sábado, 19 de abril de 2025

Sonne, el doctor

 

Elias Canetti

 

Hay quienes han querido ser olvidados y desaparecer del todo. A ellos pertenecía Abraham Sonne, el hombre sin tacha, el único al que he admirado y querido sin ningún tipo de limitaciones.

Otros, que lo conocieron antes o después, han pensado lo mismo sobre él. Y ahora no lo dejamos en paz. Sus escasos poemas, escritos en hebreo, han sido publicados. Un joven judío inglés los ha traducido al inglés. Uno de ellos, realmente magnífico, trata de su profundo deseo de desaparecer sin dejar el menor rastro. De las conversaciones que mantuvo con él formó Broch a su Virgilio. Yo mismo hablo a menudo de él; siempre que quiero decir lo más maravilloso sobre los seres humanos, hablo de Sonne. No he anotado las conversaciones que mantuvimos durante cuatro áridos años de mi vida, cuyo único contenido fue él. Pero se han integrado tanto en mí que también me compongo de ellas, son el anillo más importante del árbol que a veces siento ser, un anillo de cuatro años. Si algún día escribo mi vida y cada vez me siento más impulsado a hacerlo, él figuraría en ella como un personaje central.

Quienes lo comprendieron más profundamente frustran así el deseo con que él mismo dio sentido y unidad a su vida, y sus amigos más íntimos lo arrastran nuevamente a la luz. A ninguno de ellos le es posible actuar de otra manera, cada uno está tan lleno de él que tendría que falsearse para callar sobre su persona.

Me duele no poder decirle por qué me resulta imposible callar sobre él. Podría decírselo de forma tal que me entendiera, y estaría seguro de obtener su perdón, que él jamás enunciaría.

Por Sonne, que era quien más prolija y articuladamente podía hablar, supe lo que significa callar. Fue el único que me transmitió la nostalgia del silencio, y aunque es y será algo inalcanzable para mí -no podré callar ni siquiera en la muerte-, gracias a él sé lo que es: lo mejor.

Me pregunto si Sonne también podría callar en el paraíso.


Traducción: Juan José del Solar 

Hampstead. Apuntes rescatados 1954-1971, Anaya & Mario Muchnik, 1996. 


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