César Aira
El otro día me contaba un amigo
su visita a Cuba; era una visita semioficial, y el chofer que le habían puesto
se proclamaba furiosamente opositor, no paraba de hablar mal del régimen, de
contar chismes procaces de los Castro, tanto que mi amigo no dudó de que era un
espía de la policía, y se cuidó consiguientemente en su presencia. Yo pensé: qué buen trabajo consiguió ese hombre. Cómo se lo envidiarán sus compatriotas. En un régimen policial represivo, poder hacer con impunidad todas
las críticas que se le antojen, dar voz a los rumores más escandalosos y
descabellados, explayarse en los vicios, ineptitudes y hasta en los defectos
físicos de los dirigentes, ¡y que le paguen por hacerlo¡
El gobierno crea estos empleos para saber la
verdad. Para saberla debe montar la comedia de la verdad, con buenos actores
que deban convencer a su empleador del dolor que sienten al mentir. Todo se
vuelve transparente de pronto, como no lo hace nunca en sociedades liberales. Se
necesita crear un aparato represivo y censor, mantenerlo durante años y décadas,
hacer efectiva toda una tradición de castigos, exclusiones y miedo, para llegar
a este triunfo explosivo de la verdad. ¿Y eso era la verdad, entonces? ¿Una
mentira? ¿Por eso matan y encarcelan…?
Ideas diversas,
No hay comentarios:
Publicar un comentario