martes, 25 de junio de 2024

Gastón Baquero: Recuerdos personales (fragmentos)

 


Si me detengo sobre este aspecto del pensamiento de Baquero es por la saña con que se le ha querido reducir a una caricatura grotesca del hombre de derechas, conservador y reaccionario (en 1963 Raimundo Lazo lo llama “escritor de ideas ultraconservadoras en su madurez”), al tiempo que contemporáneos suyos, altas figuras del liberalismo europeo y renegados del comunismo, se expresaban en sus obras con igual o mayor rechazo de una doctrina y una práctica perversas. Fueran André Gide (Regreso de la URSS, 1936), Arthur Koestler (El cero y el infinito, 1941), George Orwell (Rebelión en la granja, 1945), Richard Wright (El Dios que fracasó, 1949), Czeslaw Miłosz (El pensamiento cautivo, 1953). Pero Baquero era un mulato oriental, católico y homosexual al que sus opositores no le conceden el espacio de una polémica de ideas y toda discrepancia deviene en diatriba y descalificaciones.


                                                Pío E. Serrano

                                         Ensayo completo: Aquí



lunes, 17 de junio de 2024

La negritud en Gastón Baquero



Con la mirada, sin duda inteligente, con que se asomó al mundo, y a partir de las lecturas precoces de infancia y adolescencia que habrían de echar las bases de una sólida formación intelectual, se fue haciendo heredero de una tradición y unos saberes que eran naturalmente blancos y europeos. Si la cultura consiste no tanto en un volumen de información cuanto en una bien organizada estantería mental donde almacenar lo aprendido para que germine y dé fruto, Baquero fue adquiriendo temprano una cultura orgánica que es también un modo de integrar un continuo aprendizaje y sacarle reluciente provecho. Los referentes de esa cultura —el orden epistemológico que la amparaba— eran congruentemente occidentales, es decir, blancos, apenas rozados por las «tradiciones» de la otra raza que en Cuba no trascendían el folclore de los cultos animistas, amén de algunas representaciones en la pintura, en la música y en la poesía.


                                                           Vicente Echerri

                                                     Ensayo completo: Aquí




martes, 4 de junio de 2024

Gastón Baquero: el nombre y los seudónimos



 

En cuanto salió de Cuba, Baquero empezó a recibir premios y a publicar en la prensa española sus vitriólicas opiniones sobre el proceso cubano. Lo mismo convertía al Che en «correo del zar» del eje Pekín-Moscú, que hacía de Cuba ejemplo del triunfo de la política sobre la geopolítica o acusaba a Fidel Castro de tomar «continuamente benzedrina con coñac» para dar sus largos discursos. Lo que pasaba en Cuba le parecía un absurdo, un macabro experimento condenado a fracasar. El franquismo acabó y sus esperanzas también. Con los años, su pesimismo se agudizó y llegó la pesadumbre, una forma de melancolía semejante a la que vio en su querido Darío, «que con toda probabilidad tiene sus raíces en el mestizaje, en la mezcla de las sangres, en la precipitación un poco sofocada de las razas». Asumió su derrota con filosofía, como parte del destino americano y su sistema de castas y regionalismos, una superposición de las nuevas leyes a las antiguas y una sustitución de los viejos poderes por nuevas oligarquías. 

                                                                             
                                                  
                                                Ernesto Hernández Busto

                                                  Ensayo completo: Aquí





sábado, 1 de junio de 2024

Gastón Baquero: poeta periodista en cinco actos




Bien temprano, y desde antes, el jefe de redacción del más importante diario de la isla supo que los cañones estarían enfilados hacia él. Víctima de la rebambaramba de expropiaciones, pudo serlo del fusilamiento. En su defensa aparecen embajadores que le ofrecen asilo. El embajador de Ecuador le avisa de que piensan lincharlo. Sus compatriotas, “sus amigos”, brillaron por su ausencia. Ni una palmadita en el hombro, ni una palabra de sosiego, ¡palos y vituperios! Quien pudo, aunque no comulgara, se camufló con el decorado de las carrozas. El mulato había ascendido demasiado rápido. El negro, como le decían sotto voce algunos iscariotes literarios, viajaba, ganaba dinero, tenía propiedades. ¿Acaso podía perdonársele todos esos triunfos viniendo de abajo? 

                                                                          

                                                     Dolores Labarcena

                                                 Ensayo completo: Aquí