lunes, 13 de diciembre de 2021

Algo más que “la espuma: montón de nada que revienta en finos círculos” *

 


Caridad Atencio


Ojalá hubiera tenido la suerte de haber contado con algunos de los poemas recogidos en el poemario La hija del reo [1]de Sonia Díaz Corrales para la antología Sin mordaza,[2] que fue publicada recientemente, y recoge poemas escritos por mujeres cubanas y brasileñas contra la violencia de género, pues el tema de la mujer como un ser despojado de su condición legítima asoma en la mayoría de sus textos, aunque también hace gala de un mundo imaginativo y un discurso universal. Si pasamos revista a las maneras de todo el libro, el discurso es íntimamente femenino, porque “hablando” de la mujer, nos demuestra cómo la poesía es la autobiografía de la conciencia del hombre, recordando a Wordsworth. En el cuaderno “se percibe una lectura inteligente y dialógica con la tradición literaria hispánica y la cultura judeocristiana, donde la poeta, en su avidez por iluminar lo que hay de oscuro e ininteligible en su dimensión ontológica, descubre los puntos que la acercan o alejan de esa tradición y cultura.”[3] Aquí se acusa al ser masculino de sus iniquidades hacia la mujer, y es desautorizado por una voz que alcanza la ironía:

 

 SIERVA DE LA REINA

 

Yo soy quién trenza los cabellos de la reina.

En los aposentos de la reina todo es húmedo.

En los salones la reina es un talismán.

Dentro de la reina hay una niña

dentro de la niña un reloj de arena

grande como un desierto.

La reina es un puente entre el rey y los soldados.

El árbol del jardín tiene tantos columpios como horcas.

El rey mató a la niña y la hizo reina.

En el desierto de la reina

sólo entramos ella y yo

ella porque es la reina

yo porque fui la niña

y ahora trenzo sus cabellos.

Cuando el rey era un hombre

(ahora sólo es el rey)

la niña lo esperaba de rodillas

en el salón de las estatuas.

Yo era una estatua de rodillas

y el rey un hombre

a punto de volver de la batalla

yo era una estatua hasta que el rey volvía.

Dentro del rey vive el hombre que ama la niña

dentro de ese hombre

hay un silencio férreo

el amor a veces es silencio

en el silencio se oyen mejor las voces

cuentan estas historias cuando la reina duerme

y la niña se tiende transparente dentro de ella

y la sierva de la reina espera que despierte

y pregunte con la autoridad de una reina

¿qué hicieron mientras yo dormía?

La niña y yo callamos

la reina sabe

estuvimos contando las gotas de arena

que caían del reloj

del desierto

del salón de las estatuas

mientras ella dormía

y el rey se preguntaba

¿para qué sirve una corona tan pesada?

El rey manda a escribir la palabra silencio

manda a ahorcar a los que escribieron

no puede acallar el grito de sus voces.

El rey llora como un hombre

y no come más que arena

le gusta su color

le gusta como raspa la garganta

le gusta comerse el alma de la reina

y así ella no se va

con sus fantasmas al desierto.[4]

 

Con el uso de elementos alegóricos va conformando un mundo personal que puede ser tan íntimo como de cada mujer, para tratar de encontrarle sentido a la existencia: los seres que conforman un reino en contraposición con los semas puros que emanan de la figura de la niña. Con un lenguaje irónico son expresadas una especie de violencia contenida que ejerce el hombre inevitablemente sobre la mujer y la esperada sumisión, [5]pues la relación de pareja es como el detonante que remarca las diferencias sociales que pesan sobre la mujer.  Se trazan metáforas sobre la comunicación en la pareja vista por los ojos de una mujer. La poeta busca, añora un sitio donde construirse, edificarse, levantarse, donde ella more en acomodo, en armonía, flujo constante, quiere ser una “casa”, y no un ser despojado de su condición legítima, como toda mujer – así alegoriza con el mundo de la casa que es todo, y la nada que nos protege, que somos nosotros mismos-[6] y entonces dibuja el mundo inevitable de las pérdidas  ,donde hay como un hastío y un reconocimiento de que la escritura se alimenta de la extrañeza,[7]  o desolación ante los imponentes retos de la existencia. Quizá la fuerza de este conflicto humano haga auténtico un discurso íntimo que se conforma con un  lenguaje al uso en el que se habla de ángeles, alas, reloj de arena, pájaros, flores, sin temor, y que echa mano con frecuencia a lo alegórico, en los que involucra los conceptos de casa, árbol o de un puente colgante. Y los supera a ambos cuando nos habla con detenimiento de las cumbres de la incomunicación,[8] o de los imprescindibles amparos, rodeados de una profunda desazón, intrínseca de la vida femenina, vinculada firmemente a un estigma social, y al dolor permanente que a esta circunstancia acompaña, que implica el reconocimiento de un destino múltiple y maldito en la existencia femenina: “Sobre la inercia/ las mujeres que soy pintan […]/ un árbol solo en la llanura sola”.[9] La mujer como ser despojado de su condición legítima es quizás el centro de este poemario que obtuvo el Premio de la Crítica Literaria, alma que ve la intensidad de su nada en la multiplicidad de formas en que se convierte: perfumes, olores, rosas, seres que en ella se multiplican y que a la vista de otros se invisibilizan.[10]

La naturaleza de la mujer como ser disminuido por otros hace que hace que ella, por compulsión social, llegue a crear su propio mal, y a creer que es culpable del mismo.[11] A la mujer le han impostado una naturaleza maldita. Ella es lo que se convierte en espuma, en lo que nadie repara, lo que es esencia y está condenado a decir que es espuma, pero también alguien que acepta el desafío, la voluntad de sobreponerse a esta iniquidad de no ser considerada un ser legítimo, una vapuleada identidad que se adivina viva y briosa en el fondo. Por eso redimensiona la cardinalidad de la mujer, redescubre ese lugar legítimo que siempre ha sido suyo y el mundo no ha querido ver:

 

PUENTE COLGANTE

 

He deseado amar a un hombre sobre un puente colgante

sobre el abismo mi cuerpo sería el único sostén

la única cosa a la que se hombre se aferrara

mi cuerpo sería la vida

y el puente un artificio

un modo para ejercer la libertad

en el venir y el irse.

Un puente siempre lleva a la otra orilla

al lado opuesto

a un puente no se llega desde el miedo

desde la niebla sí.

Puedes estar ahora sobre el puente

y no saber que lo sostengo

que son mentiras las amarras.

Ningún puente cuelga si no lo sostiene una mujer

puedes estar mirando a la mujer sin enterarte

no sabes que es un puente

donde habrás de amarla.

Si entraste en ese espacio

debajo del cual la nada pinta sus señales

si sabes definitivamente de ese camino movedizo

es porque ella sobrevive

                        sobrevuela

                         sobreinventa

un lugar para tu paso.[12]

 

Incluso allí reconoce su papel crucial en el universo de la pareja sin sonrojos, sin comedimientos, lo que dota de un doble significado la aseveración que reza que si queremos tener un testimonio preciso y sincero del drama y la tragedia de nuestro tiempo, debemos consultar a los poetas. Ellos han experimentado el desequilibrio entre vida activa y vida contemplativa. Ellos han sufrido, gritado y pagado por todos.[13] Ella, la poeta, ha resignificado al hombre, genéricamente hablando, y su misión de fe, paz y libertad.

 




[1] - Verso de “Nicodemo”, La hija del reo.

[2] - Sonia Díaz Corrales. La hija del reo. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2015, (Prólogo de Ileana Alvarez).

[3] -Sin Mordaza. Antología de poemas escritos por poetas cubanas y brasileñas contra la violencia de género, Editorial LudGraf, Natal, Brasil, 2021. Antologadoras: Christina Ramalho y Caridad Atencio.

[4] - Ileana Alvarez.” A un puente no se llega desde el miedo: Sonia Díaz Corrales en La hija del reo”. Sonia Díaz Corrales. La hija del reo, Editorial Letras Cubanas, La Habana 2015, p. 6.

[5] - Sonia Díaz Corrales. Ob. cit, pp. 11 – 12.

[6] -“Escribir de una mujer de fuego

saliendo del borde de una llama

para que no la encuentre el hombre

que es un dedo

apuntando al pecho

a su sexo

a su espalda

a su demora

a sus manías

a sus labios

que son de hacer silencio.

“Pérdidas”, pp. 34 – 35.

[7] - Véase “Discurso sobre la pared”, p. 57- 59.

[8] -

Incertidumbre sobre la extrañeza
 
Hoy ha venido la extrañeza
a darme sus lecciones de podar la lengua
a llevar la libertad contra las cuerdas.
Y ya no recuerdo los días
de correr junto a ella
de lapidarla en el sofisma.
Guardo mis podridos girasoles
guardo mi día de hoy para otro día
guardo mis rotas
feroces mariposas entre las mismas páginas
de los mismos libros que releo
me guardo a mí misma como un reloj de arena
que no cesa de caer
aun de noche cuando duermo
o alucino que duermo
y por fin
descanso de todo
lo que se pudre aquí.
Pero…
¡Qué traición
dejar paso a la extrañeza
y callarse para siempre!

pp. 15 – 16.

[9] -“Una torre    estas flores   y los pájaros

fue todo lo que tuve

cuando ustedes me encerraron

y describieron en mi rostro la locura

como se describen los paisajes.”

“Retrato de la florista”, p. 30. 

[10] - “Las mujeres que soy”, p. 77.

[11] - Véase el poema “Poses para cruzar el campo minado”, pp. 20 – 21.

[12] -“¿Quién anda ahí?

¿Quién va deshaciendo los rostros de la sombra?

¿Quién le evita el dolor de este

último tramo hacia la luz?

¿Acaso ella misma va delante de sí

amontonando el humo

rasgando a manotazos su blancura?

“Apocalipsis para la infanta”, pp 40 – 41.

[13] - “Puente colgante”, pp. 71- 72.

[14] -Giuseppe Ungaretti. “¿Está viva o muerta la poesía contemporánea?”. Entrevista con G. B. Angioleti, Ensayos literarios, UNAM, México, 2000

 

Pintura de Hilma af Klink.

 


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