Manuel Díaz Martínez
No pediré que te proclamen santo
ni en Roma ni en La Habana ni en París,
aunque bien visto tú estuviste a un tris
de ser canonizado en vida: tanto
supiste ser tal cual eras, y tanto
nos gustaba que tú fueras así
—tan nuestro, tan de todos, tan de ti—
que en este mundo parecías santo.
No pediré tu canonización
porque en Roma y con esa religión
tu destino sería una capilla.
Como hijo de Elegguá que eras, diré
a los orishas antillanos que
te nombren Ángel de la Jiribilla.
Tomado de Memorias para el invierno (1995)
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