martes, 14 de noviembre de 2017

Lucania



Leonardo Sinisgalli


Al peregrino que asoma en un cruce de caminos
a quien desciende por el estrecho de los Alburni
o hace el viaje de las ovejas junto a la costa de la Sierra,
al buitre que corta de tajo el horizonte
con un reptil en las garras, al soldado, al emigrante,
a quien regresa de los santuarios o del exilio, al que duerme
en los rediles, al cabrero, al colono, al vendedor,
la Lucania abre sus tierras rasas
sus valles donde los ríos fluyen lentos
como ríos de polvo.

En mi dolorosa provincia, el espíritu del silencio
está en todas partes. De Elea a Metaponto,
sofisticado y de oro, problemático y sutil,
devora el aceite en las iglesias, pone la capucha
en las casas, hace al monje en la gruta, crece
con la hierba en los umbrales de viejos pueblos devastados.

El sol en ángulo sobre los laureles, el sol bueno
con los cuernos grandes, el paladar fragante,
el sol ávido de niños, ¡aquí están las plazas!
Tiene el paso del buey perezoso, y sobre la hierba
sobre los pedernales deja grandes manchones
llenos de larvas.

Tierra de madres gordas, de padres oscuros
y lustrosos como esqueletos, llena de gallos
y de perros, de bosques y piedra caliza, tierra
magra donde el trigo crece a duras penas
(carosella, granoturco, granofino)
y el vino no es rutilante (menta
del Agri, basilico del Basento)
y la aceituna tiene el sabor del olvido,
el sabor del llanto

En un aire volcánico, fuertemente incendiable
los árboles respiran con palpitaciones inusuales;
el roble hace crecer los troncos con la sustancia del cielo.
Montones de escombros intactos por siglos:
nadie mueve una piedra para no horrorizarse.
Debajo de cada piedra, digo, el infierno tiene su ombligo.
Solo un muchacho puede apoyarse en los bordes 
del abismo para apoderarse del néctar 
entre matorrales plagados de mosquitos 
y tarántulas.

Yo regresaré vivo bajo tus lluvias rojas,
regresaré sin culpa para golpear el tambor,
atar el mulo a la puerta,
recolectar caracoles en los huertos.
¿Oiré humear los rastrojos, la pulpa,
las fosas, oiré al mirlo cantar
bajo los lechos, oiré a la gata
cantar sobre las tumbas?


Lucania


Al pellegrino che s’affaccia ai suoi valichi
a chi scende la stretta degli Alburni
o fa il cammino dele pecore lungo le coste della Serra,
al nibbio che rompe il filo dell’orizzonte
con un rettile negli artigli, all’emigrante, al soldato,
a chi torna dai santuari o dall’esilio, a chi dorme
negli ovili, al pastore, al mezzadro, al mercante
la Lucania apre le sue lande,
le sue valli dove i fiumi scorrono lenti
come fiumi di polvere.

Lo spirito del silenzio sta nei luoghi
della mia dolorosa provincia. Da Elea a Metaponto,
sofistico e d’oro, problematico e sottile,
divora l’olio nelle chiese, mette il cappuccio
nelle case, fa il monanco nella grotte, cresce
con l’erba alle soglie dei vecchi paesi franati.

Il sole sbieco sui lauri, il sole buono
con le grandi corna, l’odorosa palato,
il sole avido di bambini, ecco le piazze!
Ha il passo pigro del bue, e sull’erba
sule selci lascia le grandi chiazze
zeppe di larve

Terra di mammane grasse, di padri scuri
e lustri come scheletri, piena di galli
e di cani, di boschi e di calcare, terra
magra dove il grano cresce a stento
(carosella, granturco, granofino)
e il vino non è squillante (menta
dell’Agri, basilico del Basento)
e l’uliva ha il gusto dell’oblio,
il sapore del pianto.

In un’aria vulcanica, fortemente accensibile,
gli alberi respirano con un palpito inconsueto;
le querce ingrossano i ceppi con la sostanza del cielo.
Cumuli di macerie restano intatte per secoli:
nessuno rivolta una pietra per non inorridire.
Sotto ogni pietra, dico, ha l’inferno il suo ombelico.
Solo un ragazzo può sporgersi agli orli
dell’abisso per cogliere il nettare
tra i cespi brulicanti di zanzare
e di tarantole.

Io tornerò vivo sotto le tue piogge rosse,
tornerò senza colpe a battere il tamburo,
a legare il mulo alla porta,
a raccogliere lumache negli orti.
Udrò fumare le stoppie, le sterpaie,
le fosse, udrò il merlo cantare
sotto i letti, udrò la gatta
cantare sui sepolcri?


Versión Pedro Marqués de Armas



Los plátanos de la avenida



Nelo Risi


Los plátanos de la avenida
hacen de pantalla
a la farola, cortan
hojas sobre mi catre
en la oscuridad cuento ovejas
si juego si hablo si como
ni siquiera lo noto pero
no es la primera vez
que lo siento agigantarse

Se me cierran los ojos
y no puedo dormirme
temo que se adormezca
incluso la respiración; la vigilo
la contengo con miedo
¡regresa aliento regresa! –hasta
que soplo tras soplo
el tapón se atenúa
la mente se distrae...

La respiración vuelve habitual.


I platani del viale

I platani del viale
fanno da paralume
al lampione, ritagliano
foglie sul mio lettino
nel buio conto le pecorine
se gioco se parlo se mangio
neanche me ne accorgo però
non è la prima volta
che lo sento ingigantire.

Mi si chiudono gli occhi
e non riesco a dormire
temo che si addormenti
anche il respiro; lo spio
lo trattengo ne ho terrore
torna respiro torna! fin-
chè un soffio dopo l'altro
l'inciampo si attenua
la mente si distrae...

Il respiro ritorna abituale.


Versión Pedro Marqués de Armas


viernes, 10 de noviembre de 2017

Manos


Luciano Erba


Manos que te acariciaron la cabeza
manos de curas de tías de verduleros
mano del compañero de escuela
que escribía con tinta verde
manos de Berta secas por el viento
si colgaba la ropa sobre el cordel
anchas manos polacas
que trozaban la madera en el Arbeit Lager
manos y dedos desgarbados
de los amigos hindúes
mano descarnada
que toma la pluma para firmar
mano que llega de noche
acaricia la gata más negra.


Mani

Mani che ti hanno accarezzato sopra la testa
mani di preti di zie di ortolani
mano del compagno di scuola
che scriveva in inchiostro verde
mani di Berta asciugate dal vento
se appendeva il bucato sopra i fili
larghe mani polacche
che spaccavano la legna nell’Arbeit Lager
mani e dita affusolate
degli amici indiani
mano scarnita
che prendi la penna per firmare
mano che arriva la sera
accarezzi la gatta più nera.



Traducción: Pedro Marqués de Armas



viernes, 20 de octubre de 2017

Los errantes



Jean Lorrain

I
Sombríos exasperados, bebedores de ilusiones, cazadores extenuados de quimeras enervantes, ¿a dónde corréis así, hijos malditos por vuestras madres, con esos negros coágulos de sangre en vuestros harapos?
II
...Y en la sombría estepa, presa de las visiones, la banda de los proscritos de trazos patibularios, responde, designando los cielos crepusculares: marchamos hacia allá abajo, hacia los postreros rayos solares!
III
¿Y hacia donde corréis vosotras, pálidas vírgenes moribundas, fijando un sueño ausente de vuestros ojos agrandados; y vosotras, vosotras que parecéis sombras crepusculares, mujeres de pies sangrantes y de mamas agotadas?
IV
¿Hacia dónde corréis en banda a la caída del día, sobre esta tierra inculta y estas hierbas mustias? Y el tropel mudo y triste responde en sordo coro: ¡Ay, ay!... Nosotras vamos hacia el amor, hacia el amor para el que nacimos, y que, sin embargo, no conocemos todavía!
V
Sobre sus pasos, medio ocultos en la sombra de los cálices y los hábitos, con los dedos del pie desnudos, con los ojos ardientes bajo la cogulla oscura, la plegaria en los labios, sobre el ritmo pesado y áspero de la marcha al suplicio, avanza un tropel de monjes flagelantes.
VI
Vosotros, que en el sufrimiento habéis puesto vuestro goce, que desprecias el amor y condenáis los cálices de las flores, los besos de las mujeres y los senos blancos!
VII
¿Qué hacéis en la derrota humana, monjes que desdeñáis el vino, la carne y el oro? Sobre el paso de los proscritos, y entre el aire tibio todavía del desfile amoroso de las mujeres; junto a los flotantes mechones de aulagas, batidos cruelmente por el viento del Norte, ¿qué hace vuestro odio? ¿Qué hacéis vosotros mismos, tan lejos de vuestras celdas?
VIII
...Y los monjes, alejándose en el frío crepúsculo, exclamaron con voz llena: Nosotros vamos marchando hacia la muerte!
IX
En mitad de las filas, tres mujeres llevan un crucifijo de plata velado de negro, y cada una agita en la sombra un incensario, y cada una desgrana místicas palabras...
X
Tal desfila el cortejo... Yo le veo aún moverse, y serpentear largo tiempo, muy largo tiempo, entre las hierbas locas. ¡Y no hay una sola aureola sobre esas frentes descarnadas! ¡El Cristo de plata no derrama una sola claridad sobre la interminable noche de los errantes!


Traducción: José Manuel Poveda

El Pensil, Santiago de Cuba, núm. 3, 15 de octubre 1909

jueves, 12 de octubre de 2017

El estanque muerto



Jean Lorrain

Como un lejano estanque bañado en luz de luna,
mi pretérito emerge en la sombra del olvido.
Entre los juncos, mi alma, despojo envilecido,
se corrompe en el agua amarillenta y bruna.

Las creencias de antaño se esfuman una a una,
y en el suave horizonte que ya ha palidecido,
vagas voces de trompa, eco desfallecido
que estremece el silencio adormido en la duna.

Oh lívida visión! Oh estanque crepuscular!
Sueña en paz! Llora en vano, legendario cantar,
nostalgiero de estíos que ya no volverán!

Con las frentes sangrantes, las esperanzas muertas,
de gladiolos ajados y de lises cubiertas,
a tu son hechicero jamás despertarán.



 L'étang mort

Comme un lointain étang baigné de clair de lune,
Le passé m'apparaît dans l'ombre de l'oubli.
Mon âme, entre les joncs, cadavre enseveli,
S'y corrompt lentement dans l'eau jaunâtre et brune.

Les croyances d'antan s'effeuillent une à une,
Tandis qu'à l'horizon suavement pâli,
Un vague appel de cor, un murmure affaibli
Fait vibrer le silence endormi sur la dune.

O blême vision, étang crépusculaire,
Songe en paix. Pleure en vain, olifant légendaire,
O nostalgique écho des étés révolus !

Un trou saignant au front, les Espérances fées
De longs glaïeuls flétris et de lys morts coiffées,
Au son charmeur du cor ne s'éveilleront plus.


Traducción de José Manuel Poveda

El Pensil, Año II, Núm. 17, 31 de agosto de 1910, p. 195; José Manuel Poveda. Obra poética, Letras Cubanas, 1988, p. 257.