Susan
Howe
1846]
El Massachusetts occidental de Emiliy Dickinson difería de la pequeña comunidad
de reacios comerciantes, cazadores de pieles y granjeros ante quienes Edwards
había predicado cien años atrás. La vieja idea de estar violentamente a la
defensiva se había desmoronado debido a sus contradicciones. Sólo se percibía un
tenue reflejo en la superficie de ciudades como Amherst, donde la fina
respetabilidad victoriana y la emoción ocasional ante otra posible
revitalización de lo religioso disfrazaban la lenta disolución de una comunidad
agraria en proceso de rápida transformación económica e industrial. En vida de
Emily Dickinson se introdujo en Amherst el ferrocarril. Trasladarse a Boston y
a Nueva York era sencillo, y muchos de sus amigos viajaron a Europa o
California. Ella permaneció en casa. En una carta que Emily le escribió a Abiah
Root a los dieciséis años, incluye esta cita de Edward Young:
Con
cuanto énfasis ha escrito el poeta: "No nos percatamos del Tiempo sino de su
pérdida. Más sabio sería que el hombre hablara de ello. Sólo concentra su
interés en la justa adquisición de su valor y de su precio: cabría preguntar a
las camas ocupadas por moribundos. Ellas lo dirán. Desprenderse de éste como de
la vida con renuencia."
(C. 13)
Preocupada
ya por el acertijo metafísico del tiempo, ella sabía por instinto lo que a la
mayoría de nosotros nos lleva años aprender: el tiempo que se vive a futuro
sólo podrá comprenderse por el pasado, y la vida social meramente excluye el
progreso espiritual. Su rechazo en la adolescencia a unirse a la iglesia de la
Congregación —durante el período del Gran Despertar [Great Awakening] que
arrasó a la región—, la dejó terriblemente sola. El desajuste restituye primero
al alma que busca. El Esplendor es subversivo a la voluntad Colectiva. Ante los
ojos del presente se descubren los fragmentos del pasado. La presencia conserva
la promesa de los significados de antaño. La renuencia de Emily Dickinson a
someterse a las grandes presiones de la comunidad nos recuerda la terca
fortaleza de Mary Rowlandson cuando estuvo aislada. Comparte con Anne Hutchinson
y Mary Dyer su intuitiva aprehensión espiritual. Al igual que un inteligente
conocedor de las brillantes ideas de otro, ella es la lúcida heredera de
Jonathan Edwards.
1851] A los veintiún años, Emily Dickinson felizmente
envió a su hermano Austin estas líneas sobre la excursión que realizó la
familia Dickinson para escuchar a una cantante famosa que actuaría en
Northampton.
6 de
julio
—qué
palabras expresarían nuestro horror cuando la lluvia empezó a caer —a gotas—en
capas—cataratas— qué capricho ir a ahí en medio del goteo y del remojo
que nos cayó en el camino —cómo el escenario y sus afligidos prisioneros se
concentraron en el hotel Warner; cómo todos descendimos y fuimos conducidos
adentro; cómo la lluvia no disminuyó; cómo caminamos en silencio hacia la vieja
iglesia de Edwards y pese a todo nos sentamos ahí; cómo apareció Jennie al
igual que una niña y cantó y cantó de nuevo; cómo llovieron los ramilletes, y
el recinto se cimbró en aplausos; cómo relampagueaba afuera, mientras en el interior
se oía el trueno de Dios y de los hombres —juzga cuál sería el más fuerte; cómo
amamos a Jennie Lind, mas no acostumbrados a su canto, éste nos gustó
menos que ella —sin duda fue exquisito—pero advierte algunas notas de su "Eco" —los sonidos del Pájaro de la "Canción del Pájaro" y algunos de sus curiosos trinos, y yo preferiría a
un yankee.
(C. 46)
Jenny
Lind es la única cantante o músico profesional que Emily Dickinson llegó a
escuchar en vivo.
El
sonido siempre fue parte de un significado perfecto. Una joven poeta escucha a
Jenny Lind cantando sonidos de Pájaro de una "Canción del Pájaro" en la vieja iglesia donde un siglo antes el último
ministro puritano, y el primer filósofo norteamericano, pronunció la palabra de
Dios ante su congregación (…) Presagio desconocido de un fenómeno sensual, el
Sonido ha llegado hasta nosotros desconocido. "En el corazón del hombre
civilizado prosigue aún el salvaje en el sitio de honor", escribió Thoreau en A Week on the Concord and
Merrimack Rivers, nueve años después de que Emily Dickinson había nacido.
En su trascendente meditación otoñal sobre el Tiempo, él vuelve una y otra vez
a la poesía severa de nuestra historia temprana. Persecución y posesión. A
través de un bosque de significado místico, la religión va a la caza de la
libertad de la Poesía, mientras la Poesía merodea la fuente soberana de la
Divinidad.
Traducción: Ana Rosa González Matute
Tomado de Mi Emiliy Dickinson, Editorial Libros Magenta, México D.F., 2012.
Susan Howe (Massachussets, 1937). Poeta y ensayista. Una de
las más destacadas de lo que en Estados Unidos se ha dado en llamar “Language
Poets”. Entre sus libros: Souls of the Labadie Tract (2007). Mi Emily Dickinson
–del que tomamos un breve fragmento- forma parte de la tradición crítica de los
poetas norteamericanos, al estilo de En la raíz de América, de W. C. Williams,
y Llámenme Ismael, de Charles Olson.
No hay comentarios:
Publicar un comentario