Luis Miguel Nava
Mis huesos están encajados en el
desierto, no hay uno sólo en mi cuerpo que se escape.
Clavados todos en la arena del
desierto, unos tras otros, alineados.
Sería absurdo hablar de
esqueleto.
La piel fue entretanto enterrada,
algunos ya han caminado sobre ella. ¿Quién diría? La piel, antes izada, una
bandera, casi una corona.
El viento se apoderó de mis
vértebras. El sol mismo que entre ellas brilla es descarnado, un sol desierto,
donde el desierto penetró.
Quizás podríamos lavarlo, este
desierto, quién sabe, o amarrarlo, amordazarlo. La piel garantiza el espacio,
el resto luego se verá.
Estacas
Os meus ossos estão espetados no
deserto, não há um só no meu corpo que lhe escape.
Cravados todos eles na areia do
deserto, uns a seguir aos outros, alinhados.
Seria absurdo falar-se de
esqueleto.
A pele foi entretanto soterrada,
há quem já tenha caminhado em cima dela. Quem diria? A pele, outrora hasteada,
uma bandeira, quase uma coroa.
O vento apoderou-se-me das
vértebras. O próprio sol que entre elas brilha é descarnado, um sol deserto,
onde o deserto penetrou.
Talvez pudéssemos lavá-lo, este
deserto, quem sabe, ou amarrá-lo, amordaçá-lo. A pele garante o espaço, o resto
logo se veria.
Traducción: Pedro Marqués de Armas
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