Vladimir Nabokov
Me gusta esa montaña en su negra pelliza
de bosques de abeto; pues
en la penumbra de una ignota región montañosa
estoy más cerca de mi hogar.
¿Cómo no conocer esas densas agujas,
y cómo no perder la cabeza
ante la mera visión de esa baya en la turbera
que muestra en mi camino el azul?
Cuanto más alto las oscuras y húmedas
veredas serpentean ascendentes, más claros
se tornan los senderos, desde la niñez atesorados,
de mi llanura septentrional.
¿No escalaremos así
las laderas del paraíso, cuando la muerte llegue,
encontrando todas las cosas amadas
que en la vida nos elevaron?
Feldberg, 1925
Traducción: Javier Marías
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