Entrevista en CajaCanarias, 2009.
viernes, 26 de febrero de 2021
viernes, 5 de febrero de 2021
Elogio a Fidel Castro
Reinaldo Arenas
En estos momentos en que casi
todos los países comunistas marchan hacia un proceso democrático, Fidel Castro
se ha puesto en la picota de la opinión pública por negarse a aceptar ningún
tipo de cambio, ni nada que huela a perestroika o a
democracia. Yo, tal vez por mi espíritu de contradicción, en vez de criticar al
"Máximo Líder", voy a hacer aquí un breve recuento de sus virtudes.
Político calculador y
astuto, cuando tomó el poder en 1959 tenía tres alternativas: 1) la
democracia, con la cual hubiese ganado las elecciones en esa fecha, pero
hubiese disfrutado de un poder efímero y compartido con la oposición. 2) La
tiranía de derecha o convencional, que nunca ofrece una seguridad absoluta ni
un poder ilimitado. 3) La tiranía comunista, que en aquel momento, además de
cubrirlo de gloria, parecía asegurarle un poder vitalicio. Hábil, Castro optó
por esta alternativa.
Profundo filósofo, les
ha hecho comprender de una u otra manera a sus súbditos que la vida material es
cosa baladí, a tal punto que en Cuba no existen casi cosas materiales y el
índice de suicidios, según serios informes de las Naciones Unidas, es el
primero en América Latina.
Intelectual lúcido, comprendió
que la mayoría de los artistas son víctimas de un ego hipertrofiado. Desde 1959
comenzó a invitar a destacados escritores, atendiéndolos personalmente y
mostrándoles lo que él quería que vieran. Castro ha creado premios literarios
internacionales y ha promovido a algunos intelectuales fieles hasta las
cúspides del Premio Nobel, como es el caso de Gabriel García Márquez.
Economista
inteligentísimo, ha implantado desde hace casi treinta años la libreta
de racionamiento con la cual evita la inflación económica en su país, ya que el
pueblo prácticamente no puede consumir nada. Además, se dedica, a través de sus
más distinguidos generales y con la participación de Raúl Castro (como consta
en documentos publicados), al tráfico internacional de drogas, lo cual se
revierte en una entrada de dinero fuerte que le puede servir para costear su
aparato propagandístico en el exterior y estimular la subversión armada en
América Latina.
Sexólogo experto, ha
preparado unos magníficos ejércitos juveniles que funcionan como guías de
turismo y traductores y que complacen gentilmente tanto a las damas como a los
caballeros invitados.
Ganadero y agricultor de
nota, logró que una vaca (Ubre Blanca) diera todos
los días más de cien litros de leche. El pobre animalito reventó y la leche
sigue racionada en Cuba; pero el recuerdo de Ubre Blanca permanece
en la prensa de la época y Castro mandó modelar numerosas copias de este
extraordinario ejemplar vacuno. En 1970, Castro dijo que produciría diez
millones de toneladas de azúcar y "ni una libra menos" y se equivocó
sólo en dos millones menos de toneladas.
Alumno aplicado y fiel a su
maestro, ha seguido con intachable ortodoxia las lecciones de Stalin:
por una u otra vía se ha desembarazado de sus contrincantes políticos o de los
personajes que podían ensombrecer su gloria, desde Huber Matos hasta Carlos
Franqui, desde Camilo Cienfuegos hasta Ernesto Guevara. Creó desde 1961 los
campos de confinamiento para disidentes de todo tipo y los oficializó en 1966
bajo el ingenuo título de UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción).
Ha trasladado pueblos completos, situados donde había focos de guerrilleros
anticastristas, hacia nuevas ciudades perfectamente vigiladas. Como hizo con
muchos campesinos que vivían en la provincia de Las Villas, los cuales tuvieron
que irse a vivir a una ciudad prefabricada en Pinar del Río, llamada Ciudad
Sandino. También desde hace casi treinta años, Castro pone en práctica las
purgas políticas y las retractaciones públicas. En esos actos, el acusado,
luego de varias semanas o meses en las celdas de la Seguridad del Estado,
confiesa haber cometido todo tipo de crimen, ser un miserable y un traidor
contrarrevolucionario y, desde luego, un infiel a Castro. Ejemplos: el juicio
público de Marcos Rodríguez (fusilado en 1964), el juicio del general Arnaldo
Ochoa (fusilado en 1989) o la confesión de Heberto Padilla, donde delataba
además a sus amigos más íntimos y a su propia esposa, en 1971. Fiel a su
política de "bloque monolítico", Fidel Castro aprobó públicamente la
invasión soviética a Checoslovaquia, la invasión a Afganistán y la masacre del
ejército chino a los estudiantes en la plaza de Tiananmen.
Estadista sagaz, Castro
sabe perfectamente que un dictador no debe nunca realizar un plebiscito, pues
perdería el poder. De ahí sus furias, desde su punto de vista justificadas,
contra todos los intelectuales (incluyendo seis premios Nobel) que le han
enviado una carta abierta solicitándole civilizadamente que celebre elecciones
libres. Castro hábilmente rechazó la consulta popular, que otros dictadores
menos taimados, pensando que iban a ganar, celebraron. Véanse las dramáticas
derrotas del general Augusto Pinochet y del comandante Daniel Ortega.
Nada nos puede sorprender en la
actual actitud de Fidel Castro. A lo largo de más de treinta y un años en el
poder absoluto ha sido siempre fiel a sí mismo, gobernando con tan maquiavélica
habilidad que hoy por hoy es uno de los únicos herederos de Stalin que se
mantiene en el trono.
A los pocos que aún siguen
arrobados con la imagen "reivindicadora" y hasta "heroica"
del Comandante en Jefe que no se hagan ilusiones. El mismo Castro a través de
su ejército ha dicho que "no cederá ni un milímetro en su ideología"
y ha declarado que "prefiere que la isla se hunda en el mar antes de
renunciar a sus principios políticos"... Claro que le toca al pueblo
cubano decidir si quiere esa zambullida apocalíptica o si prefiere vivir en paz
y con libertad como afortunadamente lo hace ahora gran parte de la humanidad.
sábado, 30 de enero de 2021
El abrazo del oso
Fernando Savater
Dice la voz popular que en la
turbia luz del crepúsculo todos los gatos son pardos. También en el lento
crepúsculo de las dictaduras, que a veces dura décadas y siempre dura
demasiado, los últimos burócratas que se aferran al poder tratan de legitimarse
secuestrando para su causa a quienes la padecieron y se resistieron a ella. O
sea, haciendo ver que ya son también pardos, como el resto de los gatos
domésticos sobre los que siempre ejercieron su control. De modo que intentan
echar el lazo a escritores y artistas relevantes de la disidencia: si aún viven
exiliados, les ofrecen un regreso honroso a la patria, pero honroso sobre todo
para quienes les acogen después de haberles exiliado; si han muerto en su
rebeldía, fingen un reconocimiento tardío a sus méritos ensalzando sus logros
creativos para mejor difuminar su oposición al régimen, que queda soslayado
como algo circunstancial y menor.
Tal es la operación que pretenden
hoy llevar a cabo los gestores del castrismo casi póstumo con la figura
intelectual del autor que de modo más duradero, insobornable y consciente
encarnó la denuncia de la dictadura caribeña: Guillermo Cabrera Infante. Una
instancia oficial, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, edita un
estudio sobre su obra que abarca los primeros años del escritor hasta su
alejamiento definitivo del régimen y su abandono del país sojuzgado. En él se
da a la palabra a intelectuales que viven en la isla o fuera de ella para que
cuenten recuerdos e impresiones sobre GCI. Como no he leído todo el libro no me
atrevo a opinar, aunque en los fragmentos que conozco hay cosas
digamos...pintorescas.
Pero lo más chocante no son las
presencias, sino una gran ausencia de esas páginas. Falta la voz esencial de la
compañera constante y más íntima colaboradora del escritor, Miriam Gómez. Cuantos
conocimos a Guillermo no podemos recordarlo ni imaginarlo siquiera sin Miriam.
Fue la primera lectora de todas y cada una de sus páginas, la destinataria de
muchas y la mecanógrafa que puso en limpio la mayoría. Ahora es ella quien se
encarga con amoroso cuidado de preparar para la edición sus obras póstumas, así
como de gestionar el resto de sus escritos, tras haber rechazado ofertas
sospechosamente generosas del oficialismo cubano, probablemente más deseoso de
enterrar esos libros que le comprometen que de sacarlos a la luz. La ausencia
de Miriam de esa tesis es más significativa, más devastadoramente significativa
sobre ella que todos los testimonios recogidos allí.
Se quiere presentar la pieza
académica como la reconciliación de Cuba con GCI. Pero eso es un gran fraude,
porque Guillermo jamás estuvo enfrentado ni enemistado con Cuba ni con los
cubanos. Todo lo contrario, nunca la isla ni sobre todo La Habana fueron
literariamente celebradas con mayor amor, con más desgarradora nostalgia y con
mejor conocimiento. Y nadie vivió como él tan pendiente de la libertad
secuestrada y los padecimientos de los cubanos en la isla o en el exilio. No
hay que reconciliar a GCI con Cuba, con su Cuba: pero es el caso que con quien
quieren "reconciliarle" a título póstumo es con el castrismo, porque
son los castristas quienes consideran a sus enemigos "anticubanos" lo
mismo que los franquistas llamaban a los opositores del régimen "la
anti-España". Y esa reconciliación mientras la dictadura sigue machacando
a los cubanos jamás la hubiera consentido Guillermo.
Este es el abrazo del oso, el
abrazo doloso que el castrismo agonizante quiere dar a su incansable opositor
para aprovecharse de su nombre. En cambio, quienes deseen recordar de otro modo
al verdadero GCI pueden leer el número de homenaje que la revista ARS
Magazine le dedica, gracias a los desvelos de Zoé Valdés (el ejemplar
se consigue en http://arsatelier.magcloud.com). No sólo excelente por las
colaboraciones, sino por las fotografías realmente únicas que las acompañan:
Guillermo puro, sin indeseables aditivos ni colorantes.
El País, 13 de septiembre de 2011.
jueves, 28 de enero de 2021
Una lección de absurdo
Caridad Atencio
Puede un libro al mismo tiempo
ser sarcástico y profundamente humano? En esto pensaba cuando leía y
releía Tundra[i], el poemario que Dolores Labarcena (Santiago
de Cuba, 1972) recientemente ha publicado, donde se habla, sin duda, de una
germinación, pero en un sitio que su razón de ser es impedirla, de brotes
frágiles, en que su gracia es ser poco resistentes: efímeros o superficiales.
Los personajes y vivencias que allí pugnan por ser, como los de Bernhard o
Sangüinetti, producen una enorme destemplanza en el lector y, a la vez, un
reconocimiento de la fuerte humanidad que manifiestan, pues la ironía del
destino es recorrida aquí por la ironía de la mirada, la ironía de la mirada es
sostenida por la ironía del destino:
Esperar forma parte de la fiesta,
pero partir es menos tedioso que habituarse al paisaje. Y aunque el frío
raspara, (en ese reducto llamado Polheim) cruzó la frontera como quien corta un
huevo duro ¡Bravo por Amundsen!, no murió de escorbuto, o por lo menos en esa
ocasión. Se alimentó de mejunjes y trozos de carne cruda; un verdadero
estratega. Tarde o temprano caería precipitadamente y no entre copitos de
nieve. Sus restos siguieron de largo por el Mar de Barents: He ahí la guinda
del pastel.[ii]
En estos textos, que denotan el
continuado cultivo de la narrativa por parte de la autora, se bordea el sentido
o el sinsentido de la vida humana echando mano a la historia y sus figuras, de
existencias azarosas, superpuestas, o mal conocidas, en los que podemos atisbar
la veladura de lo político:
Dogal/arreo (o si prefieres
cabestro) es una pieza que se ata alrededor de la cabeza. Lo calzan las bestias
‒decías‒ firmes, o insospechadamente vulnerables. También hablabas de isla…
ciertas fotografías para no olvidar o desbocarnos.[iii]
En ellos lo político es como un
barniz que el brillo propio de las cosas lo hacen parecer invisible, pero
indeleble al fin.[iv] Pese al afán diacrónico del texto,
de alusiones borradas y limpiadas, se adivina en él el fracaso, la frustración,
un mundo dejado atrás: digamos que el fundamento del exilio, de la precariedad
de lo que se dejó y del ansia de lo nuevo y la aventura, que todo lo supera. En
tal sentido la autora explora el tema del absurdo en la vida y en los
sentimientos humanos, y crea pequeños retratos donde se afana, desde su punto
de vista de «narrador omnisciente», en presentarlos como efímeros, sin
importancia, en los que se filtra o traspasa el líquido gris de los gestos
inevitables y de las constantes de la historia. En estos poemas ocurre una cosa
rara: hay una introspección en lo humano, despojado de identidades nacionales,
a través de una exteriorización de la perspectiva, de una atomización a la hora
de concebir el todo, el universo:
También he visto cosas
sorprendentes, por ejemplo: una máquina fotográfica de los años treinta. Barcos
a vapor en piezas pequeñas y coleccionables. Un niño prematuro en una caja de
zapatos. Algunas obras de Bacon. Imitaciones de la orfebrería Ming. Un montón
de ciconias en un poste eléctrico. Hundir los hombros en gesto de resignación.
Lo que llega a cubrir la escayola y chsss, aquí no se discute de ética. Una
rusa que cantaba como Dios. Mendigos, funámbulos, saltimbanquis… Una ciudad
entera en un cascarón de huevo.[v]
En la descripción entusiasta de
las menudencias cotidianas se evapora el todo, el sentido del todo, su
consecuencia y trascendencia. Pues estamos ante «un repaso al terreno
síquico ‒humano, frágil‒ de la historia».[vi] Entonces se vuelven inútiles la
causa y la consecuencia cuando el azar es el destino, y se teje y describe con
sorna y frialdad un mundo que aparece a los ojos del yo lírico como bazar.
Entonces desdibujar el poema dibuja el poema. Es un lenguaje seco que esconde
la emoción y la devuelve hecha historia, anécdota, azar aparentemente
intrascendente.[vii] Aunque hay algo que se ama
oblicuamente, pese al tono y la apariencia y una gran falta de fe que viene a
coronar estos irónicos escarceos de inevitable sombra humana, y a pesar de que
el sentido de las cosas guarda también una especie de destino irónico que viene
a coronarlas. Quizá por ello, estos textos, abundantes en lances elípticos,
escogen lo descriptivo y reflexivo apegado a la historia, viendo lo humano en
las fallas, azares o actos efímeros de sus «personajes». Y los azares dejan un
dibujo, incluso hermoso sobre el vacío. Así una ironía devela una vida fútil,
mil vidas fútiles que conforman el mundo que te rodea inevitablemente. Por
momentos vemos moverse a un individuo tipo que prepara un jolgorio de su falta
de fe. Observamos los límites o los ángulos de un individuo reinsertado que
hace de sus móviles lo nimio, que hace de lo nimio el resultado.[viii] Entonces ser una jodida persona
común se vuelve inevitable, incluso, hasta tolerable, una persona fija en un
paisaje como su decorado.
Sumidos en este marco, los textos
que tratan del universo de la pareja se ven tan vivos y llenos de autenticidad,
que llegan a dar fe de algo que se proyecta contra lo femenino, y, en su
absurdo, es ridiculizado. Es también la vida que persigue un aliciente, pero
sin emoción, valor y necesidad al fin, escamoteados dentro de un lenguaje
económico. Un asunto de naturaleza económica también las relaciones humanas.
Una cuestión de comercio en un alarde de la naturaleza de las cosas dentro de
sarcástica parábola:
Tras un fallo al que solo se
puede llamar técnico, fracasó. Debían colocar unos asuntos que
al accionar la palanca aplastarían irremediablemente a la dormida, que por esta
vez escapó. Y esto supuso grandes conflictos, para su pensamiento de gacela:
Qué hago… osa contradecirme. En otra ocasión, pérfido, capaz de mirarle a los
ojos sin pestañear, sin traicionarle siquiera la barbilla, la montó en una
chalupa y abur, lista para partirla en dos, así de simple como se parte un
carboncillo. No obstante y más allá de todo pronóstico fue óptima nadadora, y
casi en apnea ganó la orilla. Pues ¡mátenla! Ordenó. Durante largo rato
acarició el cadáver y se ovilló ante ella, la aparente inmortalidad. Luego el
banquete. De esto sí que habló Séneca, quien se deshizo en halagos por la
incólume y blanca mantelería.[ix]
Y qué si marchó de puro
aburrimiento. Sin su presencia todo seguiría igual. Al ídolo de la vendimia no
le faltaron ofrendas; los pretendientes y el granero a tope. Para acicalarse, se
bañaba en leche de cabra con ungüentos importados de China. «Sigo en la flor».
Las veladas transcurrían previsiblemente, y como es natural, a veces se
caldeaban los ánimos. Desde luego, la expectativa no era el retorno ni la
prolongada demora, sino el precio y la demanda. Pero con pericia la zorra iba
tirando. ¿Recuerdas la actriz, desnuda sobre el felpudo mirándolo con total
desprecio? Quizás la historia fue así, sin idilio. Al fondo un mar asfixiante y
ninguna barca.[x]
Y a estas alturas nos
preguntamos: ¿En realidad tiene peso lo trivial en el poemario, o es una manera
para caracterizar la estupidez humana y el carácter efímero de la existencia?
¿El libro es irónico porque es amargo, o es amargo porque es irónico? No nos
apasionan las respuestas, sólo el hecho de recordar lo que este libro esgrime a
manera de luminosa valla: No hay tragedia, por grande que sea, que supere el
milagro de la vida.
[i]– Dolores Labarcena. Tundra.
Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2018.
[ii] – Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 27.
[iii] – Dolores Labarcena. Ob. cit, p.
10.
[iv]– Véase los poemas «Las agarré una por una…»,
p. 33, «Random: nombre inglés…», p. 19, y «Variación de Flaubert», p. 43. En el
libro es apreciable el sarcástico desprecio por los engranajes aviesos que
conforman lo político y lo social.
[v] – Dolores Labarcena. Ob. cit, p.
15.
[vi] Javier L. Mora. «Un dolmen, un desierto»
en Matar al gato ruso y otros ensayos, Editorial Letras Cubanas, La
Habana, 2018, p. 69.
[vii] -Cuando el discurso debe girar a la
emoción lo domina con la certeza, con una idea o pensamiento sacado en claro,
con un engendro de la experiencia sin frágiles derivaciones.
[viii] – Véase el texto «¿Has leído a
Hobbes?», p. 35. Martí en un arranque cenital afirmaba: «La mitad de los
hombres pasó dormido sobre la faz de la tierra, comieron y bebieron, pero no
supieron de sí».
[ix] -Dolores Labarcena. Ob. cit, p. 42.
[x] –Dolores Labarcena. Ob. cit., p. 47
Tomado de Cubaliteraria, 24 de enero, 2021.
miércoles, 20 de enero de 2021
a antonin artaud
Mario Cesariny
I.
Habrá gente con nombres que les queden bien.
No es mi caso.
Cada vez que alguien me llama Mario
cada vez que alguien me llama Cesariny
cada vez que alguien me llama de Vasconcelos
se produce en mí una violenta contractura mandibular
una cuchillada atroz por atrozmente pérfida.
¿Cómo que Mario, cómo que Cesariny,
como oh dios mío eso de Vasconcelos?
¿Y por qué quieren inocular en mi cuerpo
una caricatura a todas luces marrana?
Qué andaban haciendo a la sazón los padres en los baptisterios
para recibir en plena cara semejante fajo de estructuras
tan incalificables como inadecuadas
en acto tan intransferible como la vida…puro
si yo no sé de ustedes si nada tengo en las manos yo vomito
yo no quiero
yo nunca me adherí a las comunidades prácticas de clavar con clavos
las partes más vulnerables de la materia
Yo estoy solo en este avance
de cuerpos
contra cuerpos
inexpiables.
Mi nombre si existe debe existir escrito en algún lugar
"tenebroso y cantante" suficientemente glacial y horrible
para que sea imposible encontrarlo
sin enfilar en modo alguno por la carretera
del Coraje
porque a este respecto –y creo que digo bien-
ninguna garantía de lectura gratis
se ofrece al viandante.
Por otro lado, si yo tuviese un nombre
un nombre que fuese realmente mi nombre
eso provocaría
calamidades terribles
como sacudidas de tierra
dentro de la piel de las cosas
de los astros
de las cosas
de las heces
de las cosas
II.
Habrá una edad para nombres diferentes de estos
habrá una edad para nombres
puros
nombres que magneticen
constelaciones
puras
que hagan irrumpir en los nervios y en los huesos
de los amantes
inexplicables construcciones radiantes
dispuestas a circular entre la mugre
de dos bocas
puras
Ah no será el esperma torrencial lucífero
ni la locura de los sabios ni la razón de nadie.
No será siquiera quién sabe el único maestro vivo
el fin de la espantosa danza de los cuerpos
donde pontificaste con el martillo en mano
Puesto que habrá una edad en que serán olvidados por completo
los grandes nombres opacos que hoy damos a las cosas.
Habrá
un despertar.
a antonin artaud
I
Haverá gente com nomes que lhes caiam bem.
Não assim eu.
De cada vez que alguém me chama Mário
de cada vez que alguém me chama Cesariny
de cada vez que alguém me chama de Vasconcelos
sucede em mim uma contracção com os dentes
há contra mim uma imposição violenta
uma cutilada atroz porque atrozmente desleal.
Como assim Mário como assim Cesariny
como assim ó meu deus de Vasconcelos?
Porque é que querem fazer passar para o meu corpo
uma caricatura a todos os títulos porca?
Que andavam a fazer com a minha altura os pais pelos baptistérios
para que eu recebesse em plena cara semelhante feixe de estruturas
tão inqualificáveis quanto inadequadas
ao acto em mim sozinho como a vida . . . puro
eu não sei de vocês eu não tenho nas mãos eu vomito . . . eu
não quero
eu nunca aderi às comunidades práticas de pregar com pregos
as partes . . . mais vulneráveis . . . da matéria
Eu estou só neste avanço
de corpos
contra corpos
Inexpiáveis
. . O meu nome se existe deve existir escrito nalgum lugar
«tenebroso e cantante» suficientemente glaciado e horrível
para que seja impossível encontrá-lo
sem de alguma maneira enveredar pela estrada
Da Coragem
. . porque a este respeito — e creio que digo bem —
nenhuma garantia de leitura grátis
se oferece ao viandante
Por outro lado, se eu tivesse um nome
um nome que me fosse . . . realmente . . . o meu nome
isso provocaria
calamidades
terríveis
como um tremor de terra
dentro da pele das coisas
dos astros
das coisas
das fezes
das coisas
II
Haverá uma idade para nomes que não estes
haverá uma idade para nomes
puros
nomes que magnetizem
constelações
puras
que façam irromper nos nervos e nos ossos
dos amantes
inexplicáveis construções radiosas
prontas a circular entre a fuligem
de duas bocas puras
Ah não será o esperma torrencial diuturno
nem a loucura dos sábios . . . nem a razão de ninguém
Não será mesmo quem sabe . . . ó único mestre vivo
o fim da pavorosa dança dos corpos
onde pontificaste . . . de martelo na mão
Mas haverá uma idade em que serão esquecidos por completo
os grandes nomes opacos que hoje damos às coisas
Haverá
um acordar