sábado, 19 de junio de 2021
Revista Parva Forma
sábado, 12 de junio de 2021
El odio de un patriota
Christopher Domínguez Michael
No es lo mismo ser patriota que nacionalista.
Mientras que un nacionalista suele batirse por abstracciones (raza, soberanía,
Estado), un patriota combate por franjas más concretas y precisas como la
tierra natal, algunos recuerdos, ciertas personas. Al menos así lo creía Eliseo
Reclus, aquel geógrafo y anarquista francés. Un libro como Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante es un insólito testimonio de
patriotismo. A lo largo de 600 páginas, compuestas de artículos escritos entre
1968 y 1992, Cabrera Infante ratifica el inmenso poder corrosivo de la prosa de
combate que no ceja de ridiculizar a Fidel Castro y a su tiranía. Pero Mea Cuba no es una denuncia más de la
sevicia del régimen castrista. Es una obra escrita en una de las prosas más
punzantes del castellano contemporáneo. Y con esa fuerza, la de la dignidad de
las palabras, Cabrera Infante dibuja con sabrosa precisión al dictador, rescata
a la cultura cubana del secuestro y se autorretrata como uno de aquellos
escritores latinoamericanos, tan escasos hoy día, que han sabido defender su
verdad por encima de la servidumbre ideológica.
La sorna y la ironía son un veneno letal,
aunque moroso, en el cuerpo de los tiranos. Por ello, cada vez que Fidel Castro
aparece en Mea Cuba, el lector ríe ante el grotesco espectáculo de un hombre
sin grandeza, a quien la aberración histórica convirtió en dueño de la isla. Y
tras Castro van desfilando los rostros de las víctimas y de los verdugos, de
los tontos útiles y de los turistas del trópico revolucionario. La trama del
castrismo alcanza a ser develada con mayor audacia en el texto consagrado a la
centenaria tradición del suicidio en Cuba. Desde José Martí hasta los
revolucionarios defenestrados o decepcionados, el suicidio parece ser la forma
electiva que la rebelión individual ha tomado entre los cubanos.
Cabrera Infante confiesa odiar a Castro como
un judío odia a Hitler. Esa renuncia a la complicidad “objetiva”, a las
circunstancias atenuantes de todo tipo que tan útiles han sido para justificar
a Castro en los cinco continentes, es una de las virtudes totales de Mea Cuba. El odio de Cabrera Infante es
un odio con método. Todas y cada una de las historias trágicas registradas en Mea Cuba están sustentadas en fuentes
tan precisas como fidedignas. Exiliado desde 1965, Cabrera Infante no ha
perdido un día fuera de cuba, acopiando toda la información necesaria para
socavar la telaraña de mentiras que sostiene a Castro desde hace más de treinta
años.
El metódico desprecio que Cabrera Infante
siente por los propagandistas extranjeros del castrismo –Gabriel García
Márquez, Graham Greene, Julio Cortázar y tantos otros –no impide que comprenda
las contracciones de personeros literarios del régimen como Alejo Carpentier o
Nicolás Guillén. Cabrera Infante analiza con severidad no exenta de simpatía
por las debilidades humanas tanto la cobardía del gran novelista –que obedeció
a Castro tras haber servido a Pérez Jiménez- como la comedia de equivocaciones sufrida
por el poeta mulato, obsesionado por el prestigio que le otorgó la revolución.
Y, desde luego, la hiel de Cabrera Infante se vuelve ternura para sus muertos,
aquellas víctimas, fuera y dentro de Cuba, del totalitarismo: Calvert Casey,
Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas, Néstor Almendros, el comandante Arcos.
Los editores mexicanos de Mea Cuba advierten al lector sobre la importancia del libro para
quienes no somos cubanos. Tienen razón. Ya es hora que los mexicanos hagamos
nuestro propio examen de conciencia en relación a la cuba castrista. Es probable
que sea mi generación, la de quienes nacismos precisamente cuando el triunfó la
revolución cubana en Cuba, la que mayor provecho saque de Mea Cuba, pues crecimos identificando, para bien o para mal, a la
isla con su comandante. Es enriquecedor que Cabrera Infante nos recuerde la
importancia de una cultura cubana que existió antes de Castro y sabrá
reaparecer. En Mea Cuba flota el recuerdo de La Habana cosmopolita y brillante
del ajedrecista Capablanca o de ese cuentista maravilloso que fue Lino Novás
Calvo, aquella Cuba que era, nada menos, que la puerta del Nuevo Mundo y que
hoy es uno de los últimos reductos de la podredumbre del siglo XX.
México es, y da vergüenza decirlo, un país
cuyas élites políticas e intelectuales padecen esa castroenteritis que Cabrera Infante diagnostica como una desastrosa
epidemia internacional ¿Quién pedirá cuentas a Echeverría y López Portillo por
su tierna amistad con Castro? ¿Qué clase de prensa “democrática” tenemos,
eterna cronista del fraude del país electoral, pero anonadada con el
maravilloso espectáculo de las “elecciones” cubanas? ¿Qué tipo de confianza
podemos otorgar a la vocación democrática de la oposición neocardenista cuando
considera que la libertad política es buena para Michoacán pero no para Cuba?
¿Hasta cuándo estaremos escuchando a los universitarios morralinos solidarizarse con todos los pueblos del universo
mientras llaman gusanos a los desterrados cubanos? Ya es hora de analizar ese
equívoco que emparenta al juarismo con el castrismo y que ha llegado hasta el
pueblo llano. Y no puede dejar de recordarse a ese teórico de la democracia en
México que ha comparado a Castro con Montesquieu. Si alguno de los piadosos peregrinos
que “van por Cuba” quiere regresar a tiempo, hará bien en leer Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante.
1993
Christopher Domínguez Michael:
Servidumbre y grandeza de la vida
literaria, 1998, Editorial Joaquín Mortiz, México, D. F., pp. 42-44.
domingo, 6 de junio de 2021
Husmeando en la biblioteca
Pedro Marqués de Armas
Casi puede seguirse el rastro de los escritores que han pasado por Villa Waldberta. No hay más que echar un vistazo en las dedicatorias o libros de autor. Gao Dei, Minah, Hussin, Karet, Mankiw, Thobi, Herbert (no el polaco), Xavi Sierra… En fin, todas las “regiones literarias del mundo”. El elenco de compatriotas es variopinto: Montero, Mujica, Solar & Valdés. Los relatorios no están a la vista sino en gavetas. Cada becario tiene la suya, donde se archivan, además de manuscritos, curriculums, CDs., recortes de prensa, souvenirs y hasta tickets de metro y lavandería.
La gaveta de Gao Dei es curiosa: contiene una muñequita de cuerda que baila la “Danza China” de Tchaikovsky. A Gao se le reconoce en los círculos literarios de Occidente por su capacidad para “romper barreras”, el único que ha sabido conjugar el “verso trunco” con motivos más exteriores, a la manera epigramática de Horacio.
午后随笔
女侍沉甸甸的乳房
草梅冰激凌
遮阳伞礼貌地照顾我
太阳照顾一只潮虫
醉汉们吹响子空酒瓶
我和烟卷一起走神
警笛,收缩着地平线
限制了我的时间
水龙头千吼的西合院
升起了无为的秋天
Apuntes vespertinos
las tetas enormes de
la camarera
helado de frambuesa
un toldo me cubre
amablemente
el sol mima a un
escarabajo de agua
palurdos soplan
botellas vacías de vino
mi cigarro y yo
soñamos
una sirena anuda el
horizonte
limita mi tiempo
un grifo aúlla en el
patio del conjunto de departamentos
el otoño se alza
indiferente
domingo, 30 de mayo de 2021
Nicolás Guillén Landrián
En un barrio viejo, 1963
Tomado del canal de YouTube de Víctor Rodolfo Jiménez
miércoles, 19 de mayo de 2021
Prudencia
Te presento a Prudencia. Mírala, dijo Prudencio y le enseñó
una fotografía a Píriz donde se veía sonriendo con algo semejante a un radio
encima de una mesa. Como todos los que han desfilado por aquí al saber la
novedad, Prudencio también estuvo en la Sierra. Al bajar, el destino es así,
ambiguo, enmarañado, Alfredo Guevara lo metió de sonidista en el ICAIC. Como
bien indica el nombre con que la bauticé, continuó Prudencio, su principal
característica es la discreción. ¿La ves? Consta de tres partes. La de arriba
se llama Eco, la del medio, que es la que realmente ejecuta gran parte del
trabajo, se llama Enfoque, y la de abajo, ligera e invisible, Emisión. Observa,
Chivo, fácil de transportar.
Píriz le echó un vistazo a la fotografía:
–¿Qué es, un radio o una cámara de vídeo? Estás acabando,
Prudencio. Este año la ANIR te premia seguro.
Prudencio, poniendo el portafolio en la cama, respondió:
–¿La ANIR?... ja, ja, ja. ¡Qué va!… Chivo, ¿desde cuándo no
nos vemos? Hace cuatro años que salí del ICAIC. Ahora estoy en el ICAP:
Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Somos eso, una máquina de hacer
amigos. Mi tarea es orientar, tutelar y seguir a todos los becarios
extranjeros. ¿Has visto a tu oncólogo? Lleva siete años aquí. Apréndete el
apellido, Chivo. Ni Lifonisabo ni Lefunisabo. Mkuki Lifunisabo. Natural de
Kinsasa. Somos eso, Chivo, una máquina de hacer amigos. Nada es gratis. Nuestra
premisa no es regalar, sino compartir, enseñar, adiestrar. Tendemos, a través
de nuestro Organismo, lazos de amistad con los países del Tercer Mundo.
Solidarios, Chivo... Li-fu-ni-sa-bo. Apréndetelo. Es simple. Si oyeras los
apellidos que aprendí gracias a la mnemotecnia: Egwuekwe, Ghoochannejhad,
Alamieyeseigha, Onwuatuegwu, Chukwumereije…
Interrumpiendo su excéntrica capacidad, Píriz le pidió a
Prudencio ver de nuevo la fotografía.
–No, Chivo, te enseño mejor a Prudencia. La tengo aquí. Te expliqué
que es ligera, fácil de transportar. Para que veas, vaya, la pruebo contigo.
Prudencio sacó del portafolio unos audífonos y se los puso a
Píriz en los oídos.
–¿Qué es esto, Prudencio? No oigo nada.
–Ten paciencia, Chivo. Déjame trancar la puerta–dijo con
cierto sigilo–. Eso que tienes puesto y no oyes, es Eco, la parte de arriba.
Cuando lo conecte, escucharás Radio Enciclopedia y de forma simultánea, yo
escucharé lo que se hable, no solo en el baño sino en todas y cada una de las
habitaciones de esta planta. Ahora viene Enfoque.
Abrió de nuevo el portafolio y esta vez sacó un bulto de
postales fotográficas, del cual escogió una especialmente para Píriz y lo
invitó a observar:
–¡Cojollo! El presidente Urrutia y el Héroe de Yaguajay.
¡Camilo, Prudencio, Camilo!
–Positivo, positivo. Pero para la carreta, Chivo, tranquilo.
Falta Emisión. Échale un vistazo a la postal –dijo y sacó dos imanes minúsculos,
imperceptibles, y los pegó a las suelas de las chancletas de Píriz–. Ahora ve
al baño. Eso emite ondas magnéticas, es el localizador. Dile a tu sobrina que
te ayude. Menos Enfoque, que es quien desencadena los verdaderos sentimientos
del objetivo y, por ende, las reacciones, las otras partes, Eco y Emisión, se
activan gracias a un mando a distancia que llevo en el doble fondo del
portafolio junto al receptor y un walkie-talkie por si se precisa intervención.
El radio de acción, si no hay interferencias ambientales o de terceros, es de
quinientos metros cuadrados. Hagámoslo, Chivo. Verás lo eficaz que es
Prudencia.
Mientras tanto, Prudencio y su portafolio salieron de la
habitación para saludar a Lifunisabo. Y como la curiosidad es igual o peor que
el cáncer, no le quedó más remedio a Píriz que pedirle a Magdalena que lo
llevara al baño. Además del palo de suero y toda la guindaleja que le cuelga,
Prudencio le encasquetó a Prudencia. Y ahora qué, preguntó Magdalena mientras
lo sentaba en la taza del baño. ¡¿Que qué haces?! Dale, muévete, Magdalena.
Apúrate. Coge la postal y quítame las chancletas… ¡Coño! Quítamelas. Llama a
cualquiera. ¡Corre! Di que tengo un dolor que no aguanto, chilló Píriz como un
descerebrado y lanzó los audífonos. En un santiamén el baño se convirtió en el
camarote de los hermanos Marx. Vinieron cuatro enfermeras, Lifunisabo y
Prudencio. Venga, compañero Germán. Lo ayudaremos a acostarse, dijo una. Y lo
llevaron casi en volandas hasta la cama. ¿Qué le ocurre, compañero Germán?
¿Dónde le duele?, preguntó Lifunisabo. ¡En todo esto! ¡En todo esto!, clamaba
Píriz formando círculos y círculos en el abdomen sin indicar un lugar concreto…
Relájese. Tranquilícese, le indicaré un avafortan, expresó Lifunisabo. Chivo, perdóname, dijo Prudencio al salir
Lifunisabo y las enfermeras. Y comenzó a dar un sinfín de justificaciones, por
ejemplo: “No sabía que estuvieras tan jodido”. “Chivo, coraje”. “Los hombres
como tú mueren de pie”. “Pide, tus deseos son órdenes”…, y etcétera. Pena me da
contigo, Prudencio. Ni sé de qué va. Pero seguro que es efectivo, útil. Eres un
gran innovador y racionalizador, dijo Píriz con los ojos entrecerrados.
Magdalena que vio a Prudencio como una gallina clueca
sacando a Emisión de las chancletas, se levantó del sillón para darle a
Enfoque, que la dejaba olvidada en la mesita.
–Mire, compañero, se le queda esto…
–No se me olvida, muchacha. Tu tío perteneció a la Columna
de Camilo. Cómo se me ocurre… Un hombre sencillo, leal. Un héroe.
–¿Quién, mi tío?
–Camilo, Camilo… Mmm… Y tu tío también, también. Un héroe anónimo. Toma. Se la regalo.
Al deshacerse de la postal Prudencio soltó un “hasta la
vista, camarada”. Unjú, unjú. Saluda de mi parte a Alfredo, respondió Píriz.
Fragmento de la novela No quiero llanto, Betania 2020.




