamente descrito por Andrew Jenkins, “el píndalo es un marsupial familia del quokka y el possum. Su tamaño no excede al de un gato doméstico. El pelaje es gris; dorso, vientre, patas y cola de un rojo cobrizo. Posee un hocico en forma de cono. Aunque es ciego, sus ojos son extremadamente grandes. Orejas largas y caídas. Ocho incisivos coronan su mandíbula estrecha. La cola se parece a la de un zorro, la diferencia radica en que es prensil. A pesar de que sus patas son cortas, el píndalo es ágil. Usa las garras delanteras para protegerse y alimentarse. Herbívoro, aunque de vez en cuando come hormigas, huevos y reptiles. Nidifica en árboles y agujeros de rocas. Animal poco sociable. Al sentirse en peligro emite silbidos que no cesan. Por tal motivo los mecherewamchere pueden cazarlo incluso de noche”. Muy cotizado en Filipinas. Además de sus fines gastronómicos, del hígado de píndalo se extrae un aceite muy peculiar que, entre otras cosas, sirve como afrodisiaco y para curar las almorranas.

Los mecherewamchere viven en las copas de los árboles a una altura no menor de cuarenta metros. La choza se fabrica con una técnica ancestral que garantiza la impermeabilidad durante los periodos de lluvia. Sostenida por cayados y pilastras, sus muros son de fibra vegetal y los techos de palma. El acceso a tan peculiar morada se realiza a través de una escalera tallada en el tronco madre, o central. Este método de construcción se concibió, ya que los mecherewamchere por siglos fueron animistas, para protegerse de los malos espíritus, las inundaciones y los mosquitos.

Waku Phamafuta es el líder espiritual de los mecherewamchere desde 1972. Se especula que fue él quien introdujo el coffinismo en Chilum Bachowopsa. Esta doctrina nació en Punyab cuando en el resto del mundo estaban en boga el nuwaubianismo y la cienciología. Su ideólogo fue Edgar Coffin, un veterano del Ejército del Raj Británico que después que un Bentley atropellara mortalmente a su esposa inválida en Nueva Delhi llegó a la conclusión de que las religiones abrahámicas no eran el camino asfaltado por el Ser Superior para alcanzar el ´moksha´. Esto lo llevó a tomar prestado del zoroastrismo la figura de Ahura Mazda, del sintoísmo los kamis, y del sijismo, la figura que representa a Dios en la tierra, el gurú.

El coffinismo pregona que siempre ha existido y siempre existirá. Tal como asevera el Yanú, texto escrito por Edgar Coffin:

“Para fundirnos y confundirnos en uno solo, la salvación individual pasa por la aceptación de que Ahura Mazda es el Creador increado o arjé, principio de todo. Por lo tanto, es Ahura Mazda quien creó los cinco kamis o espíritus de la naturaleza: madera, fuego, tierra, metal y agua. Los kamis son los encargados de premiar o castigar al hombre. Las ceremonias para reverenciar a los kamis incluyen purificaciones con agua, rezos, sacrificio de animales, y danza trance. La meditación dinámica transporta al alma a un estado primigenio de libertad y goce infinitos. Los votos son la felicidad perenne, la rectitud, la equidad entre castas y la no violencia. En el coffinismo el representante por antonomasia de Ahura Mazda o Creador increado es el gurú, el cual oficiará de líder espiritual hasta su total desmaterialización. El sucesor es escogido por el propio gurú. Como identificación, los coffinistas portarán un amuleto en el cuello que representa la lucha de un lobo y una oveja. Símbolo de yuxtaposición entre la vida y la muerte, la luz y las tinieblas”.

Con tales fundamentos Edgar Coffi atrajo a hippies, shudrás, dalits e invisibles y abrió un ashram al que bautizó Olxaatma. Al llegarle los rumores de la naciente doctrina, el joven Nayath Kumar, quien pertenecía a la casta de los invisibles, vio por fin la luz del día cuando escapó a Punyab. Muy pronto se convirtió en hijo adoptivo del gurú británico y, además, en el discípulo más aventajado. Igualmente pronto, el gurú británico lo consagró como su único sucesor en el río Jhelum.

En 1967 Edgar Coffi y Nayath Kumar abandonaron Olxaatma dejando al libre albedrío dos vacas y ciento treinta y siete bocas. El recorrido que hicieron es difícil de trazar. Se rumorea que peregrinaron por Sri Lanka y Manipur. La cuestión es que en 1972 llegaron en una canoa a Chilum Bachowopsa. Al desembarcar, y esto lo narra el propio Nayath Kumar, lo primero que vieron fue a una turba de nativos con cerbatanas esperándolos en la orilla. Discípulo y maestro no sintieron temor. Al contrario, para demostrarles a los mecherewamchere que venían con una Verdad sanadora y trascendental, Edgar Coffi, que contaba ochenta y nueve años y daba por hecho que esa sería su última reencarnación, se sentó en padmasana con los ojos cerrados bajo el aire estremecido de un monzón de abril. Por su parte Nayath Kumar dice que alzó un báculo con una tira verde y siete cascabeles amarrados, lo agitó en el aire, y lo plantó en la arena. Esta escena fue interpretada por los mecherewamchere como un obsequio de ultramar. Por lo que, el destino de Edgar Coffi se reveló súbitamente desmaterializándose del mismo modo en que se desmaterializó Andrew Jenkins, en una cazuela. El trato que le dieron a Nayath Kumar fue diverso. Siendo hindú, con aquella piel cetrina, túnica blanca y barba hasta el plexo solar, les hizo creer que era Yamma, espíritu de la lluvia.

El 15 de agosto, según el calendario de Zoroastro, en Chilum Bachowopsa se celebra el año nuevo. Días previos observé la dedicación de los mecherewamchere, los cuales desmontan sus chozas al ritmo de un tambor monótono que va in crescendo a medida que prospera el desguace. A propósito de mi curiosidad, Nayath Kumar, rebautizado por los mecherewamchere como Waku Phamafuta, me aseguró que no existen casos aislados de canibalismo. Que el canibalismo, junto al culto a ídolos ajenos, forman parte del pasado. Por tanto, y porque la memoria es traicionera, era tan importante dicha festividad. Asimismo, agregó que, despojándose de lo viejo, es decir, de las viviendas construidas un año atrás, con la depuración transformadora, los kamis traerían paz mental y amor al prójimo. Al indagar, pues los invitados autorizados a dicho evento, bajo la mirada impasible de los mecherewamchere, comíamos puerco asado en púa, si la dieta de los mecherewamchere tenía que ver con el coffinismo, Waku Phamafuta, con cándida simpatía mientras espantaba moscas chancleta en mano, respondió que “el coffinismo es la doctrina más laxa que existe puesto que aúna todas las manifestaciones de la Divinidad. Pese a ello, los mecherewamchere han sido castigados por los kamis por comer carne humana, que no es juego. Además del ayuno, medio eficaz para alcanzar la iluminación y librarse de la rueda kármica, son totalmente libres de comer lo que más abunda en la isla”. ¿Y qué es lo que más abunda en Chilum Bachowopsa? Culebras y minga.  

Desconozco cuándo los kamis o espíritus de la naturaleza levantarán el veto a los mecherewamchere. También desconozco las toneladas de madera que los mecherewamchere arrojaron a orillas de la playa en presencia del vicepresidente de AACSO. Lo que sí sé es que, al prenderle fuego, y estaba alejada de semejante columna ardiente lo mínimo trescientos metros, o más, me pregunté si Kimba Mangarla había vivido una experiencia tan traumática como esa, porque si la vivió, la omitió intencionalmente en Oceania, hell or paradise? El crepitar de la madera era ensordecedor. Las lenguas de fuego subían, bajaban, se arremolinaban, daban fuete a diestra y siniestra. Waku Phamafuta, que estaba sentado dentro de una grúa, se encargaba de eliminar las estériles tinieblas del mal con el mismo limpiaparabrisas que espantaba palos, chispas, y toda roña. A dos youtubers austriacas, un ecologista chileno de origen armenio, Paul Jones y a mí nos ubicaron en un altar parecido a la silla de un juez de tenis, debajo, diez o doce mecherewamchere ataviados con cerbatanas y caretas de píndalo bailaban en torno a nosotros cambiando de dirección cada vez que el mecherewamchere-guía soplaba algo semejante a un didyeridú. Más o menos a las cuatro de la tarde del cielo comenzó a caer un polvo finísimo que nos hizo parecer, sin exagerar, a los cuerpos petrificados de Pompeya. Al observar que todo estaba teñido de aquel color grisáceo, Waku Phamafuta bajó el brazo de la grúa y soltó una balsa de agua sobre la pira exánime. Fue entonces cuando derribaron nuestro altar y comenzó una copia mediocre y macilenta del Holi hindú, la cual consistía, en medio del humo, la poca visibilidad y el desorden imperante, en tirar, sin dispositivos de emergencia en caso de accidentes, cenizas a los convidados hasta sepultarlos vivos.

Concluyendo, y espero no herir sensibilidades, teniendo en cuenta la campaña anti-extinción que actualmente realiza la ONU a través de Human Rights in Australia para proteger y dar voz a las minorías vulnerables de esa parte del planeta, aún espero las declaraciones de la Asociación de Alternativas, Convivencia y Sostenibilidad de Oceanía en lo tocante a la integridad física del ecologista Kevork Karapetyan González, desaparecido en Utu-Palinos desde 2013.

 

 


sábado, 23 de octubre de 2021

La tumba de Edgar Allan Poe

 

Stéphane Mallarmé


El poeta en Él mismo al fin cual lo convierte

la eternidad, suscita con una espada armado

a su siglo que tiembla por haber ignorado

en esta voz extraña el triunfo de la muerte.

De la Hidra el escándalo antiguo, de que acierte

a dar lengua más pura el ángel al poblado,

vil proclamó por ellos a gritos el pecado

que un brebaje sombrío al sortilegio vierte.

Si nuestra idea hostil a la nube y al suelo

con ambos en la tumba de Poe no esculpe, oh, duelo,

y en un bajorrelieve guirnaldas no coloca,

granito aquí clavado por un desastre obscuro,

de la Blasfemia al menos que un límite esta roca

marque a los vuelos negros sueltos en el futuro.



Traducción: Jorge Cuesta



domingo, 10 de octubre de 2021

La isla en el lago

 



Ezra Pound


Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los granujas,

en la ocasión propicia concededme, os lo ruego,

una tabaquería no muy grande.

Con envases brillantes y menudos

             apilados en orden sobre los anaqueles

y las pendientes piezas olorosas de tabaco prensado

y en tiras,

y el lustroso Virginia

              puesto debajo del cristal pulido,

y un par de balanzas sin excesiva mugre,

y las puntillas que de paso llegan a cambiar dos palabras,

una frase de prisa, y a componerse un poco el pelo.


Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los granujas,

prestadme una tabaquería no muy grande,

o establecedme en una profesión cualquiera

salvo esta diabólica profesión de las letras,

en la que se precisa la inteligencia todo el tiempo.



Traducción de Jaime García Terrés



martes, 28 de septiembre de 2021

Sufría tanto por ser rumano


Emil Cioran 


He vivido estos acontecimientos como algo inaudito, imprevisible. Asistimos a la resurrección trágica de un pueblo, que yo creía desde hace mucho tiempo liquidado, y que va probablemente a recuperar su salud a partir de una catástrofe sangrienta. Debo una confesión: en el momento en que ha comenzado la insurrección, me disponía a escribir un artículo contra los rumanos, que se titularía «La nada valaca» por referencia al principado del Danubio que formó con la Moldavia el antiguo reino de Rumania. Y con referencia, sobre todo, a la historia de una nación desventurada y fallida, de un pueblo suicida. Los acontecimientos me han hecho cambiar de opinión y renuncié a este proyecto. De ello estoy contento.

 Ha de ser una extraña paradoja -me dirán- que Rumania, de donde salí hace más de 50 años, venga hoy a enterrar mi filosofía escéptica, la cual es considerada como radical e intolerante. En realidad, mi escepticismo jamás ha estado ligado a las circunstancias, pero he sufrido mucho, es verdad, por ser rumano. Incluso tenía un profundo desprecio por mis compatriotas. Como casi todos los rumanos, he desarrollado un lastimoso complejo de inferioridad, que tiene sus raíces en la historia profunda, mucho más allá de la dictadura de Ceausescu. En el Imperio Austrohúngaro, nosotros éramos inexistentes: en Transilvania, los rumanos no eran esclavos sino seres primitivos, personas de tercera, después de los húngaros, después de los alemanes.

Uno de los poemas más citados en Rumania dice: «Despierta, rumano, de tu sueño de muerte». No es por azar que la insurrección haya nacido en Timisoara, al oeste del país, donde el 30% de la población es de origen húngaro. Supongo que los rumanos de cepa, en el resto del país, recibieron esta señal como una bofetada. Y los rumanos se despertaron de su sueño de muerte... bueno, no hay que creer que el suicidio es una especialidad rumana. Es más bien una invención húngara, me parece, lo cual, dicho por mí, es un cumplido. Durante mucho tiempo me pregunté: ¿por qué los rumanos no se suicidan en masa? Uno no puede imaginar hasta qué punto han podido sufrir; es impensable visto desde aquí. ¿Cómo puede uno vivir entre el miedo mórbido de los vecinos, de los propios hijos, de la sombra misma?

Con una política hábil y fundada del todo sobre el cálculo (la no ruptura con Israel, la distancia frente a Moscú, etc.). Ceausescu había incluso logrado engañar a los intelectuales. Siempre recordaré un paseo que hice sobre «Le pont-neuf», a las dos de la mañana, en compañía de mi amigo Noicea, probablemente el más grande filósofo rumano. Me decía «¿Qué tienes contra Ceausescu? No te comprendo...» ¿Lo creerán? ¡Noicea acababa de pasar seis años en las prisiones rumanas!

Un sentimiento de frustración apareció después del juicio a puertas cerradas y la rápida ejecución de Nicolae y Elena Ceausescu: ¿ahorrándose un proceso público, la democracia rumana no se habrá privado de un símbolo, una tribuna, un trampolín? Pienso que el miedo es un sentimiento que no se arranca tan fácilmente del corazón de los hombres. Dejando al tirano con vida, los nuevos responsables habrían tenido la impresión de que le dejaban una oportunidad. Sobre todo, que le daban una esperanza a sus esbirros armados, con los cuales tenía las mismas relaciones histéricas que Hitler con los SS, fenómeno que retrasó la capitulación de Alemania al final de la guerra. La idea de un proceso es sobre todo occidental. Por el contrario, había un serio riesgo de complicar la situación, en el momento mismo en que los miembros de la Securitate, no lo olvidemos, se abandonaban a su locura criminal. En este contexto, la ejecución de Ceausescu fue también un símbolo: significaba que la página más tenebrosa de la historia rumana había pasado. Hicieran lo que hicieran, los canallas desesperados estaban perdidos. Por otro lado, tengo confianza en Ion Ilescu, quien preside el Frente de Salvación Nacional. Sabía desde hace mucho que era la esperanza de Rumania. Ahora, habrá que observar el juego de los soviéticos. Todo está ahí.

En medio siglo, nunca he regresado a Rumania. Hoy, ¿tengo deseos? Sí y no, lo único que me atrae son los paisajes de los Cárpatos, que rodean al pueblo de mi infancia, Rasinari. Había un jardín y un cementerio. Me gustaba el cementerio, donde un sepulturero, viejo sabio y muy filósofo, me proveía de cráneos. Vivíamos él y yo una especie de idilio fúnebre. Llegué a pensar que me debería quedar en ese pueblo, entre campesinos analfabetas. Deploro la desaparición de los analfabetos, esa imagen de una humanidad primitiva, anterior a la civilización. Desde este punto de vista, la sociedad iletrada con la que soñaba Ceausescu habría colmado mis anhelos. Pero él la deseaba por razones diferentes. Era para tener esclavos. Cuando un pueblo muere de hambre, sacraliza la cultura, no la posee; el hambre continúa sojuzgándolo por medio de procedimientos ilusorios. Uno está condenado a no comprender nada de la tragedia rumana si no percibe que el problema es de entrada la subalimentación. Esta es responsable de una creciente tasa de impotencia sexual entre los jóvenes. ¿Qué valen los libros junto a esto?


El Nacional, Política, Núm. 38, México, 25 de enero 1990. Tomado de Nueva Sociedad Núm. 108 Julio-Agosto de 1990.