lunes, 20 de julio de 2020

Las palabras burladas [1]


                         

Antonio Armenteros Álvarez

     
     “Puede afirmarse tanto la certidumbre del futuro como caos y destrucción, como la posibilidad del porvenir como un dialogo armonioso entre Poesía e Historia…”
                                                                                                       Enrique Saínz



Fuerzo la cabeza y cada vez arriban con más impulso anécdotas absurdas, cercanas, donde él es el protagonista principal y me río tanto que esperé casi cuatro años, a que pasaran esos momentos eufóricos, divertidos, increíbles, choteadores, irónicos para leer con la seriedad que merece Sinalectas (Editorial Casa Vacía, 2016), volumen de Javier Marimón (Matanzas, 1975). Prosas reflexivas, ilustradas por el artista plástico Filio Gálvez envuelto en una sobriedad que se agradece. Javier Marimón, bueno, Javier es Javier, por esta circunstancia se regala el lujo de expresar cual tiro directo a la frente del lector, antes de la Pandemia, pero presagiándola: “… Si muchos cayeran se moverían a otras soluciones: realistas”. [2] O sea, la cosa va por ahí, lo real/verdadero de los sueños de un poeta, a la manera filosófica del próximo universo. El que poseíamos colapsó de forma trepidante, con más de un virus emporedado/expectante/reinante [3] y nuestras risitas de jugadores empedernidos a las casitas rotas, rectificadas o echadas a la mierda, al mismo mojón que Marimón (d)escribe/(re)escribe en la página 63, ahora sin el apoyo de la hierba.

Cierto que no nos hallamos en 1929, sino en 2019-2020, envueltos en otra crisis política, económica, geopolítica y sanitaria. Fleming, sí, Alexander Fleming (1881-1955), el descubridor de la penicilina, no lo duden en su tiempo las enfermedades que atacó las bacterias u hongos del doctor Fleming como la tuberculosis eran letales. Marimón juega jocosamente con la segunda esposa de Fleming la doctora griega Voureka [4] Tal vez Javier nos está regalando otra oportunidad, y Fleming recusaría con levedad a su doctora griega que no aparece, a pesar de los inventos, las vacunas y los llamados urgentes a las salas, las salas de cuidados intensivos. ¿Lo ven, ven lo qué digo? Javier se adelanta cuatro años a mi interpretación de los hechos/actos líricos, se apresura en mi máquina personal del tiempo, en mi maldita estrangulación de datos. Lo dijo primero un cantautor por estos lares: “Somos números”. Las estadísticas nos saturan los ojos y los aplausos. [5] Vuelvo a los volúmenes poéticos de Javier, libros a los cuales me acerqué en su momento y expresé juicios neutros, certeros sobre todo relacionados con: Formas de llamar desde Los Pinos (2000), El gatito Vasia –cómo engañé al súbito (2002) [6], y mi preferido: Himnos Urbanos (2002). Marimón con su estilo propio realizó una reconstrucción/limpieza profunda de la literatura cubana de su momento.

Apoyándose en una crueldad sin límites, casi que patológica. Ahora vuelve a parecer socarrón, juguetón, maldito pero también más maduro y lo demuestra el hecho de que aquella noche me obsequió –con la promesa de pasárselo a todos– su libro de dramaturgia, de la misma Editorial Casa Vacía, 2017, que contiene dos obras teatrales de su autoría, experimentales e interesantes: Nunca la deja y La Carpa (El engaño de R). Con palabras de contracubierta del dramaturgo matancero, su coterráneo, Rubén Darío Salazar. Ya lo sabemos, no constituye un secreto para nadie que, la Atenas de Cuba resulta una urbe intensamente teatral.

Parece redactado para definir los versos de Javier el siguiente juicio del italiano Claudio Magris (1939) extraído de su revelador ensayo: Utopía y desencanto (historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad), donde nos explica: “La Literatura que dice la verdad más radical sobre la condición existencial e histórica es aquella del rechazado y la negación, que pone el acento sobre el malestar de la civilización; sobre la misma laceración del yo individual, ya no más Su Majestad, el yo que emite actos gubernamentales, sino un yo cada vez más escindido y fragmentado, reducido a un efímero y oscilante punto de encuentro de sucesos y sensaciones, poco más que ese sedimento dejado por una tradición y una historia evaporada…” Javier Marimón lo complace cuando con ferocidad postmoderna razona un tanto lacónico [7]: “Toca timbre y ladra perro aunque no siempre: hay que volver a tocar. Cada vez se avanza un poco más en la noticia. Mejor esperar el ladrido final para finalmente decir que hay que matarlo, por no ladrar siempre”. [8] Lo prefieren más efectivo, más arriesgado líricamente.

Lo referí, contengo un rosario de anécdotas personales, sobre el sujeto literario y humano, debo incluir las mismas características primigenias: guasón, satírico, crítico, cínico, real que es en definitiva Javier Marimón. La poesía –como a todos– lo habita y sobrepasa; pero aquella tarde en el lobby del Centro Hispanoamericano de Cultura, todavía regentado por la Unión Europea. No sé si el poeta o el diablo tomó la mochila simple de Marimón donde empezaron a entrechocar, tintineando las copas de vino sustraídas, viajando en aquella mochila hacia otras ficciones/funciones de la noche, hacia otros eventos que me explicaban lo que vendría después: otras Sinalectas (2016) del autor y solo me dije para mí mismo: “Promete no confesar la extensión de su dolor”. [9]

Tomamos el malecón rumbo al Vedado, la noche/nada inspiradora, agobiante de aquellos días de perro, de laceraciones profundas, de hambre absurda. Perdóname el muchacho que fui, aquel que podía recorrer el destino del poeta y asombrarse. A estas historias fulgurantes, sumergidas invito a los lectores del nuevo, futuro mundo. [10]


                                                                                       Embill y julio de 2020



[1] Título tomado literalmente del poema: Siloqueva a decirconmueve..., en la página 43.
[2] Texto de la página 45: “El techo…”.
[3] Para refrescar las mentes, los enumero: el cólera, el ébola, el VIH/sida y la coronavirus-19 en sus mutaciones y variantes A, B y C; otras cepas de transformaciones más rápidas y más resistentes, por ahora.
[4] Ver poema de la página 41, de título: “Allí colabora joven griega…”
[5] En Cuba, en días de la pandemia se utiliza las 9 de la mañana para informar a la población, a través de partes estadísticos leídos por el mediático epidemiólogo doctor Francisco Durán García (194), y los aplausos que a partir de las 9 de la noche reconocen el heroísmo de todos aquellos que de una manera u otra lucharon contra el virus, al punto de que no sé, sí en la normalidad futura de nuestras existencias sustituya al tradicional cañonazo de las 9 de la noche, habanero.
[6] Existen zonas del Gatico… que las suelo recitar de memoria frente al espejo, claro.
[7] Un laconismo cortante, originario que condensa el idioma hasta retorcerlo con ironía.
[8] Texto parco que aparece en la página 75, con el nombre de: “Toca timbre y ladra perro…”
[9] Poema nombrado: “Casi biólogo…”, folio 9.
[10] Con Javier en Cuba, entre nosotros, cada vez que un burócrata, o tecnócrata, un ministrante encopetado trataba de encauzarnos por los terrenos del kitsch más genuino le dábamos espacio a Javier que comenzaba a desgranar –con seriedad ensayada, dramática- las joyas de su texto desacralizador: La pinga inquietante. Aquello era como decía mi difunta abuela: ¡El acábose!


Fotografía: Oleg Oprisco


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