martes, 18 de junio de 2019

Tres haikus





Rafael Lozano



El barco
deja solo una estela
nosotros ¿qué dejamos?



Naranjos
floridos en el parque
¡y tú debajo de ellos!



El cisne
se muere de nostalgia
sin lanzar una queja




domingo, 16 de junio de 2019

Hai-Kais




                        HAI KAIS, por Rafael Lozano.
                       — Poémes.—(Edición Povolozky).
                       —París, 1922.

Rafael Lozano es un joven poeta mexicano que hace unos meses, a su paso por Madrid, nos brindó su primera colección de versos, «La alondra encandilada», libro vario y desigual en el que se acusan múltiples reminiscencias entre algunos balbuceos personales. Y ahora, tras algún tiempo de estancia en París, donde dirige la Revista internacional de poesía «Prisma», para señalar su identificación con la lengua y la literatura francesa, al igual que otros americanos, aspira al bilingüismo, produciendo su labor lírica en francés.

El Hai-Kais es el módulo poemático que alcanza hoy gran boga, desde su importación japonesa, habiéndole aclimatado entre nosotros por su cualidad de álveo noviestructural que condensa las intenciones estrictas y antirretóricas del lirismo menos común a las distintas tendencias nuevas. Rafael Lozano lo elige acertadamente como cauce de sus impresiones poemáticas, y nos ofrece una colección de Hai-Kais simples y aéreos, mas en los que sin embargo predomina la visión descriptiva sobre sintetismo sugerente que es peculiar de la poesía japonesa.

La presentación de este libro merece loanzas aparte; revela hasta qué punto de perfección llega el arte de las bellas ediciones en Francia, donde se cotizan las primeras impresiones y los ejemplares sobre papeles especiales Hai-Kais, tanto en la curiosa disposición tipográfica de sus páginas impresas verticalmente y de derecha a izquierda, como en la paginación y encuadernación, ha sido hecho a imitación de las ediciones de lujo japonesas y revela un buen gusto exquisito. Para completar su carácter hasta la dedicatoria con que Lozano tiene la gentileza de enviarnos el libro, está manuscrita.


Cosmópolis, Madrid, agosto de 1922.


sábado, 18 de mayo de 2019

Salvador Novo



EL PUEBLO

Las ampliaciones
bajo los bajos muros
presentan el pasado
en las facciones.

Aunque el tren cirujano
hace a diario
transfusión de glóbulos blancos
no es más que un cigarrillo
en un prado
y las calles
van a dar todas a la iglesia.

Un disco negro
rubrica la ciudad
en nuestro cerebro

Y la estatua de la Libertad
abre la carta de mi cama.


CEMENTERIO

El hombre que inventó los ángulos
en su propio laberinto
fatiga sus pasos.
¡Horizonte, curva, dos puntos
y el camino más corto!
Pero siempre dos puntos
y una distancia.

¡Si naufragásemos! Andamos
como Jesús sobre las aguas
y asoman mástiles
de los que ya se hundieron
en nuestro mar.


CIUDAD

Carretes
de hilo para enhebrar la sed
infinita sobre los techos.

Huecos en la carne
de los edificios
para el dolor de adivinar
el aire remoto.

El suelo
se pega a nuestros pies
aunque ascendamos
como se aspira
para expirar.

Broches de sol absurdo
en la pared
como en estantes hay
vida en hojas interrumpidas.


Social, La Habana, enero de 1924, p. 21.



miércoles, 15 de mayo de 2019

El pueblo



Jaime Torres Bodet


Aquella ciudad se caía,
por los atajos de la sierra,
en calles de juguetería.
Como en las tarjetas postales,
estaban llenas de palomas
las iglesias municipales,
y tenía una antigua fuente
que, como un corazón cansado,
se secaba súbitamente.

¡No había en esa población
más gente adulta que el silencio
ni más ciudadano que el sol!

Todos los niños del planeta
estaban allí reunidos
comiendo frutas en las huertas,
saltando tapias al vergel
y dejando, en las horas muertas,
untadas sus risas de miel.

Un arroyo de plata viva
cortaba el campo y la ciudad
en dos mitades de alegría.
El campo era de los pájaros
y la población, de los niños.
El cielo a todos hace hermanos.

No vi, en las calles, más que un viejo:
mi corazón que, al inclinarse,
de un manantial hizo un espejo.

Cuando partí, llevaba lleno
el recuerdo de sol hermoso
y me sentía alegre y bueno.
Los que me veían pasar
me sonreían desde lejos
y se ponían a cantar,
y una muchacha que encontré
me dio vergüenza de ser joven
y siempre —¡siempre!— la querré...


Social, junio de 1925, p. 19.



domingo, 5 de mayo de 2019

Anánkee





Alfonso Reyes


Agrio monje que escrutas la carcoma
de viejos y enigmáticos escritos
y, rezando latines eruditos,
esperas ver el oro en tu redoma:

sólo traza el compás de punta roma
el círculo vicioso de tus mitos,
y al cabo de tus cálculos malditos
la cifra cede y la pasión asoma.

Bajo el sayal, oh célibe arcediano,
bulle tu carne con furor insano:
Claudio Frollo, la ciencia no te cura.

Pronto hallarás el imantado polo,
Piedra Filosofal que te tortura:
tu ley, que es la caída, Claudio Frollo.



México, julio, 1906.