Pier Paolo Pasolini
Acabada la fiesta en una
Roma sorda
a toda ingenua espera,
acabado el día,
como desperdicios al
viento los pasos
del regreso, las voces,
los silbidos, van
muriendo a raudales por
las calles, exiguos
en los portales. Es la
pausa de la cena:
más tarde, con la pesada
inquietud
de una sombra infecta, sin
aire, en los
atuendos festivos de gente extraña, allá
donde el caos de la ciudad
cristaliza
en un constelado resplandor
de luces
a través de calles tapiadas
por una paz
de muerte, vuelve la
antigua noche...
Por los abandonados
senderos fluviales
resplandecientes coronas
de faros,
alguna estrella al flanco
de las nubes,
y en el suburbio, desde Testaccio
a Monteverde, refluye cansado y húmedo
a Monteverde, refluye cansado y húmedo
un resonar de voces de
transeúntes
y motores: solitaria incrustación
de nuestro mundo sobre el
mudo universo.
Chiusa la festa
Chiusa la festa su una
Roma sorda
a ogni ingenua attesa,
chiuso il giorno,
come immondizie al vento i
passi
del ritorno, le voci, i
fischi, vanno
morendo vasti per le
strade, radi
negli androni. È la sosta
della cena:
poi, più tardi, con
l’inquieto peso
dell’ombra sporca,
senz’aria, nelle
vesti festive di una gente
estranea,
là dove il caos della
città si gela
in chiarori di lumi
costellati
lungo strade murate da una
pace
di morte, torna l’antica
sera . . .
Per i lungofiumi
abbandonati
smaglianti corone di
fanali,
qualche stella ai fianchi
delle nubi—
e sulle periferie, da
Testaccio
a Monteverde, stagna
stanco e umido
un vibrare di voci di
passanti
e motori—sperduta
incrostazione
del nostro mondo sul muto
universo.
Versión: Pedro Marqués de
Armas
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