domingo, 4 de enero de 2015

Viví sobre esta Tierra




Miklós Radnóti


Viví sobre esta tierra en un tiempo en que el hombre cayó 
tan bajo que mataba por placer, sin que nadie lo ordenara. 
Locas obsesiones tejían su vida, adoraba falsos dioses
sin ninguna ilusión, manadero de espuma era su boca. 
Viví en esta tierra en una edad 
en la que traicionar era un gesto honorable, 
y eran héroes el traidor y los ladrones,  
y quien guardaba silencio y no podía regocijarse 
fue odiado como un hijo de la peste. 
Yo viví en esta tierra en una época 
en la que el hombre debía ocultar su voz
y morderse los puños con vergüenza;
borracha de sangre y escoria, enloqueció la nación  
y sonreía ante su horrible destino. 
Yo viví sobre esta tierra en una edad 
en la que un hijo era la maldición de su madre
y una madre era feliz cuando abortaba,
y un vaso de denso veneno espumeaba en las mesas, 
y los vivos envidiaban el silencio podrido de los muertos. 
Viví sobre esta tierra, sí, en una época 
en la que los poetas se acostumbraron a callar 
y esperaban que Isaías, el sabio de terribles palabras, 
cantara de nuevo, pues nadie sino él sabía entonar
la justa maldición, la maldición ardiente de los justos.





Versión de Carlos Morales





El Rey






Mark Strand  


Fui a la mitad del cuarto y dije
“Sé que estás aquí,” y lo noté en la esquina,
pequeñito en su enjoyada corona y la suave capa
de armiño. “He perdido mi deseo de reinar”,
dijo. “Mi reino está vacío excepto por ti,
y lo que haces es sólo preguntar por mí”.  “Pero Su Majestad—”
“No me trates de Majestad,  dijo, y  echó la cabeza
hacia un lado y cerró los ojos, “Allá”, susurró,
“Ah eso sí,” y se adentró en su sueño
como un ratón desapareciendo en su hueco.





The King 

I went to the middle of the room and called out,
“I know you’re here,”  then noticed him in the corner,
looking tiny in his jeweled crown and his cape                                                                                 
with ermine trim. “I have lost my desire to rule,”
he said.  “My kingdom is empty except for you,
and all you do is ask for me.” “But your majesty—”
“Don’t `Your majesty me` he said, and tilted his head
to one side and closed his eyes. “There” he whispered,
“That’s more like it.” And he entered his dream
like a mouse vanishing into its hole.





Traducción de Juan Carlos Galeano



viernes, 2 de enero de 2015

Este contacto





Guillem d'Efak



1

Este contacto
solo es eso, un contacto.
El insecto, el loco y el místico,
solo ellos saben sacar el jugo,
nosotros la duración.
Y lo encontramos corto y algo ingenuo,
como las señales que ven los párpados cerrados
haciendo presión
sobre las niñas de los ojos. Y gratuito,
como la faena
del agua rascando, engullendo,
digiriendo cal para dragar cuevas.
Y triunfalista como el alba.
E incapaz como el crepúsculo
con una cruz a contraluz.
Tan solo el loco,
el místico y el insecto
quedan para siempre preñados
con un contacto sin embargo casual
y tan breve que no compensa,
agregamos nosotros.
Nosotros, los hombres de cada día.
Nosotros,
los hombres.





Aquest contacte

1    
Aquest contacte  
sols és això, un contacte. 
L'insecte, el foll i el místic, 
sols ells en treuen tot el suc, 
nosaltres sols la durada. 
I el trobam curt i un poc betzol, 
com els besllums que veus parpelles closes 
exercint una pressió 
sobre els bessons dels ulls. I gratuït, 
com la feinada 
de l'aigua gratant, menjant, 
digerint calç sols per a fer coves. 
I triomfalista com les albes.  

I impotent com l'horabaixa 
amb una creu a contrallum. 
Tan sols el foll, 
el místic i l'insecte 
resten per sempre fecundats 
amb un contacte tanmateix casual 
i tan breu que no compensa, 
afegim nosaltres. 
Nosaltres, els homes de cada dia. 
Nosaltres, 
els homes. 




Versión de Dolores Labarcena





  

El tapiz del Virrey




Pedro Gómez Valderrama


Cuando el virrey subió a su coche con la virreina, para dirigirse al baile en casa del marqués, el criado mulato se quedó escondido en un rincón del patio, hasta que cesaron todos los ruidos del palacio. Sacó entonces una inmensa llave, y abrió la puerta del salón central. Encendió una antorcha y se situó ante el gran tapiz que adornaba el fondo del salón, y que representaba una hermosa escena de bacantes y caballeros desnudos.
El mulato extendió las manos y acarició el cuerpo de una Diana que se adelantaba sobre el tapiz. Murmuraba en voz baja, hasta que de pronto gritó:
-¡Venid! ¡Danzad!
Los personajes tomaron movimiento y fueron descendiendo al salón. Comenzó la música del sabbat, y la danza de los cuerpos en medio de las antorchas. Ante el mulato, los personajes del tapiz iban cumpliendo el rito de adoración al macho cabrío.
Diana permanecía a su lado, besándole de vez en cuando con golosa codicia.
Después de consumidas las viandas del banquete, vino el momento de la fornicación, hasta que sonó el canto del gallo y los personajes se fueron metiendo uno tras otro en el tejido. Sólo quedaron, trenzados en el suelo, Diana y el mulato, al cual encontraron a la mañana siguiente desnudo y muerto en el suelo con unos desconocidos pámpanos manchados de sangre en la mano. Diana no estaba en el tapiz.







El Internet socialista de Salvador Allende




Jorge Carrión


Recuerde este nombre, porque es el nombre de un genio: Stafford Beer (1926-2002). El padre de la cibernética de gestión dijo: “Un sistema autoorganizado debe estar siempre vivo, no finalizado, ya que finalización es un sinónimo de muerte”. El proyecto Cybersyn –digno de una serie de J. J. Abrams– estuvo muy vivo durante 1972 y 1973, nunca se acabó de definir y murió tras el golpe contra otro genio, este sí conocido, Salvador Allende, a manos de ese antigenio absoluto y genocida llamado Augusto Pinochet.
Solamente 10 años después de que el Departamento de Defensa de Estados Unidos alumbrara Arpanet, que es considerado como el primer protointernet, Cybersyn (sinergia cibernética) o Synco (sistema de información y control) llegó a controlar información económica proveniente de todos los rincones del país andino, gracias a una red tecnológica llamada Cybernet. Todas las empresas chilenas nacionalizadas remitían sus cifras de consumo y producción por télex a un centro ubicado en Santiago. La foto que documenta la sala de control podría pertenecer perfectamente a 2001: Una odisea del espacio. Muestra siete butacas blancas, con teclados en los apoyabrazos, encaradas hacia las grandes pantallas en las paredes. Todo tapizado, plástico y moqueta, estampa pop.
Esa habitación hexagonal “se creó para ayudar a Allende a implementar su visión del cambio socialista”, leemos en Revolucionarios cibernéticos: Tecnología y política en el Chile de Salvador Allende (LOM Ediciones), de Eden Medina. “Sus creadores esperaban que los más importantes miembros del Gobierno la utilizaran para tomar decisiones rápidas basadas en datos en tiempo real y en una visión macroscópica de la actividad económica nacional”. Fue el resultado del encuentro entre la política y la ciencia, entre Fernando Flores (hombre de confianza del nuevo presidente) y Stafford Beer, el visionario británico que no dudó en subirse a un avión para atravesar el Atlántico e irse a diseñar, cablear y pixelar la utopía.
El programa llegó a controlar información económica proveniente de todos los rincones del país andino, gracias a una red llamada Cybernet
Aunque fuera sin duda un intento de Internet socialista, de Big Brother o Big Data utópico, ni militar ni capitalista, lo cierto es que la información llegaba como electricidad pero se procesaba manualmente: cuatro diseñadoras gráficas preparaban las diapositivas con los gráficos que se proyectaban en esas pantallas dignas del porvenir. Lo analógico era tan o más importante que lo digital, porque el proyecto no tuvo tiempo de alcanzar la maduración necesaria para ser realmente efectivo. El 10 de septiembre de 1973 se tomaron medidas para instalar la sala de control en el Palacio de la Moneda; pero al día siguiente se acabó todo.
Beer se propuso, en sus propias palabras, “implantar un sistema nervioso electrónico en la sociedad chilena”; pero tanto él como el presidente estaban de acuerdo en una cuestión fundamental: no era ético espiar a los ciudadanos. Por eso no pudieron prever el golpe. ¿Qué debieron pensar los soldados de Pinochet cuando se encontraron la sala de control y la máquina de télex? Ellos provenían del pasado, de la Edad Media, de la noche oscura de los oscuros tiempos, y se topaban de pronto, sin transición ni analgésico, con un futuro que no podían ni querían entender: condenado a nunca ser. Así que destruyeron la maquinaria y apagaron la luz.





Tomado de El País, 30 DIC 2014