viernes, 29 de octubre de 2021

El píndalo



 Dolores Labarcena


“Sus conocimientos sobre el mundo exterior son muy rudimentarios. No obstante, podemos afirmar que la percepción que tienen los pobladores de las islas Utu-Palinos sobre la existencia, la muerte y lo sagrado, no dista mucho de la de un neozelandés, un europeo o un mongol”, señala Kimba Mangarla en una de las páginas de Oceania, hell or paradise? En 1980 esta antropóloga australiana sacó a la luz un libro apocalíptico sobre las causas y consecuencias de las altas tasas de criminalidad en Utu-Palinos (obra que le valió veinte años de ostracismo académico). Pionera en el estudio de las tribus caníbales de Oceanía, en 1974 la CEAB, Cátedra de Etnología Adolf Bastian con sede en Kontaka, le encargó que recopilara, con el apoyo de Jackson Poll, fotógrafo, escritor, psicoanalista, y gran conocedor de las lenguas de los aborígenes, todo lo concerniente a historia, cultura, política, religión y economía de esa zona geográfica.

Cuando en 2013 fui invitada al ashram de Osho en Pune, tuve la oportunidad de conocer a varios gurús de renombre internacional, entre los que se encontraba Waku Phamafuta. Le ahorro al lector los detalles del retiro y los hilos que moví para que me presentasen al líder espiritual de los mecherewamchere. Dos meses más tarde, y llena de expectativas, por fin visité las Utu-Palinos. Sin embargo, mi mayor interés (esto se lo debo a Kimba Mangarla) residía en la visión un tanto excéntrica, por exceso o por defecto, que me había formado de los nativos de Isla de las Culebras (en lengua mechere Chilum Bachowopsa) cuando leí Oceania, hell or paradise? Paul Jones, vicepresidente de AACSO, Asociación de Alternativas, Convivencia y Sostenibilidad de Oceanía, me acompañó en el viaje.

Los árboles son frondosos, de un verde intenso. Hay cocodrilos, petauros del azúcar, casuarios de Ceram. Con todo, cuestión que no deja de asombrarme, los mecherewamchere no comen otra cosa que no sea culebras con minga. La minga es una especie de musgo marrón. De acuerdo con Andrew Jenkins, (primer australiano que pisó Chilum Bachowopsa a inicios de los setenta y que hizo el cuento a través del diario, documento imprescindible para la antropología al que tuve acceso a través de la Biblioteca Online de Nueva Gales del Sur, el cual se conservó gracias a la mediación de Jackson Poll) su sabor es parecido al de la cañandonga. El promedio de vida de los mecherewamchere es de treinta años. Las principales causas de mortalidad hasta la fecha son los asesinatos entre tribus, la viruela y supuestamente el canibalismo. Sus fuentes de ingreso provienen del tráfico ilegal de madera, corales y, una especie típica de Chilum Bachowopsa, el píndalo.

Minuciosamente descrito por Andrew Jenkins, “el píndalo es un marsupial familia del quokka y el possum. Su tamaño no excede al de un gato doméstico. El pelaje es gris; dorso, vientre, patas y cola de un rojo cobrizo. Posee un hocico en forma de cono. Aunque es ciego, sus ojos son extremadamente grandes. Orejas largas y caídas. Ocho incisivos coronan su mandíbula estrecha. La cola se parece a la de un zorro, la diferencia radica en que es prensil. A pesar de que sus patas son cortas, el píndalo es ágil. Usa las garras delanteras para protegerse y alimentarse. Herbívoro, aunque de vez en cuando come hormigas, huevos y reptiles. Nidifica en árboles y agujeros de rocas. Animal poco sociable. Al sentirse en peligro emite silbidos que no cesan. Por tal motivo los mecherewamchere pueden cazarlo incluso de noche”. Muy cotizado en Filipinas. Además de sus fines gastronómicos, del hígado de píndalo se extrae un aceite muy peculiar que, entre otras cosas, sirve como afrodisiaco y para curar las almorranas.

Los mecherewamchere viven en las copas de los árboles a una altura no menor de cuarenta metros. La choza se fabrica con una técnica ancestral que garantiza la impermeabilidad durante los periodos de lluvia. Sostenida por cayados y pilastras, sus muros son de fibra vegetal y los techos de palma. El acceso a tan peculiar morada se realiza a través de una escalera tallada en el tronco madre, o central. Este método de construcción se concibió, ya que los mecherewamchere por siglos fueron animistas, para protegerse de los malos espíritus, las inundaciones y los mosquitos.

Waku Phamafuta es el líder espiritual de los mecherewamchere desde 1972. Se especula que fue él quien introdujo el coffinismo en Chilum Bachowopsa. Esta doctrina nació en Punyab cuando en el resto del mundo estaban en boga el nuwaubianismo y la cienciología. Su ideólogo fue Edgar Coffin, un veterano del Ejército del Raj Británico que después que un Bentley atropellara mortalmente a su esposa inválida en Nueva Delhi llegó a la conclusión de que las religiones abrahámicas no eran el camino asfaltado por el Ser Superior para alcanzar el ´moksha´. Esto lo llevó a tomar prestado del zoroastrismo la figura de Ahura Mazda, del sintoísmo los kamis, y del sijismo, la figura que representa a Dios en la tierra, el gurú.

El coffinismo pregona que siempre ha existido y siempre existirá. Tal como asevera el Yanú, texto escrito por Edgar Coffin:

“Para fundirnos y confundirnos en uno solo, la salvación individual pasa por la aceptación de que Ahura Mazda es el Creador increado o arjé, principio de todo. Por lo tanto, es Ahura Mazda quien creó los cinco kamis o espíritus de la naturaleza: madera, fuego, tierra, metal y agua. Los kamis son los encargados de premiar o castigar al hombre. Las ceremonias para reverenciar a los kamis incluyen purificaciones con agua, rezos, sacrificio de animales, y danza trance. La meditación dinámica transporta al alma a un estado primigenio de libertad y goce infinitos. Los votos son la felicidad perenne, la rectitud, la equidad entre castas y la no violencia. En el coffinismo el representante por antonomasia de Ahura Mazda o Creador increado es el gurú, el cual oficiará de líder espiritual hasta su total desmaterialización. El sucesor es escogido por el propio gurú. Como identificación, los coffinistas portarán un amuleto en el cuello que representa la lucha de un lobo y una oveja. Símbolo de yuxtaposición entre la vida y la muerte, la luz y las tinieblas”.

Con tales fundamentos Edgar Coffi atrajo a hippies, shudrás, dalits e invisibles y abrió un ashram al que bautizó Olxaatma. Al llegarle los rumores de la naciente doctrina, el joven Nayath Kumar, quien pertenecía a la casta de los invisibles, vio por fin la luz del día cuando escapó a Punyab. Muy pronto se convirtió en hijo adoptivo del gurú británico y, además, en el discípulo más aventajado. Igualmente pronto, el gurú británico lo consagró como su único sucesor en el río Jhelum.

En 1967 Edgar Coffi y Nayath Kumar abandonaron Olxaatma dejando al libre albedrío dos vacas y ciento treinta y siete bocas. El recorrido que hicieron es difícil de trazar. Se rumorea que peregrinaron por Sri Lanka y Manipur. La cuestión es que en 1972 llegaron en una canoa a Chilum Bachowopsa. Al desembarcar, y esto lo narra el propio Nayath Kumar, lo primero que vieron fue a una turba de nativos con cerbatanas esperándolos en la orilla. Discípulo y maestro no sintieron temor. Al contrario, para demostrarles a los mecherewamchere que venían con una Verdad sanadora y trascendental, Edgar Coffi, que contaba ochenta y nueve años y daba por hecho que esa sería su última reencarnación, se sentó en padmasana con los ojos cerrados bajo el aire estremecido de un monzón de abril. Por su parte Nayath Kumar dice que alzó un báculo con una tira verde y siete cascabeles amarrados, lo agitó en el aire, y lo plantó en la arena. Esta escena fue interpretada por los mecherewamchere como un obsequio de ultramar. Por lo que, el destino de Edgar Coffi se reveló súbitamente desmaterializándose del mismo modo en que se desmaterializó Andrew Jenkins, en una cazuela. El trato que le dieron a Nayath Kumar fue diverso. Siendo hindú, con aquella piel cetrina, túnica blanca y barba hasta el plexo solar, les hizo creer que era Yamma, espíritu de la lluvia.

El 15 de agosto, según el calendario de Zoroastro, en Chilum Bachowopsa se celebra el año nuevo. Días previos observé la dedicación de los mecherewamchere, los cuales desmontan sus chozas al ritmo de un tambor monótono que va in crescendo a medida que prospera el desguace. A propósito de mi curiosidad, Nayath Kumar, rebautizado por los mecherewamchere como Waku Phamafuta, me aseguró que no existen casos aislados de canibalismo. Que el canibalismo, junto al culto a ídolos ajenos, forman parte del pasado. Por tanto, y porque la memoria es traicionera, era tan importante dicha festividad. Asimismo, agregó que, despojándose de lo viejo, es decir, de las viviendas construidas un año atrás, con la depuración transformadora, los kamis traerían paz mental y amor al prójimo. Al indagar, pues los invitados autorizados a dicho evento, bajo la mirada impasible de los mecherewamchere, comíamos puerco asado en púa, si la dieta de los mecherewamchere tenía que ver con el coffinismo, Waku Phamafuta, con cándida simpatía mientras espantaba moscas chancleta en mano, respondió que “el coffinismo es la doctrina más laxa que existe puesto que aúna todas las manifestaciones de la Divinidad. Pese a ello, los mecherewamchere han sido castigados por los kamis por comer carne humana, que no es juego. Además del ayuno, medio eficaz para alcanzar la iluminación y librarse de la rueda kármica, son totalmente libres de comer lo que más abunda en la isla”. ¿Y qué es lo que más abunda en Chilum Bachowopsa? Culebras y minga.  

Desconozco cuándo los kamis o espíritus de la naturaleza levantarán el veto a los mecherewamchere. También desconozco las toneladas de madera que los mecherewamchere arrojaron a orillas de la playa en presencia del vicepresidente de AACSO. Lo que sí sé es que, al prenderle fuego, y estaba alejada de semejante columna ardiente lo mínimo trescientos metros, o más, me pregunté si Kimba Mangarla había vivido una experiencia tan traumática como esa, porque si la vivió, la omitió intencionalmente en Oceania, hell or paradise? El crepitar de la madera era ensordecedor. Las lenguas de fuego subían, bajaban, se arremolinaban, daban fuete a diestra y siniestra. Waku Phamafuta, que estaba sentado dentro de una grúa, se encargaba de eliminar las estériles tinieblas del mal con el mismo limpiaparabrisas que espantaba palos, chispas, y toda roña. A dos youtubers austriacas, un ecologista chileno de origen armenio, Paul Jones y a mí nos ubicaron en un altar parecido a la silla de un juez de tenis, debajo, diez o doce mecherewamchere ataviados con cerbatanas y caretas de píndalo bailaban en torno a nosotros cambiando de dirección cada vez que el mecherewamchere-guía soplaba algo semejante a un didyeridú. Más o menos a las cuatro de la tarde del cielo comenzó a caer un polvo finísimo que nos hizo parecer, sin exagerar, a los cuerpos petrificados de Pompeya. Al observar que todo estaba teñido de aquel color grisáceo, Waku Phamafuta bajó el brazo de la grúa y soltó una balsa de agua sobre la pira exánime. Fue entonces cuando derribaron nuestro altar y comenzó una copia mediocre y macilenta del Holi hindú, la cual consistía, en medio del humo, la poca visibilidad y el desorden imperante, en tirar, sin dispositivos de emergencia en caso de accidentes, cenizas a los convidados hasta sepultarlos vivos.

Concluyendo, y espero no herir sensibilidades, teniendo en cuenta la campaña anti-extinción que actualmente realiza la ONU a través de Human Rights in Australia para proteger y dar voz a las minorías vulnerables de esa parte del planeta, aún espero las declaraciones de la Asociación de Alternativas, Convivencia y Sostenibilidad de Oceanía en lo tocante a la integridad física del ecologista Kevork Karapetyan González, desaparecido en Utu-Palinos desde 2013.

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario