Carlos Pellicer
La luna no
es República
—afirma el
Padre Ripalda en su edición secreta—.
Esto es lo
único que te faltaba saber
¡oh poeta!
¡Oh querido
poeta
chofer!
En la
bailada luna de la fuente
naufragan
los rollos de música del siglo xix
y casi todos
los del siglo xx.
Una huelga
de adjetivos
paraliza el
tráfico en mis versos
y todo es
—¡al fin!— ya, como es:
montañas:
montañas; ciprés: ciprés.
Mucho gusto,
le digo a la basura
que me
saluda fraternalmente.
La noche
conspira a puertas cerradas
un nuevo
despotismo retórico,
pero las
piedras a boca cerrada
me lo
comunican todo.
Supresión
de pensiles
serenatas,
pianos sumamente lejanos
y
otras cosas azules, como marfiles.
El
hipérbaton será fusilado por la espalda
para
justificar sus traicioncitas.
Morirá
también el “hado”
y
una gran cantidad de princesitas.
Magnífico,
dicen las piedras.
Espléndido,
dice la basura.
Y
si la luna se sigue poniendo pesada...
Pero
si no es la luna,
esa
pobre mujer nunca ha hecho nada
¿verdad,
señor Schubert?
¡naturalmente!
esa bija de la nada...
El
silencio aplaudía a rabiar,
¡Ah!
¡si se nos escapaba el silencio!
Señores,
un momento, he organizado un jazz band
soy
el silencio jr.; mi padre será el que morirá.
Y
a todo esto, la luna,
que
administra todos los recuerdos,
deshojó
margaritas, abrió cartas,
“erró
por el azul del claro cielo”
y
las flores cerraron su broche
cuando
—precisamente— se oyó pasar un coche.
La
luna no es república, pero será. Tú solo
saldrás
en un fotingo hasta el cero del polo.
Es
el tiempo del tiempo maravilloso. Viaja
la
retórica en ondas aéreas. Una caja
de
zapatos es suficiente. Napoleón
volvió
a perder en Rusia su sangrienta ilusión.
Gloriosa
la basura que alzó tan alto el fuego
y
ha despejado a X para mirar mi juego.
Joyería
de basuras pondremos algún día.
Quien
la robe será nuestro aliado; sería
como poner
en venta el infinito. Alguna
vez los
dioses vendrán a comprar su oportuna
cuelga.
Después, despueses, estos son los despueses,
siglos,
años, fonógrafos y meses.
La luna no
es República, y esto es lo que me puso
a cantar —un
buen canto, naturalmente—.
Uso tacón de
goma y otras cosas por el estilo.
(¡Qué buena
consonante para Venus de Milo!)
Luna
republicana, tus manos estadistas
harán. Los
adjetivos van a ser comunistas.
¡Qué
maravilla! El triunfo mayor de la basura,
hilachas con
rocío a precios de montañas.
Un
momentito: también cáscaras de cañas,
Salvador,
salvarás a aquella pobre gente
de la
filosofía. Serás el Presidente de la luna.
Impondrás
los automóviles marca
Chopín para
familias gordas
¡oh Novo
Salvador!
inaugurarás
el garage del amor
con
películas incaico siberianas.
Serás el
único y su propiedad
en medio de
una cosa destartalada.
Ya te he
dicho pues lo único
que te
faltaba saber:
lo que dice
el padre Ripalda
en su
edición secreta, ¡oh poeta,
oh querido
poeta
chofer!
[1925]
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