domingo, 30 de agosto de 2020

Francisca Sánchez




Enrique Molina


Lazarillo de Dios en mi sendero
      ¡Francisca Sánchez acompáñame!
                                            Rubén Darío

Disfrazado de embajador o de mono
O de duque de los confines de la lujuria
Nada apaga las constelaciones del trópico
Los enceguecedores volcanes
Que fermentan henchidos de flores
En su corazón
—¡Oh amado Rubén!—
                  Y de pronto
La criada fosforescente cantando por los pasillos
De una pensión de Madrid
La arisca mata de pelo sobre la nuca de vértigo
Tantas noches
Envuelto en sombras venenosas
Se propagan aúllan los fantasmas
En su sangre aterrada
En tales cuartos amueblados del insomnio
Ella reaparece desnuda entre los montículos
Del campo lentamente desnuda
Devorado ahora por el éxtasis
Con las venas llenas de brasas
Junto a ese cuerpo gemelo en la oscuridad:
Francisca Sánchez
Sola en la hierba de las caricias
Sola en su instinto de rescoldo
El viento reconstruye sus risas abrazos de loba
Labios predestinados
A ese rey de la fascinación de vivir
El fastuoso profeta al borde de la catástrofe y la gloria

Iluminada por cirios de aldea
Y ese hechizo de homalla decapitada remota
En un rincón de Castilla
Con los negros embutidos ahumados de la muerte
El rojo jamón de la vida
Contra tales miserias de literatos nupcias putas y periódicos
Ella hace girar
La rueda de sus senos de hembra inmemorial
Ha regresado cantando desde los cangrejos
De la playa
Piernas de campesina brillantes en los anillos del sol

Años y años
La Yadwiga doméstica en el sofá de la jungla
De una oscura costumbre de opulencia camal
Funde raíz y demencia humildad e inconstancia
En el vaho de las caricias
Entreabre su trenza fatal
El calor de la mujer dormida que sobrepasa
Cualquier asilo de piedras prudencia y plegarias
Cada vez más tiránica
Cada vez más entrañable
La espiral de sus muslos y su cuerpo sin límites
El sexo
El alado declive hasta las últimas células
Como un lento cauterio de la noche
En lugares que se dispersan
Barcelona París Les Halles la Cartuja Mallorca
Un hogar en el viento
Con cucharas y sábanas himnos y ultrajes
Para ese ardiente huésped de la tentación
El lujo del mundo lleno de labios y tumbas

Ignorante como la lluvia Francisca Sánchez
Tan sólo lee en el pan que corta en sueños
En la sal de las lágrimas
La arcaica criatura silvestre
Con un plato de sopa
Disuelve como el mar la razón de los muertos
Tibieza de axilas y de lenguas
Sólo ella es real
En el amanecer de la leche en sus ojos profundos

Desdichado Rubén
Sólo ella es real en la vorágine
De dientes de relámpago
Cuando sollozas
Bajo la tela negra que cubre a veces tu cabeza
—Una hermosa capucha de patíbulo—
Te retuerces y flotas en lo húmedo
De un alcázar de ratas
—¡Francisca Sánchez acompáñame!—
                                                       Y tan lejos
La aceitosa bahía de los loros
La dignidad del sol en los bananos
Una mano de panal sufrido te acaricia
Crece la perla de la muerte
                                            Y una vez más
La mujer de los pájaros te mira tristemente
La obedecen tus ropas y la noche
                                                     Te otorga
La absolución salvaje de su cuerpo
A través de los muebles de la tierra
Tallados en raíces
A través del océano
Aún la ves donde llora
Solitaria contra el muro de España
De áspera sal de páramo y sangre dura

Memoria y desamparo



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