sábado, 4 de abril de 2020
jueves, 12 de marzo de 2020
Grupos de palmeras
Carlos Pellicer
A Enrique González Martínez.
Los grupos de palmeras
—edad de 20 a 30, estado célibe,
libre oficio— secundan el poema.
Ceñir la brisa o desnudar el viento,
inaugurar el mundo cada día,
esas palmeras son Río de Janeiro.
Una tarde en avión las vi bañarse
en aguas repentinas que surgían
del fragmento de tierra de las alas.
Los grupos de palmeras
—idénticos detalles—
siguen las curvas altas del poema.
La mañana en que abrí mis corazones
—eterno amor de ti, mujer morena—
cuatro palmeras reales
me anunciaron tu voz y tu belleza.
Palmera real, cintura luminosa, rodeos de la danza
final de todo viaje
a cielo azul. ¡Se pierde la esperanza
y una palmera real es el paisaje!
En las noches de Asuán
sube la Cruz del Sur. Ninguna noche
como esas noches. Llegan del desierto
caravanas de estrellas. Los prismas de alabastro
su eterna espuma aprietan. El silencio
cuenta granos de arena. Tengo vida
para mil años, hoy. Una palmera
le da pausa al verso y lo reúne
al haz de la creación. En un remanso
pule el Nilo el estanque reflector
del objeto infinito. Otra palmera
da el aire de la música.
Los grupos de palmeras
—edad de 15 a 20, estado célibe,
libre oficio— secundan el poema.
A 90 kilómetros por hora
pasan las palmeras rumbo a todas luces.
Cruje el tren de quietud y echo las manos
al papel tropical que suma y sigue,
de mis grupos de palmas al sarcófago,
la divina inquietud.
Claras, ligeras, jóvenes y ofrenda.
Lloro mis corazones y
cuelgo la hamaca azul en dos palmeras.
Asuán-Luxor, abril, 1929.
martes, 4 de febrero de 2020
Plaza de Miguel Ángel
Silvano Russo
Leí en el Corriere della Sera
que
para llegar a viejo es necesario tener familia
y
un puesto bien remunerado.
Se
lo comenté a mi mujer.
Estábamos
sentados tomando un café
en la Plaza de Miguel Ángel.
Delante
de nosotros una troupe de japoneses
sacaba
fotografías al David.
Tras
lo cual, cuando se dispersaron,
le
hablé de las inclinaciones suicidas de los lemmings,
e
incluso del rango de probabilidad de que un tigre de Bengala
se
coma a un nativo de la India.
No
me respondió, ni siquiera para entrar en polémica.
Cogió
una servilleta y se limpió la boca.
Vamos.
Mejor que te afeites, dijo.
Y
punto.
Piazzale
Michelangelo
Ho letto sul Corriere della Sera
che per vivere a lungo bisogna avere una
famiglia
e un posto ben rimunerato.
L’ho commentato con mia moglie.
Eravamo seduti a prendere un caffè
in Piazzale Michelangelo.
Davanti a noi una troupe di giapponesi
faceva fotografie al David.
Dopodiché, quando ci sono andati,
le ho parlato delle inclinazioni suicide dei
lemmings,
e persino della percentuale di probabilità che una tigre del Bengala
si mangi un nativo della India.
Lei non ha risposto, neanche ha fatto polemiche.
Ha preso un fazzoletto e si è pulita la bocca.
Andiamo. Meglio se ti fai la barba, ha detto.
E
punto.
domingo, 2 de febrero de 2020
Penélope reconoce a Odiseo (Versión libre del Canto XXIII de la Odisea)
Dolores Labarcena
La escena tiene lugar en la sala
comedor de la casa. Penélope en la ventana pensando, y mirando al mar
Penélope:
¡Bah! Otra Rebeca más y dejo por completo el ganchillo. He tejido ciento
cincuenta Rebecas.
Euriclea
(en off): ¡Alegría! ¡Aquí lo que hace falta es un buen sarao!
Penélope:
¡Eso!
Penélope grita por la ventana que hay
fiesta. Invita con un ademán a los vecinos. Vienen los dos bailadores
Penélope
(canta): “¡Bien pagá'! ¡Me llaman, la bien pagá'!”
Continúa la canción en CD, ahora
interpretada por Sara Montiel
Na'
te debo, na' me pi'as…
Si
fuí mala o buena, orví'alo ya
To' te lo ha paga'o, mi carne morena
No
maldigas payo, que estamos en paz
No
te quiero, no me quieras
Si
to' me lo diste, yo na' te pedí
No
me eches en cara, que to' lo perdiste
También
a tu vera, yo to' lo perdí…
Bailadores
(la secundan): “¡Bien pagá'! ¡La llaman, la bien pagá'!”
Penélope canta y baila con ellos. Sigue
Sara Montiel en CD
No
te engaño, quiero a otro
No
pienses por eso, que farsa te fui…
Entra Odiseo aprovechando la algarabía
Odiseo
(a Penélope): ¡Mmmm!... ¡Qué bien te conservas! Ese vestido negro te honra, al
igual ese lunar que tienes en la…
Penélope:
¡Señor!, que soy viuda, más respeto. Canto por no llorar, mis vecinos lo saben.
Los bailadores se apartan de Penélope,
pero continúan bailando al pie del sofá
Odiseo:
Señora, perdone usted si le he… Chsss… Dudo que sea viuda.
Penélope
(entre risas): ¿Eh? Pues mire usted, llevo años más sola que la una. Aunque eso
sí, pretendientes no me han faltado.
Odiseo:
¿Y si le digo que no es viuda? Si… ehhh… su marido está vivo y coleando. ¿Cómo
reaccionaría?
Penélope:
Je, je, je… ¡Hombre! Dejaría de tejer Rebecas. A todos los pretendientes los he
tenido a raya con el ganchillo. Pero ya me cansé. Debo decidir mi futuro. No
tengo veinte.
Odiseo:
Está usted muy... ehhh… Tan hermosa como ojos humanos jamás… Escuche, mi reina…
Penélope:
¡Uyuyuy! Oiga, señor, usted ha venido a mi casa sin yo invitarlo. Respete sus
canas y disfrute de la fiesta.
Odiseo:
Yo y tú…
Penélope
(colérica): ¡Ajá! ¡Conque esas tenemos! ¡Vaya personaje! Sepa que no es el
primer carcamal en este pueblo en llenarse la boca con semejante falsedad. Ah,
y un consejo, si no quiere terminar con un ojo a la virulé ahí está la puerta.
Con un mohín de repugnancia Penélope se
aleja de Odiseo y arrastra a los bailadores hacia el centro de la sala comedor
Penélope
(entre risas canta): “Na' te
pido, na' me llevo. Entre estas paredes to' me lo dejé…”.
Bailadores
a la par: “¡Bien pagá'! ¡La llaman, la bien pagá'!”
Mientras cantan y bailan Odiseo se
precipita y suplicante clama rodilla en tierra
Odiseo:
¡Soy Odiseo!
Los bailadores se burlan y continúan
bailando. Penélope agarra a Odiseo por el brazo. Se desplazan hacia la ventana
Penélope
(extrañada): ¡Ah, sí!... Tsk, tsk… demuéstremelo a ver… a ver…
Odiseo con voz idiotizada por temor a
no ser reconocido se vuelve a arrodillar. Penélope calmosa como una secretaria
saca una lima del delantal y se frota las uñas mirando al macramé de la maceta
de orquídeas que cuelga del dintel de la ventana
Odiseo:
¡Penélope, heme aquí! Derrocada la distancia mi corazón crepita cual llama que
se dilata. Y si en mis versos...
Penélope
(iracunda): ¡Y encima poeta! ¡Venga ya!
Odiseo:
Ehhh… Lo sé. He cambiado. El tiempo no perdona. Pero puedo decirte ennnn… sí,
había un secreter, te lo dejó tu abuela, y yo compré un colchón de borra.
Penélope:
¡Uf!, es cierto, de borra. Ya lo cambié. No se puede retener el progreso. De
lana. Gracias al ganchillo compré uno de lana. Tejiendo Rebecas, ¿sabes?, esas
chaquetitas que se han puesto de moda. ¡Quién lo diría! Así que eres Odiseo.
¡Al fin! Más nunca me dirán la viuda.
Penélope manda callar a Sara Montiel y
grita por la ventana que regresó su marido. Odiseo la persigue y tiernamente la
abraza. Los bailadores aplauden
Bailadores
a la par: ¡Bravo, bravo!
Odiseo:
Mi reina, ya no estarás más... Bueno, si no me capturan. Huir. Soy tu hombre…
¿Clandestino?... ehhh… ¡Perseguido, perseguido!
Penélope
(a Euriclea): ¡Música, Maestro! ¡Vamos, vamos, pon a la Montiel!
Odiseo
(a Penélope): Sí, amor mío, bailemos. Por ahora bailemos.
Todos bailando y cantando a coro se van
de la escena
“¡Bien
pagá'!
¡La
llaman, la bien pagá'!”
Aplausos.
Una ovación rotunda. En la sala de conferencias, entre los residentes, el
personal administrativo-sanitario y el hijo de Carles, éramos treinta personas.
Un éxito, dijo el jefe. Todo el mundo colmándonos de parabienes. Inmediatamente
el buffet. Nekane y el profesor de Tai Chi no se separaron ni un segundo
después de la puesta en escena. Carles y Pancracio quejándose de la duración de
la obra, a ambos le dolían los espolones de tanto bailar. Rosendo no estuvo
mal, aun así con brotes de amnesia asombrosos, por eso evité la escena inicial,
cuando Odiseo propone a los vecinos que vistan sus mejores galas. Candela, una
actriz, conmovida se inclinaba y daba las gracias con el delantal en la mano. Le regalaron un ramo de gerberas
y jacintos.
sábado, 1 de febrero de 2020
El explorador polar
Joseph Brodsky
Todos los perros devorados. En el diario
no queda una hoja en blanco. La foto de la esposa
se cubre de palabras a modo de rosario,
clavado en su mejilla el lunar de una fecha dudosa.
Le sigue la foto de la hermana. Tampoco la respeta:
¡se trata de la latitud alcanzada! Y, cada vez
más negra, por la cadera trepa la gangrena
como la media de una corista de varietés.
22 de julio de 1978
Versión de Ricardo San Vicente
Tomado de No vendrá el diluvio tras nosotros (Antología 1960-1996).
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