La ausencia, ese sonido de diabólicos insectos
Zumbando allá en la oscura madrugada: se murió Rosamel
Y sobre el hielo resbaló Thérèse, la que siempre lo
salvaba.
Se murieron mis padres y yo no pude verlos, murió Carlos,
Mi hermano, pero temo que lo enterraron con su pata de
palo,
Esa fatalidad, la que cambió su vida para siempre.
Se murió Ida, mi hermana apasionada y tras ella los
suyos.
Tratando de enfrentarse a su destino, murió Gómez-Correa
Y con él se deshizo de raíz de Mandrágora; se murió Pellegrini,
Aldo, el bueno. Se fue Enrique Molina, el navegante
incierto
Y por las cataratas de la imagen veo caer a aquellos que
amo,
Carne de mi carne.
La caravana pasa, vamos todos a celebrar
La poesía al otro lado, cerca del corazón donde se apagan
Los ausentes, esas llagas, esos fuegos errantes.
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