domingo, 17 de junio de 2018

Mi Emily…



Susan Howe


1846] El Massachusetts occidental de Emiliy Dickinson difería de la pequeña comunidad de reacios comerciantes, cazadores de pieles y granjeros ante quienes Edwards había predicado cien años atrás. La vieja idea de estar violentamente a la defensiva se había desmoronado debido a sus contradicciones. Sólo se percibía un tenue reflejo en la superficie de ciudades como Amherst, donde la fina respetabilidad victoriana y la emoción ocasional ante otra posible revitalización de lo religioso disfrazaban la lenta disolución de una comunidad agraria en proceso de rápida transformación económica e industrial. En vida de Emily Dickinson se introdujo en Amherst el ferrocarril. Trasladarse a Boston y a Nueva York era sencillo, y muchos de sus amigos viajaron a Europa o California. Ella permaneció en casa. En una carta que Emily le escribió a Abiah Root a los dieciséis años, incluye esta cita de Edward Young:

Con cuanto énfasis ha escrito el poeta: "No nos percatamos del Tiempo sino de su pérdida. Más sabio sería que el hombre hablara de ello. Sólo concentra su interés en la justa adquisición de su valor y de su precio: cabría preguntar a las camas ocupadas por moribundos. Ellas lo dirán. Desprenderse de éste como de la vida con renuencia."  
                                                                                                                                                 (C. 13)

Preocupada ya por el acertijo metafísico del tiempo, ella sabía por instinto lo que a la mayoría de nosotros nos lleva años aprender: el tiempo que se vive a futuro sólo podrá comprenderse por el pasado, y la vida social meramente excluye el progreso espiritual. Su rechazo en la adolescencia a unirse a la iglesia de la Congregación —durante el período del Gran Despertar [Great Awakening] que arrasó a la región—, la dejó terriblemente sola. El desajuste restituye primero al alma que busca. El Esplendor es subversivo a la voluntad Colectiva. Ante los ojos del presente se descubren los fragmentos del pasado. La presencia conserva la promesa de los significados de antaño. La renuencia de Emily Dickinson a someterse a las grandes presiones de la comunidad nos recuerda la terca fortaleza de Mary Rowlandson cuando estuvo aislada. Comparte con Anne Hutchinson y Mary Dyer su intuitiva aprehensión espiritual. Al igual que un inteligente conocedor de las brillantes ideas de otro, ella es la lúcida heredera de Jonathan Edwards.

1851] A los veintiún años, Emily Dickinson felizmente envió a su hermano Austin estas líneas sobre la excursión que realizó la familia Dickinson para escuchar a una cantante famosa que actuaría en Northampton.

                                                                                                                                                 6 de julio

—qué palabras expresarían nuestro horror cuando la lluvia empezó a caer —a gotas—en capas—cataratas— qué capricho ir a ahí en medio del goteo y del remojo que nos cayó en el camino —cómo el escenario y sus afligidos prisioneros se concentraron en el hotel Warner; cómo todos descendimos y fuimos conducidos adentro; cómo la lluvia no disminuyó; cómo caminamos en silencio hacia la vieja iglesia de Edwards y pese a todo nos sentamos ahí; cómo apareció Jennie al igual que una niña y cantó y cantó de nuevo; cómo llovieron los ramilletes, y el recinto se cimbró en aplausos; cómo relampagueaba afuera, mientras en el interior se oía el trueno de Dios y de los hombres —juzga cuál sería el más fuerte; cómo amamos a Jennie Lind, mas no acostumbrados a su canto, éste nos gustó menos que ella —sin duda fue exquisito—pero advierte algunas notas de su "Eco" —los sonidos del Pájaro de la "Canción del Pájaro" y algunos de sus curiosos trinos, y yo preferiría a un yankee.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             (C. 46)

Jenny Lind es la única cantante o músico profesional que Emily Dickinson llegó a escuchar en vivo.

El sonido siempre fue parte de un significado perfecto. Una joven poeta escucha a Jenny Lind cantando sonidos de Pájaro de una "Canción del Pájaro" en la vieja iglesia donde un siglo antes el último ministro puritano, y el primer filósofo norteamericano, pronunció la palabra de Dios ante su congregación (…) Presagio desconocido de un fenómeno sensual, el Sonido ha llegado hasta nosotros desconocido. "En el corazón del hombre civilizado prosigue aún el salvaje en el sitio de honor", escribió Thoreau en A Week on the Concord and Merrimack Rivers, nueve años después de que Emily Dickinson había nacido. En su trascendente meditación otoñal sobre el Tiempo, él vuelve una y otra vez a la poesía severa de nuestra historia temprana. Persecución y posesión. A través de un bosque de significado místico, la religión va a la caza de la libertad de la Poesía, mientras la Poesía merodea la fuente soberana de la Divinidad.


Traducción: Ana Rosa González Matute

Tomado de Mi Emiliy Dickinson, Editorial Libros Magenta, México D.F., 2012. 

Susan Howe (Massachussets, 1937). Poeta y ensayista. Una de las más destacadas de lo que en Estados Unidos se ha dado en llamar “Language Poets”. Entre sus libros: Souls of the Labadie Tract (2007). Mi Emily Dickinson –del que tomamos un breve fragmento- forma parte de la tradición crítica de los poetas norteamericanos, al estilo de En la raíz de América, de W. C. Williams, y Llámenme Ismael, de Charles Olson.

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