Caridad Atencio
Ojalá hubiera tenido la suerte de haber contado con algunos de los poemas
recogidos en el poemario La hija del reo [1]de Sonia Díaz Corrales para la
antología Sin mordaza,[2] que fue publicada recientemente, y
recoge poemas escritos por mujeres cubanas y brasileñas contra la violencia de
género, pues el tema de la mujer como un ser despojado de su condición legítima
asoma en la mayoría de sus textos, aunque también hace gala de un mundo
imaginativo y un discurso universal. Si pasamos revista a las maneras de todo
el libro, el discurso es íntimamente femenino, porque “hablando” de la mujer,
nos demuestra cómo la poesía es la autobiografía de la conciencia del hombre,
recordando a Wordsworth. En el cuaderno “se percibe una lectura inteligente y
dialógica con la tradición literaria hispánica y la cultura judeocristiana,
donde la poeta, en su avidez por iluminar lo que hay de oscuro e ininteligible
en su dimensión ontológica, descubre los puntos que la acercan o alejan de esa
tradición y cultura.”[3] Aquí se acusa al ser masculino de
sus iniquidades hacia la mujer, y es desautorizado por una voz que alcanza la
ironía:
SIERVA DE LA REINA
Yo soy quién trenza los
cabellos de la reina.
En los aposentos de la reina todo es húmedo.
En los salones la reina es un talismán.
Dentro de la reina hay una niña
dentro de la niña un reloj de arena
grande como un desierto.
La reina es un puente entre el rey y los soldados.
El árbol del jardín tiene tantos columpios como horcas.
El rey mató a la niña y la hizo reina.
En el desierto de la reina
sólo entramos ella y yo
ella porque es la reina
yo porque fui la niña
y ahora trenzo sus cabellos.
Cuando el rey era un hombre
(ahora sólo es el rey)
la niña lo esperaba de rodillas
en el salón de las estatuas.
Yo era una estatua de rodillas
y el rey un hombre
a punto de volver de la batalla
yo era una estatua hasta que el rey volvía.
Dentro del rey vive el hombre que ama la niña
dentro de ese hombre
hay un silencio férreo
el amor a veces es silencio
en el silencio se oyen mejor las voces
cuentan estas historias cuando la reina duerme
y la niña se tiende transparente dentro de ella
y la sierva de la reina espera que despierte
y pregunte con la autoridad de una reina
¿qué hicieron mientras yo dormía?
La niña y yo callamos
la reina sabe
estuvimos contando las gotas de arena
que caían del reloj
del desierto
del salón de las estatuas
mientras ella dormía
y el rey se preguntaba
¿para qué sirve una corona tan pesada?
El rey manda a escribir la palabra silencio
manda a ahorcar a los que escribieron
no puede acallar el grito de sus voces.
El rey llora como un hombre
y no come más que arena
le gusta su color
le gusta como raspa la garganta
le gusta comerse el alma de la reina
y así ella no se va
con sus fantasmas al desierto.[4]
Con el uso de elementos alegóricos va conformando un mundo personal que
puede ser tan íntimo como de cada mujer, para tratar de encontrarle sentido a
la existencia: los seres que conforman un reino en contraposición con los semas
puros que emanan de la figura de la niña. Con un lenguaje irónico son
expresadas una especie de violencia contenida que ejerce el hombre
inevitablemente sobre la mujer y la esperada sumisión, [5]pues la relación de pareja es como el
detonante que remarca las diferencias sociales que pesan sobre la
mujer. Se trazan metáforas sobre la comunicación en la pareja vista
por los ojos de una mujer. La poeta busca, añora un sitio donde construirse,
edificarse, levantarse, donde ella more en acomodo, en armonía, flujo
constante, quiere ser una “casa”, y no un ser despojado de su condición
legítima, como toda mujer – así alegoriza con el mundo de la casa que es todo,
y la nada que nos protege, que somos nosotros mismos-[6] y entonces dibuja el mundo
inevitable de las pérdidas ,donde hay como un hastío y un
reconocimiento de que la escritura se alimenta de la extrañeza,[7] o desolación ante los
imponentes retos de la existencia. Quizá la fuerza de este conflicto humano
haga auténtico un discurso íntimo que se conforma con un lenguaje al
uso en el que se habla de ángeles, alas, reloj de arena, pájaros, flores, sin
temor, y que echa mano con frecuencia a lo alegórico, en los que involucra los
conceptos de casa, árbol o de un puente colgante. Y los supera a ambos cuando
nos habla con detenimiento de las cumbres de la incomunicación,[8] o de los imprescindibles amparos,
rodeados de una profunda desazón, intrínseca de la vida femenina, vinculada
firmemente a un estigma social, y al dolor permanente que a esta circunstancia
acompaña, que implica el reconocimiento de un destino múltiple y maldito en la
existencia femenina: “Sobre la inercia/ las mujeres que soy pintan […]/ un
árbol solo en la llanura sola”.[9] La mujer como ser despojado de su
condición legítima es quizás el centro de este poemario que obtuvo el Premio de
la Crítica Literaria, alma que ve la intensidad de su nada en la multiplicidad
de formas en que se convierte: perfumes, olores, rosas, seres que en ella se
multiplican y que a la vista de otros se invisibilizan.[10]
La naturaleza de la mujer como ser disminuido por otros hace que hace que
ella, por compulsión social, llegue a crear su propio mal, y a creer que es
culpable del mismo.[11] A la mujer le han impostado una
naturaleza maldita. Ella es lo que se convierte en espuma, en lo que nadie
repara, lo que es esencia y está condenado a decir que es espuma, pero también
alguien que acepta el desafío, la voluntad de sobreponerse a esta iniquidad de
no ser considerada un ser legítimo, una vapuleada identidad que se adivina viva
y briosa en el fondo. Por eso redimensiona la cardinalidad de la mujer, redescubre
ese lugar legítimo que siempre ha sido suyo y el mundo no ha querido ver:
PUENTE COLGANTE
He deseado amar a un
hombre sobre un puente colgante
sobre el abismo mi cuerpo
sería el único sostén
la única cosa a la que se
hombre se aferrara
mi cuerpo sería la vida
y el puente un artificio
un modo para ejercer la
libertad
en el venir y el irse.
Un puente siempre lleva a
la otra orilla
al lado opuesto
a un puente no se llega
desde el miedo
desde la niebla sí.
Puedes estar ahora sobre
el puente
y no saber que lo
sostengo
que son mentiras las
amarras.
Ningún puente cuelga si
no lo sostiene una mujer
puedes estar mirando a la
mujer sin enterarte
no sabes que es un puente
donde habrás de amarla.
Si entraste en ese
espacio
debajo del cual la nada
pinta sus señales
si sabes definitivamente
de ese camino movedizo
es porque ella sobrevive
sobrevuela
sobreinventa
un lugar para tu paso.[12]
Incluso allí reconoce su papel crucial en el universo de la pareja sin
sonrojos, sin comedimientos, lo que dota de un doble significado la aseveración
que reza que si queremos tener un testimonio preciso y sincero del drama y la
tragedia de nuestro tiempo, debemos consultar a los poetas. Ellos han
experimentado el desequilibrio entre vida activa y vida contemplativa. Ellos
han sufrido, gritado y pagado por todos.[13] Ella, la poeta, ha resignificado al
hombre, genéricamente hablando, y su misión de fe, paz y libertad.
[1] - Verso de “Nicodemo”, La hija del reo.
[2] - Sonia Díaz Corrales. La hija del reo. Editorial
Letras Cubanas, La Habana, 2015, (Prólogo de Ileana Alvarez).
[3] -Sin Mordaza. Antología de poemas escritos por poetas
cubanas y brasileñas contra la violencia de género, Editorial LudGraf, Natal,
Brasil, 2021. Antologadoras: Christina Ramalho y Caridad Atencio.
[4] - Ileana Alvarez.” A un puente no se llega desde el miedo: Sonia
Díaz Corrales en La hija del reo”. Sonia Díaz Corrales. La hija
del reo, Editorial Letras Cubanas, La Habana 2015, p. 6.
[5] - Sonia Díaz Corrales. Ob. cit, pp. 11 – 12.
[6] -“Escribir de una mujer de fuego
saliendo del borde de una llama
para que no la encuentre el hombre
que es un dedo
apuntando al pecho
a su sexo
a su espalda
a su demora
a sus manías
a sus labios
que son de hacer silencio.
“Pérdidas”, pp. 34 – 35.
[7] - Véase “Discurso sobre la pared”, p. 57- 59.
[8] -
Incertidumbre sobre la extrañeza
Hoy ha venido la extrañeza
a darme sus lecciones de podar la lengua
a llevar la libertad contra las cuerdas.
Y ya no recuerdo los días
de correr junto a ella
de lapidarla en el sofisma.
Guardo mis podridos girasoles
guardo mi día de hoy para otro día
guardo mis rotas
feroces mariposas entre las mismas páginas
de los mismos libros que releo
me guardo a mí misma como un reloj de arena
que no cesa de caer
aun de noche cuando duermo
o alucino que duermo
y por fin
descanso de todo
lo que se pudre aquí.
Pero…
¡Qué traición
dejar paso a la extrañeza
y callarse para siempre!
pp. 15 – 16.
[9] -“Una torre estas flores y
los pájaros
fue todo lo que tuve
cuando ustedes me encerraron
y describieron en mi rostro la locura
como se describen los paisajes.”
“Retrato de la florista”, p. 30.
[10] - “Las mujeres que soy”, p. 77.
[11] - Véase el poema “Poses para cruzar el campo minado”, pp. 20 –
21.
[12] -“¿Quién anda ahí?
¿Quién va deshaciendo los rostros de la sombra?
¿Quién le evita el dolor de este
último tramo hacia la luz?
¿Acaso ella misma va delante de sí
amontonando el humo
rasgando a manotazos su blancura?
“Apocalipsis para la infanta”, pp 40 – 41.
[13] - “Puente colgante”, pp. 71- 72.
[14] -Giuseppe Ungaretti. “¿Está viva o muerta la poesía
contemporánea?”. Entrevista con G. B. Angioleti, Ensayos literarios,
UNAM, México, 2000
Pintura de Hilma af
Klink.
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