sábado, 22 de marzo de 2025

Capiró

 

 

Lo seguiste en secreto incluso en series provinciales

en el Pontón y el D’Beche

con tal verlo a menos

de dos metros

 

Tenía un modo propio de pararse en home

sostenía el bate en alto 

como si apuntara a un punto 

(invisible)

tras las gradas

 

Lo seguiste en secreto incluso cuando se lesionó 

justo donde era firme

casi equino el pie

y desde luego a la salida del estadio

y cuando lo sacaron en andas

y al regresar más tarde (efímero)

y cuando no salió más 

(al diamante)

también lo seguiste


pero nunca le palmeaste el hombro

ni le pediste que te firmara nada

siempre a dos metros 

de él

 

era a fin de cuentas tu ídolo

tenías derecho a hacerlo

hasta el juego aquel en que

sin más

te saludó

no como a una sombra (por costumbre)

sino como el que advierte

otra forma de adoración

 

tú escribías en secreto su biografía

y él debió

entender


                                                                        Pedro Marqués de Armas



domingo, 16 de marzo de 2025

En el cementerio de pueblo junto al muro de los suicidas



Vladimir Holan

 

Aquí, donde la cizaña crecida besa la foto de los muertos

y la monja de la lápida tiene el gastado movimiento de la canica

en el cloquear de los gansos… ¡ah, sí! Aquí.

Aquí todo mueve la cabeza afirmando que el hombre no fue creado

sino prefabricado. Las cosas también son prefabricadas.

¡Hombres y cosas reacias a la persuasión de los muertos!

Las cosas esperan. El hombre pronostica.

Las cosas importunan. Él resiste.

Las cosas envejecen y sobreviven a su tiempo.

Él es inmortal y perece.

Las cosas están desoladas y él está solo.

Y no está solo solamente

cuando su vida se vuelve contra sí misma.


 

Traducción: Clara Janés



domingo, 9 de marzo de 2025

Levania


Sergio Solmi

 

                       Quinquaginta millubus miliarum Germanicorum

                       in aeteris profundo sita est Levania insula.

                       Joannis Kepleri, Somnium seu de astronomia lunari (1634)

 

 

                              ...Quizás

aterricé en Levania en una sepulta

existencia anterior, y era el cono

del eclipse, que la helada abrió  

en la negra senda de los espíritus. Los ungüentos

de Fiolxhilda, la esponja embebida en agua

bajo las fosas nasales, el suave resuello

rodando en el sueño, el cauto descenso

a las cavernas secretas, el horrible

rayo vengativo al que escapar, encuentro

oscuramente.

 

            Y fue por esto, quizás

que nunca la lámpara fiel, o la exangüe

novia de Endymion en ella vi,

ni la solitaria cazadora, cuando

la miraba de niño entre las casas

brotar en blanca llama y alta entre los signos

ascender en el cielo; sino el acantilado,

arrojada en el éter inaccesible

la isla extrema, centinela insomne

tendida a las olas interminables. Y la ansiedad

agitó mi corazón por alcanzarla

-hipogrifo, bala, nave espacial-

para sacar el silencio de su luz.

 

      ...Era el confín, el mundo

de lava y roca, el mineral ciego,

el punto fijo opuesto a la insensata

fantasía de las formas. Era el cero

que todo cálculo explica, era el concreto,

blanco, perforado, calcinado fondo

del ser.

 

     Y a menudo desde las supremas

     murallas de Levania el verdeante

planeta contemplaba, la vaga sombra

de océanos y bosques, los iridiscentes

manantiales de la vida impetuosa

y fugaz -ascendiendo por el borde

de sus cráteres convulsos, vagando

por la orilla de sus mares muertos.

 

 

Levania

 

                       Quinquaginta millubus miliarum Germanicorum

                       in aeteris profundo sita est Levania insula.

                       Joannis Kepleri, Somnium seu de astronomia lunari (1634)

 

 

                                 …Forse

a Levania approdai nella sepolta

esistenza anteriore, ed era il cono

dell’eclissi, che l’algida schiudeva

nera via degli spiriti. Gli unguenti

di Fiolxhilda, la spugna infusa d’acqua

sotto le nari, l’affannoso morbido

rotolare nel sogno, il cauto scendere

nelle segrete caverne, l’orrendo

vindice raggio a sfuggire, ritrovo

oscuramente.

 

                  E fu per questo, forse

che mai la fida lucerna, o l’esangue

sposa d’Endimione in essa io vidi

nè la solinga cacciatrice, quando

la miravo fanciullo tra le case

sgorgare in bianca vampa e ratta ai segni

ascendere dal cielo. Ma la rupe

nell’inaccesso etere scagliata

l’isola estrema, sentinella insonne

protesa ai flutti interminati. E l’ansia

mi sommuoveva il cuore di raggiungerla

-ippogrifo,proiettile,astronave-

d’attingere al silenzio del suo lume.

 

      …Era il confine, il mondo

di ferro e roccia,il minerale cieco

il punto fermo opposto alla insensata

fantasia delle forme. Era lo zero

che ogni calcolo spiega, era il concreto,

bianco, forato, calcinato fondo

dell’essere.

 

     E sovente dai supremi bastioni

     di Levania il verdeggiante

pianeta ho contemplato, l’ombra vaga

di oceani e di foreste, della vita

impetuosa e fuggevole le polle

irridescenti - risalendo l’orlo

dei suoi convulsi crateri, vagando

lungo la sponda dei suoi mari morti.

 


Versión: Pedro Marqués de Armas



miércoles, 5 de marzo de 2025

A precio de silencio

 


De la mano de Felipe Lázaro, y con un riguroso prólogo de Odette Alonso, además de tres exhaustivos ensayos de Elena M. Martínez, Perla Rozencvaig y Mabel Cuesta, sale a la palestra una segunda edición de Indómitas al sol. Cinco poetas cubanas de Nueva York (Editorial Betania, 2025). Esta antología recoge un selecto quinteto de la lírica contemporánea y transnacional cubana: Magali Alabau, Alina Galliano, Lourdes Gil, Maya Islas e Iraida Iturralde.
Más allá de los disímiles estilos e imaginarios personales de estas reconocidas voces de la diáspora, tres tópicos recurrentes -memoria, desarraigo y resistencia- dan rienda suelta a un goloso mosaico donde el denominador común es el exilio. Compilación que invita al lector no ya a regresar a la “Heimat”, sino más bien a un lugar acrónico y difuminado, donde casa y territorio no son más que un espacio cósmico, erótico, a menudo doméstico, no menos mental. 
La probada calidad de estas poetas, todas de dilatada y paciente obra -a precio de silencio-, aportan todavía más valor a esta certera antología.   
                                                                          
                                                                    Dolores Labarcena



jueves, 27 de febrero de 2025

La novela después del fin del mundo



Mario Lavagetto

                                        

                 Podemos fingirnos inconscientes, pero, ¿conscientes? 

                                                                                                        Tejio

 

«La guerra, que a todo el mundo infundió tanta inquietud, a mí me concedió una paz profunda, turbada -pero no destruida por disgustos, dolores, miedos de toda clase (...) Antes de la batalla de Caporetto, con un catalejo veía el Hermada en llamas. Además, vivía en una parte de la ciudad, junto a los astilleros y las estaciones de hidroaviones y submarinos, en la que caían bombas día y noche (...). Y, sin embargo, nunca en mi vida tuve tanta paz. Pasaba muchas noches en un sótano, pero era un sótano tranquilo e igualmente tranquila estaba la fábrica y el mundo entero, por carecer de clientes. La industria se había ido a paseo y entre la literatura y yo sólo se interponía el violín, coadyuvado por una época dolorosa e imperiosa».

Cuando acabó la guerra y el violín quedó abandonado, Svevo se encontró frente a frente con la literatura y en 1919 comenzó a escribir La conciencia de Zeno: «Fue un momento de inspiración intensa, arrolladora». El guion es tan hábil, que inspira cautela: Svevo hace todo lo posible para acreditarlo e imponerlo a todos cuantos colaboraron, directa o indirectamente, en el redescubrimiento del «escritor ignorado» y de repente reconocido por Joyce y que, durante más de veinte años, había esperado, como el genio de Las mil y una noches, a que alguien lo salvara y lo volviera a sacar a la luz. Casi parece que adivinase la fortuna y la productividad del caso literario que comenzó a cobrar forma a partir de 1925. (…)

Cuando Joyce, en 1924, recibió La conciencia de Zeno, respondió enviando cuatro direcciones: Larbaud, Crémieux, Eliot y Ford Madox Ford. Aún no había acabado de leer la novela y su juicio, muy rápido, es el único que puso por escrito. Le interesaban, según dijo, dos cosas: el tema del tabaco y el «tratamiento del tiempo».

Treinta años después, Alain Robbe Grillet, al incluir La conciencia de Zeno en una antología ideal de los arquetipos del nouveau roman, observó: «El tiempo de Zeno es un tiempo enfermo». No es arbitrario indicar en esa «enfermedad» la especificidad de ese «tratamiento del tiempo». Y, como si Svevo hubiera inventado, a su vez y a semejanza de uno de sus personajes, un específico apto para alterar la percepción del tiempo y del espacio. La annina, el fármaco del doctor Menghi, produce una vertiginosa aminoración de los ritmos vitales que acaba dilatando la percepción de los fenómenos: su efecto, anota Menghi, «¡superaba hasta mis esperanzas más atrevidas!» Más adelante, protegiéndose tras un tono abierta y prudentemente irónico o delegando toda responsabilidad en el redivivo Zeno, Svevo propondría una explicación cotidiana, anecdótica, de la relatividad: «Un hombre con pulsaciones lentas, un latido por minuto, por ejemplo, vería alzarse el sol por una parte y desaparecer por la otra con la rapidez de un fuego artificial». Desde luego, no vale la pena subrayar que de ese modo las conclusiones de Zeno contrastan con las alcanzadas por el inventor de la annina. Lo que cuenta no son, desde luego, las «teorías», sino quien las formula por persona interpuesta y se ve asediado por el problema de una posible y experimental patología del tiempo. En efecto, Svevo, en su función de narrador, parece haber inoculado en el cuerpo de su narración dosis variables de annina o de su antídoto, el alcohol Menghi.(…)

No podemos por menos de admirar, una vez más, la habilidad y la prudencia de Svevo, que ha transformado el lugar común en hipótesis y lo ha inscrito al final de la novela como una constelación extrema: como para señalar que la última palabra escrita es -para el lector- también el último fragmento del mundo que Zeno Cosini ha construido y desintegrado él mismo, conclusión apocalíptica sólo en apariencia, porque -como ha observado Jan Kott refiriéndose a Beckett y no a Svevo- «el fin del mundo provocado por una enorme bomba es sugerente, pero grotesco (...) Sería un final de comedia bufa». Para Svevo, es el fin de una novela ambigua y difícilmente calificable y es también la brillante solución de un problema narrativo, tal vez el más espinoso de todos los problemas técnicos que debe afrontar un narrador: despedirse de sus lectores, aun cuando éstos, criados en régimen de incredulidad, ya no se parezcan al público que se apretujaba en torno al fuego y quería saber más, conocer la historia más allá de la historia, allende el límite extremo de la narración.

 

Prefacio a “La conciencia de Zeno” de Italo Svevo.