lunes, 18 de septiembre de 2017

Brisa Marina




Stéphane Mallarmé

La carne es triste, ¡ay!, y todo lo he leído.
¡Huir! ¡Huir! Presiento que en lo desconocido
de espuma y cielo, ebrios los pájaros se alejan.
Nada, ni los jardines que los ojos reflejan
sujetará este pecho, náufrago en mar abierta
¡oh, noches!, ni en mi lámpara la claridad desierta
sobre la virgen página que esconde su blancura,
y ni la fresca esposa con el hijo en el seno.
¡He de partir al fin! Zarpe el barco, y sereno
meza en busca de exóticos climas su arboladura.
Un hastío reseco ya de crueles anhelos
aún sueña en el último adiós de los pañuelos.
¡Quién sabe si los mástiles, tempestades buscando,
se doblarán al viento sobre el naufragio, cuando
perdidos floten sin islotes ni derroteros!...
¡Mas oye, oh corazón, cantar los marineros!


Brise marine

La chair est triste, hélas! et j’ai lu tous les livres.
Fuir! là-bas fuir! Je sens que des oiseaux sont ivres
D’être parmi l’écume inconnue et les cieux!
Rien, ni les vieux jardins reflétés par les yeux
Ne retiendra ce cœur qui dans la mer se trempe
Ô nuits! ni la clarté déserte de ma lampe
Sur le vide papier que la blancheur défend,
Et ni la jeune femme allaitant son enfant.
Je partirai! Steamer balançant ta mâture
Lève l’ancre pour une exotique nature!
Un Ennui, désolé par les cruels espoirs,
Croit encore à l’adieu suprême des mouchoirs!
Et, peut-être, les mâts, invitant les orages
Sont-ils de ceux qu’un vent penche sur les naufrages
Perdus, sans mâts, sans mâts, ni fertiles îlots…
Mais, ô mon cœur, entends le chant des matelots!


Traducción de Alfonso Reyes


Clavileño, núm. 3, octubre de 1942. 

sábado, 9 de septiembre de 2017

Retrato de pintores, Antoine van Dyck



Marcel Proust


La pasión una dulce fiereza, gracia noble de las cosas
que brillan en los ojos, terciopelos y bosques.
Bello lenguaje aprendido de modales y gestos,
hereditario orgullo de damas y de reyes.
Tú triunfas, Van Dyck, príncipe de los gestos calmosos,
en todos los seres bellos que pronto van a morir,
en toda bella mano que todavía sabe entreabrirse.
Sin dudarlo, ¿qué importa? ella te tiende las manos.
Descanso de caballeros, bajo los pinos, cerca de las olas,
calmosas como ellos, como ellos muy cerca del sollozo.
Infantes reales ya magníficos y graves,
trajes abandonados, sombreros de guerreras plumas,
y joyas en que llora, onda a través del fuego,
la amargura del llanto que hace plenas las almas
más lejanas para que nos lleguen así hasta los ojos.
Y tú por encima de todos, paseante precioso,
en camisa azul pálido, en la cintura apoyada la mano,
en la otra un fruto repleto arrancado de las ramas.
Yo sueño sin comprender tus gestos y tus ojos:
De pie, pero reposado, en este oscuro asilo,
Duque de Richmond, ¿joven sabio o tonto encantado?
Así te contemplo siempre: un zafiro en tu cuello
tiene el mismo fuego dulce que tu mirada calmosa.


Traducción: José Lezama Lima


«Retrato de pintores: Alberto Guyp (sic), Antoine Watteau y Antoine van Dyck», Nadie parecía, Nº 7, marzo-abril 1943, p.12.


domingo, 3 de septiembre de 2017

Retrato de pintores, Antoine Watteau


Marcel Proust 


Antoine Watteau

Gesticulante crepúsculo los árboles y los rostros,
Con su manto azul bajo su máscara incierta.
Polvo de besos rodando bocas cansadas…
Lo vago trocado en ternura, y de pronto, lejanía.

La mascarada, otra lejana melancolía,
hace el gesto de amar más falso, triste y encantador.
Capricho de poeta, o prudencia de amante,
el amor que necesita de sabios ornamentos,
coloca barcas, paladeos, silencios y música.


Antoine Watteau

Crépuscule grimant les arbres et les faces,
Avec son manteau bleu, sous son masque incertain;
Poussière de baisers autour des bouches lasses...
Le vague devient tendre, et le tout près, lointain.

La mascarade, autre lointain mélancolique,
Fait le geste d'aimer plus faux, triste et charmant.
Caprice de poète -ou prudence d'amant,
L'amour ayant besoin d'être orné savamment-
Voici barques, goûters, silences et musique.


Traducción: José Lezama Lima


«Retrato de pintores: Alberto Guyp (sic), Antoine Watteau y Antoine van Dyck», Nadie parecía, Nº 7, marzo-abril 1943, p.12.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Retratos de pintores, Albert Cuyp



Marcel Proust


Sol declinante disuelto en el aire límpido
que un velo de ramas grises enturbia como el agua,
humedad de oro, nimbo en la frente del buey o del álamo,
incienso azul de los bellos días humeantes en las colinas
o salina de claridad estancada en el cielo vacío.
Los caballeros se detienen, pluma rosa al sombrero,
la mano al costado, al aire azul que sonrosa sus pieles
infla ligeramente sus finos crespos rubios,
y atraídos por los ardientes bosques, las frescas ondas,
-sin enturbiar con su trote los rebaños de bueyes
somnolientos en una niebla de pausas y oro pálido-,
caminan respirando esos minutos profundos.


Traducción: José Lezama Lima


 «Retrato de pintores: Alberto Guyp (sic), Antoine Watteau y Antoine van Dyck», Nadie parecía, Nº 7, marzo-abril 1943, p.12.


domingo, 27 de agosto de 2017

Matadero



Luis Miguel Nava

Bailé en un matadero, como si la sangre de todos los animales que colgaban degollados alrededor fuera mía. Bailé hasta que hubiera espacio en mí para un poema del que después todas las imágenes fueran desertando.

La luz que de esa sangre irradiaba, como si en ella el sol se hubiera sumergido y en ella los rayos se hubieran diluido, me atravesaba los poros y me hacía cantar el corazón. Era una luz que nada tenía que ver con la piedad o la esperanza, pero cuya música, sin pasar por los oídos, iba directa al corazón, que en los animales acabados de abatir encontraba por momentos un espejo todavía caliente, tan diferente de la algidez que habitualmente impera en ellos.

Sólo en un espejo así acabado de salir de las entrañas de un ser vivo, se dibuja nuestra verdadera imagen, en vez de la frigorífica mentira donde es común vernos proyectados. Sólo ese espejo capta la espesa luz en que parecen consumirse los propios astros, esa luz que se confunde con los objetos que ilumina en una única sustancia capaz de arrancarnos de la oscuridad y dar color a la santidad.

La luz del neón, frente a aquella como la que se vacía del corazón de un puerco, es una metáfora de impacto reducido. La luz que de las vísceras emana es la de dios, aquella que, por una excesiva dosis de tinieblas entremezcladas, se aproxima más que cualquier otra a la de dios, que resplandece en las carcasas de costillas donde es fácil presentir las incipientes alas de algún ángel.

El chillido del animal que cualquier cuchillo anónimo despacha a la condición de aquellos cuya sangre escurre a nuestro lado es el único sonido al que merece la pena bailar. El día le declinó en las entrañas, cuantas mañanas las recorrieron absorbidas por las aberturas de sus ojos, pero no son ahora sino un rastro de lumbre sobre la lámina y en los baldes donde gotea, reducidas a un furtivo resplandor de dignidad del que de repente todos nos sentimos huérfanos.


Matadouro

Dancei num matadouro, como se o sangue de todos os animais que à minha volta pendiam degolados fosse o meu. Dancei até que em mim houvesse espaço para um poema de que todas as imagens depois fossem desertando.

A luz que desse sangue irradiava, como se nele o sol tivesse mergulhado e os raios nele se houvessem diluído, atravessava-me os poros e fazia-me cantar o coração. Tratava-se de uma luz que nada tinha a ver com piedade ou a esperança, mas cuja música, sem me passar pelos ouvidos, ia direita ao coração, que nos animais acabados de abater por momentos encontrava um espelho ainda quente, tão diverso da algidez que habitualmente neles impera.

Só num espelho assim saído há pouco das entranhas dum ser vivo se desenha a nossa verdadeira imagem, ao invés da frigorífica mentira onde é comum a vermos esboçar-se. Só esse espelho capta a espessa luz em que parecem ter-se consumido os próprios astros, essa luz que com os objectos que ilumina se confunde numa única substância capaz de arrancar-nos à treva e de dar cor à santidade.

A luz do néon, ante aquela de que se esvazia o coração dum porco, é uma metáfora de impacto reduzido. A luz que das vísceras emana é a de deus, aquela que, por excessiva dose de trevas misturada, mais que qualquer outra se aproxima da de deus, que resplandece nas carcaças em costelas onde é fácil pressentir as incipientes asas de algum anjo.

O berro do animal que qualquer faca anónima remete à condição daqueles cujo sangue se escoe ao nosso lado é o único som a que dançar merece a pena. O dia declinou-lhe nas entranhas, quantas manhãs as percorreram absorvidas pelas aberturas dos seus olhos mais não são agora do que um rastro de lume sobre a lâmina e nos baldes onde pinga, reduzidas a um furtivo clarão de dignidade de que todos de repente nos sentimos órfãos.

Resultado de imagen de Nava Poesia Completa Publicações Dom Quixote 2002

Poesía Completa 1979-1994, Publicações Dom Quixote, Lisboa, 2002, pp. 181-82.

Traducción: Pedro Marqués de Armas