domingo, 7 de mayo de 2017

Discurso académico en La Habana



Wallace Stevens


Canarios en la mañana, orquestas
en la tarde, globos a la noche. Eso supone,
al menos, una diferencia con los ruiseñores,
Jehovah y la gran serpiente marina. El aire
no es tan elemental ni la tierra
tan cercana.
  Pero el alimento de las selvas
no es lo que nos sostiene en las metrópolis.

II

La vida es un viejo casino en un parque.
Los cisnes descansan sus picos en el suelo.
Un viento solitario sacude a la Roja Fátima
y una gran decadencia se asienta como el frío.

III

Los cisnes... Antes que sus picos 
rodaran por tierra y que la crónica
de afectados homenajes manchara tantos libros,
vigilaron las pálidas aguas de los lagos
y las islas flotantes que rodeaban
el casino. Mucho antes que la lluvia
arrasara sus ventanas y que las hojas
llenaran sus fuentes incrustadas, ataviaron
los crepúsculos del mítico Rey Maní.
Siglos de excelencia aún por venir
entregaron su promesa y se volvieron augurio
de trombones flotando entre los árboles.

             El agotamiento
del pensar trajo consigo una paz insólita
para el ojo, y tintineante al oído. Rudos tambores
elevaron su ruido sin que la plebe se alarmara.
Las indolentes ascensiones de los cisnes
calmaron la tierra; una parodia de maní
para gente de maní.
      
Y un mito más sereno,
que fructifica en su perfecta plenitud,
liviano como junio, más fecundo que las semanas
del más maduro estío, anhelando siempre
tocar de nuevo el brote más cálido, pulsar
otra vez con superior resonancia, coronar
a la mujer más clara con yerbajos, montar
al jinete más fuerte sobre el potro más robusto:
este mito sereno, oportuno, apremiante
se esfumó como un circo.
     
El político ordenó entonces condenar
a la imaginación por su nefasto pecado.
La abuela con su cesta de peras debe ser
la clave secreta de nuestros compendios.
Allí hay mundo bastante, y todavía más
si se suman sus hijas a esta piara blancuzca,
melosa, que inspirara las torres. El pecho del burgués,
y no el éter sutil y rodeado de estrellas
debe ser el lugar de los prodigios, a menos
que lo prodigioso sea un engaño. El mundo no es
fantasía de insomnes, ni tampoco palabra
que deba portar una sustancia universal
a Cuba. Anoten: cuestiones lácteas,
alimentan a Júpiter. Su pezón fortuito
goteará dulcemente en las noches vacías
cuando la colosal rapsodia sea anulada
y el rezo espirituoso incite otros dulzores: así, así:
La vida es un antiguo casino en una selva.

IV

¿La función del poeta es apenas sonido,
más sutil que la más atildada profecía
que colma el tímpano? Obliga a ejecutar
una incesante repetición con amalgamas
del más selecto ébano y el mejor alción.
Lastra con lógica perfecta a los melindrosos.
Como trozo de naturaleza, es parte nuestra.
Sus rarezas son nuestras: pueden acoplar
y reconciliarnos con nosotros en esas reconciliaciones
verdaderas, las oscuras, pacíficas palabras,
y las sabias armonías de su cadencia.

Cierra la cantina. Apaga ya el quinqué.
El resplandor de la luna no es amarillo sino un blanco
que silencia al pueblo siempre fiel.
Qué pálida esta noche, qué exaltada,
tan llena de las exhalaciones del mar...
Todo esto es más antiguo que su más antiguo himno
y no tiene más sentido que el pan de mañana.
Dejemos que el poeta hable en su balcón
y que los durmientes se muevan en su sueño,
despierten y vean en el suelo el resplandor lunar.
Puede ser bendición, sepulcro y epitafio.
Pero puede que sea también un conjuro
ordenado por la luna
como metáfora opulentamente clara.
Y el antiguo casino podría definir
el infinito conjuro de nuestro ser
en la gran decadencia de los cisnes ya muertos.



Versión J. J. Turtós

miércoles, 26 de abril de 2017

Mil picos y diez mil barrancos




Simon Leys

Dostoievski sufrió una crisis de epilepsia en el museo de Basilea, ante el Cristo muerto de Holbein. En la pintura occidental, de Grunewald a Goya, de El Greco a Van Gogh y a Munch, no faltan, me parece a mí, obras capaces de desencadenar semejantes accidentes en unos organismos hipersensibles. En cambio, sería inconcebible, por definición, que una pintura china produjera semejante efecto, aunque la violencia de un Xu Wei o la inquietante extrañeza de un Wu Bin o de un Chen  Hongshou realmente podrían invalidar esta afirmación. Sin embargo, solo hay una excepción: el angustiante Gong Xian de la colección Drenowatz (Mil picos y diez mil barrancos, Museo Ritberg, Zúrich); es una pintura tan densa, que ni gota de aire circula por ella: el único paisaje sofocante que yo conozca.


La felicidad de los pecesillos. Cartas de las antípodas. Acantilado, 2011,  p. 82.


domingo, 16 de abril de 2017

El amigo ido



Salvador Novo


Me escribe Napoleón:
"El Colegio es muy grande,
nos levantamos muy temprano,
hablamos únicamente en inglés,
te mando un retrato del edificio..."

Ya no robaremos juntos dulces
de las alacenas, ni escaparemos
hacia el río para ahogarnos a medias
y pescar sandías sangrientas.

Ya voy a presentar sexto año;
después, según las probabilidades,
aprenderé todo lo que se deba,
seré médico,
tendré ambiciones, barba, pantalón largo...

Pero si tengo un hijo
haré que nadie nunca le enseñe nada.

Quiero que sea tan perezoso y feliz
como a mí no me dejaron mis padres
ni a mis padres mis abuelos
ni a mis abuelos Dios.



domingo, 9 de abril de 2017

Canción cubista



José María Eguren


Alameda de rectángulos azules.

La torre alegre
Del dandy.

Vuelan
Mariposas fotos.

En el rascacielo
Un gallo negro de papel
Saluda la noche.

Más allá de Hollywood,
En tiniebla distante
La ciudad luminosa,
De los obeliscos
De nácar.

En la niebla
La garzona

Estrangula un fantasma.



jueves, 30 de marzo de 2017

Nātio o las alas de Ícaro



Dolores Labarcena



Con fórceps. Un parto doloroso y primerizo. Qué graciosa, no le falta ni un brazo ni un pie. Tres palmaditas en las nalgas, y lista, a recorrer el mundo. Así fue el nacimiento de Nātio. No igual, pero más o menos semejante al nacimiento de Ariadna, la de Homero. Ambas se pasan la vida entrando y saliendo de un laberinto y repartiendo ovillos de hilos. A diferencia de Ariadna, que solo ama a Teseo, la otra aviva disímiles sentimientos, y es más promiscua.


La palabra nación proviene de nātio, que a su vez deriva de nāscor, nacer, es decir, nacimiento. Para separar a los bárbaros de la ciudadanía romana, Cicerón dijo: “Todas las naciones pueden ser sometidas a servidumbre, nuestra ciudad no”. Evidente, para Cicerón, Nātio no solo era promiscua sino cortesana, tan compleja y engañosa como el laberinto de Creta, donde Ariadna correteaba a sus anchas. Y tal vez sea cierto, ya que en una de sus acepciones, es “entidad jurídica y política formada por el conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno”; en otra, “conjunto de personas de un mismo origen étnico y que generalmente hablan un mismo idioma y, tienen una tradición común y ocupan un mismo territorio”. Y, para variar, el pueblo judío ha vivido disperso por los cinco continentes, y se consideran nación, aun hablando lenguas varias: judeoárabe, ladino, yiddish, yevánico, etc.


Lo heredado, las religiones, las costumbres, las lenguas, las ideologías, son lo que conforman esa identificación. No obstante Historia, testigo del nacimiento de Nātio, ha visto cómo lo diferente puede manipularse y reconducirse a la categoría de enemigo. Fieles amantes de Nātio ha habido muchísimos a través de los siglos, y viceversa. Dédalo, por ejemplo, no solo construyó el laberinto después de su destierro, sino su propia prisión.  Así es, incluso siendo un reconocido y consagrado arquitecto reventaba de envidia por el talento de Perdix, su sobrino y discípulo en artes mecánicas. Y nada, un buen día lo arrojó por el templo de Atenea, sin miramientos, a una altura de 156 metros a nivel del mar.


Según Goebbels en su Principio de la transposición: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Y aquí tengo una: Dédalo al ver que Perdix era un discípulo hábil, y al observar su ingenio con la espina de pescado de donde salió la invención de la sierra, lo premió con un par de alas de manufactura propia. Y fue así que el primer hombre voló. ¡Eureka! Willi Münzenberg fue otro gran propagandista para el Partido Comunista de Alemania, y estuvo al tanto de las purgas estalinistas, habiendo sido testigo del uso de prisioneros políticos en la construcción del Canal de Moscú. Si bien cuando le estorbó a Stalin (práctica común que siguen al pie de la letra, sin exclusión, todos los dictadores del planeta), en otoño de 1940, en el bosque de Caugnet, cazadores franceses que quizás buscaban perdices (el nombre de ese pájaro proviene de Perdix, quien en la Iliada fue transformado  por la diosa que le vio despedido y en picada Necrópolis abajo), encontraron el cadáver putrefacto de Münzenberg a los pies de un roble, con un trozo de soga todavía atada alrededor del cuello. El veredicto del gobierno de Vichy para su defunción; el cual no incluía interrogatorios a sus camaradas, fue oficialmente que se suicidó. Así las cosas.


De Ariadna sabemos que Artemisa la mató. El cómo y el cuándo ahora mismo no me atañenPues el título de esta prosa alude a Ícaro, y de él hablaré. Justo porque los amantes de Nātio se parecen a Dédalo, asimismo, arquitectos de su destino. Lo que más me conmueve del calamitoso final de Ícaro es lo confiado que era. ¡Sorprendente! Si sus alas, ya fuesen fabricadas por su progenitor, se sostenían con cera, ¿cómo no calculó que si se acercaba al sol se derretirían? Dédalo por supuesto, al observar la inminente catástrofe (y no hay que ponerse en su pellejo porque fue muy maligno con Perdix), se desquició al notar la de plumas que iba soltando Ícaro en caída libre, y aunque lloró a moco tendido, según Homerocontinuó volando. Luego en honor al difunto, Dédalo llamó a una isla Icaria. ¡Qué bonito!


No he estado en Icaria, no obstante en este lado del Mediterráneo veo el renacer de otro Dédalo que actualmente goza de la mayor confianza de muchos Perdixs, centenares de Perdixs, miles y miles de Perdixs. Un Dédalo renovado, mañoso, ilusionante. Sí, paternalista, ¡para echar a correr! Sin la retórica de los clásicos pero con la verborrea de un vendedor de motos. Y para colmo, las alas que proyecta son alegóricas. Lo confieso, en esta Era de la posverdad y el auge de las corrientes populistas, sean de derecha o izquierda, tampoco me fío de sus dotes de arquitecto. ¿Acaso puede construirse un país, una democracia moderna, bajo el paraguas del nacionalismo, bajo el paraguas de la lengua? Según Bismarck: “España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido”. ¿Y si ya lo consiguieron? En resumidas cuentas, que de la mitología griega me hago fans de Yápige, otro hijo de Dédalo. Carente por completo de biografía, cierto. Pero al parecer más sensato.